Su apasionada protección -
Capítulo 154
Capítulo 154:
Richard se inclinó hacia ella con la cabeza inclinada y la colmó de besos suaves, haciéndola estremecerse mientras le recorría el brazo, el hombro, el cuello y la mandíbula.
Hizo un ruido de impotencia en el fondo de su garganta, tratando de convencerse a sí misma de que no quería esto, pero cada parte de su cuerpo y de su mente gritaba que lo deseaba mucho. Pero no quería pagar el precio, el precio de un alma destrozada. En el fondo, sabía que Richard la deseaba, pero no la amaba.
Su cuerpo se hundió contra el borde de la mesa e, instintivamente, apoyó el codo en él, tratando de evitar que sus rodillas se doblaran bajo el peso de su efecto sobre ella.
Le besó y mordisqueó la mandíbula, con suaves mechones de pelo rozándole las mejillas y los labios. Inhaló su embriagador aroma, que la atrajo más hacia él. Sus labios llegaron por fin a su barbilla, rozándole la boca. Su lengua se deslizó en su interior, saboreándola.
Suspiró y se aferró a él, devolviéndole el beso porque se sentía incapaz de resistirse. Sabía que Richard era un famoso casanova, pero también había sido testigo de lo mucho que se preocupaba por su familia. De San Martín a Dublín, había mostrado una faceta completamente distinta de sí mismo: cariñoso y afectuoso, siempre al lado de su familia. El tiempo que pasó con ella en Londres, aliviando parte del dolor de Río y Nick, había derretido su juicio sobre él.
A pesar de ver todas estas buenas cualidades, dudó. No quería arriesgarse, no creía en las aventuras de una noche. Quería un compromiso para toda la vida y no estaba segura de estar preparada para una aventura con Richard.
Al abrirle los labios, se aferró a él, permitiéndose disfrutar del momento. Una cosa estaba clara: Richard Java era un besador excepcional.
Le rodeó la cintura con la mano y la subió a la mesa para colocarse entre sus rodillas. No había nada de frío en la forma en que la hacía sentir.
Fue un beso largo y desesperado que hizo estragos en su anterior resolución de resistirse a él. No era bueno para ella; no quería lo que ella quería. Sin embargo, aun sabiéndolo, no podía apartarse. Sólo podía aferrarse a él y saborear la química que había entre ellos.
No fue hasta que los dedos de él se deslizaron bajo su vestido y empezaron a tantear el cierre de su sujetador cuando se dio cuenta de que las cosas iban a más. Se sintió desgarrada, luchando consigo misma, hasta que finalmente apartó los brazos de su espalda y los apretó contra sus hombros.
«No», dijo ella con firmeza. «No lo hagas. No quiero esto».
Sus dedos se detuvieron un instante y él se apartó para mirarla, con una expresión tensa de deseo.
«Me deseas», dijo él, bajando los ojos para observar la subida y bajada de su pecho antes de volver a sus labios. «Me deseas, no mientas, Beth».
Tragó saliva y asintió. «De acuerdo, sí. Yo también lo quiero. Pero no lo que vendrá después. No quiero lo que tú quieres».
«¿Qué es eso?»
«Sexo».
«¿No quieres sexo?» Parecía incrédulo.
Por supuesto, ella quería sexo, ansiaba hacer el amor con él. Pero sus palabras lo decían todo: no hacer el amor, sino simplemente «sexo».
«Ya sabes lo que quiero decir. Ya he hablado de esto. ¡Es por lo que dije nada de besos, nada de rollos de una noche!»
«Creo que puedo garantizar que será algo más que una noche», dijo Richard con una sonrisa.
Pero los ojos de Beth brillaron con fuego. «Deja de malinterpretarme. Yo quiero amor. Quizá te suene anticuado, pero es como pienso y como quiero vivir mi vida. No quiero sólo sexo; quiero un futuro. Quiero una relación que dure». Ser amada y amar a cambio, pensó para sí misma, pero no lo expresó.
Richard la miró un momento antes de decir: «Beth, sé que tengo una reputación terrible cuando se trata de mujeres, pero ¿te arriesgarías conmigo?».
De repente, todo quedó en silencio a su alrededor y nadie se movió.
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