Capítulo 132:

El médico salió y vio a Rodden con la cabeza inclinada. Se acercó y se sentó a su lado. «Rodden, tu madre ya está estable. La súbita excitación le hizo subir la tensión, lo que asustó a la enfermera, pero no corre peligro. Te llevarás una sorpresa cuando entres», hizo una pausa con una sonrisa. «Pronto la trasladaremos a una sala normal, para que pueda verla».

«Gracias, doctor Collins. Estoy muy agradecido por la atención que siempre me presta», respondió Rodden, con lágrimas en los ojos.

El médico palmeó la espalda de Jaden antes de dirigirse a su habitación.

Rodden suspiró aliviado y se quedó inmóvil. Tras una hora de espera, fue a la sala donde su madre yacía con los ojos cerrados, con aspecto frágil. Le dolió el corazón al verla.

Tomó una silla junto a ella y le cogió suavemente la mano. «Mamá, soy yo, Rodden. ¿Cómo te encuentras ahora?», susurró, besándole la mano.

No hubo respuesta, pero Rodden estaba acostumbrado; hacía diez años que ella no le hablaba, desde que falleció su abuelo. Apoyó la cabeza en el borde de la cama y cerró los ojos, sintiéndose agradecido de que su madre estuviera estable.

Mientras permanecía allí tumbado durante algún tiempo, sintió unas manos frías que le acariciaban el pelo.

Levantó la cabeza y vio a su madre sonriendo con lágrimas en los ojos. «¡Mamá!» exclamó Rodden, lleno de alegría.

«Rodden…» susurró.

Los ojos de Rodden se abrieron de felicidad. «¡Mamá, puedes hablar! Qué alegría!», exclamó, con la emoción bullendo en su interior. Ahora entendía por qué el médico había insinuado una sorpresa.

«Rodden, hijo mío…», dijo cariñosamente, y Rodden se levantó para abrazarla con fuerza.

Lloró de alegría, abrumado por oírla pronunciar su nombre con tanto cariño después de tantos años.

La enfermera entró, recordándole que no la agobiara, ya que necesitaba descansar. Rodden se apartó a regañadientes, pero no le soltó la mano mientras se sentaba a su lado.

Al cabo de un rato, se quedó dormida de cansancio.

Rodden miró a Cara, la enfermera que atendía regularmente a su madre, y le preguntó qué había ocurrido.

«Sr. Steele, lo siento mucho; todo es culpa mía. Estaba viendo la televisión como de costumbre después de cenar, y cambié de canal para ver las noticias. Quería saber lo del intento de asesinato en la recepción de Junior Java. Es la noticia más candente en estos momentos y, por curiosidad, acabé viéndola durante más de quince minutos. Me di cuenta de que la señora Steele empezaba a respirar con dificultad y parecía susurrar el nombre de alguien, así que me asusté y llamé al doctor Collins, y fue entonces cuando la ingresaron en la UCI -explicó Cara, con cara de auténtica culpabilidad-.

Rodden la miró con severidad y preguntó: «¿Qué mostraban cuando ocurrió?».

Cara se lo pensó un momento antes de responder: «Estaban mostrando una imagen de la entrada de los señores Java al salón de recepciones, discutiendo sobre el diseñador de su vestido. Fue entonces cuando noté su respiración agitada».

Rodden conectó los puntos, pero prefirió no seguir hablando de ello. Indicó a la enfermera que les dejara solos un rato.

Tumbado en el sofá, llamó a Shane, diciéndole que descansara un poco antes de cerrar los ojos y dormitar pensativo.

«Rodden…» oyó que alguien susurraba su nombre. Abrió los ojos y vio que su madre le sonreía. El sol brillaba fuera y se dio cuenta de que era más de mediodía.

Inmediatamente se levantó y se puso a su lado. «Mamá, deberías descansar. ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?» preguntó Rodden con ansiedad.

«¿Me conseguirás lo que quiero?», susurró.

«¡Sí, mamá! Dímelo y te traeré lo que quieras comer», contestó ansioso.

«Niño tonto, no tengo hambre, pero me encantarían unos bollos de crema», se burló de él.

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