Subastada por el presidente
Capítulo 8

Capítulo 8:

Logan apartó esos pensamientos con la misma implacabilidad que le había dado tanto éxito en el mundo empresarial. No tenían nada que hacer aquí, no con la pequeña y dulce Hannah a su disposición y con él tan excitado que el inocente roce piel con piel de su brazo en su polla era casi doloroso. Como era de esperar, esa parte de su anatomía se sacudió. Cediendo a las exigencias de su cuerpo, se apartó un poco, cogió la mano de ella y envolvió el tronco con sus finos dedos.

La mujer que tenía prisionera contra la pared del cuarto de baño emitió otro de esos gemidos que endurecían la polla, y él le levantó la barbilla con la otra mano para leer su expresión.

«Yo llamaría a eso mi polla, y a menos que realmente quieras que azote ese delicioso y redondo trasero tuyo, te sugiero que hagas algo para ayudarle». Sus dedos se apretaron alrededor de su pene, y Logan se tragó su gruñido de placer.

«¿Así, señor?»

Su pregunta susurrada y la entonación sarcástica que puso en ese título hicieron rugir su lado dominante. Ella no podía saber lo que eso le producía, y pronto se le pasó la capacidad de pensar, porque la sensación de su pequeño puño deslizándose arriba y abajo por su dura polla, los pequeños maullidos que emitía como si eso también la excitara enormemente… joder, corría verdadero peligro de correrse allí mismo, y eso no podía ser. Quería correrse dentro de su apretado coñito la primera vez, antes de reclamar cada uno de sus otros agujeros.

Logan le agarró el pelo con la mano y tirando de su cabeza hacia atrás, gruñó sus instrucciones.

«Basta».

Quitó la mano de Hannah de su polla y acercó sus labios a los de ella. El pequeño aullido de ella en respuesta a su brusca manipulación le permitió el acceso, y él le metió la lengua en la boca, mientras le inclinaba la cabeza. Cuando las manos de ella subieron por sus hombros y se empujó contra él, perdió la poca contención que tenía y la besó en serio. La penetró con la lengua, imitando muy bien lo que ansiaba hacer con la polla, mientras golpeaba con las caderas el vientre blando de ella y, agarrando un puñado generoso de su delicioso culo, la estrechaba más contra él.

Hannah no decepcionó en su respuesta. Le devolvió el beso con el mismo deseo febril que corría por sus venas. La necesidad de llenar sus pulmones de oxígeno le obligó a romper el beso y, jadeando, apoyó la frente en la de ella.

«Llevemos esto al dormitorio. Necesito estar dentro de ti, mujer. Dime que tú también quieres eso».

Se apartó lo suficiente para leer su expresión, y la visión de sus labios hinchados por el beso, su piel pálida ya marcada por la incipiente barba de su marido, fue lo más excitante que había visto hasta el momento. Aun así, tenía que estar seguro de que ella estaba de acuerdo, así que se obligó a esperar su respuesta. Cuando no obtuvo ninguna, aparte del sonido de su respiración acelerada, volvió a tirarle del pelo, esta vez un poco más fuerte. Sus ojos azules se llenaron de lágrimas, pero ella también se aferró con más fuerza y se mordió el labio.

«No hagas eso. Me dan ganas de morderte toda, justo después de ponerte el culo crudo por no contestarme enseguida».

Si eso era posible, sus ojos se abrieron aún más. Ella susurró algo que él no pudo captar por encima del rugido de los latidos de su corazón en sus oídos.

«¿Qué fue eso? Habla, palomita, o tomaré tu silencio como consentimiento. Después de todo, me viste y te advertí de lo que pasaría si lo hacías».

Le apretó el regordete labio inferior entre los dientes y lo mordió. Hannah jadeó y se sacudió, y él se retiró y lamió la pequeña gota de sangre. La esencia de su vida estalló en sus papilas gustativas y le hizo tener hambre de más.

«Dime que eres mía por esta noche».

Hannah gimió, le rodeó con sus largas piernas y se aferró a él. «Sí, Dios, ayúdame, lo soy».

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