Capítulo 50:

«Estaba cansada y no sé cómo me quedé dormida». Ella hizo un puchero.

Michael la mordió en sus labios mohínes.

«¡Ay!», le miró enfadada.

«Ahora dime, ¿Por qué estás tan cansada y no te he violado en las últimas noches?». Michael estaba realmente preocupado por sus hábitos de sueño y tampoco había comido mucho.

Ariana empezó a sonrojarse ante su elección de palabras y le gritó con un falso enfado: «¿No puedes elegir mejores palabras?».

«Contigo mi mujer, nunca». Le acarició el interior del muslo a través de las medias y ella se estremeció con su tacto. Michael sonrió satisfecho por el efecto que causaba en ella. Solo el podia ser su hombre en esta vida y en cualquier otra vida por venir.

Ella sonrió y le picoteó los labios. «¿No has visto que hoy tienes otro admirador que quería hacerse con el título de Sra. Matthews?», se burló.

«No sabía que tienes múltiples personalidades. ¿Cuál de ellas quiere casarse conmigo otra vez? Creía que me casaba con todas». Él la miró confuso.

Ariana se rió de su infantilismo. Es frío y serio con los demás, pero con ella no tiene miedo de mostrar su niño interior. Era una de las cosas que más le gustaban de él.

Le rugió el estómago y enterró la cara en su pecho de vergüenza. Michael se rió y ella le pellizcó la cintura.

«Voy a pedirle a Alex que te traiga algo de comer». Ella asintió y él llamó a Alex para que pidiera comida para ellos.

Ariana jugaba con los botones mientras él hablaba por teléfono. Michael terminó la llamada y le besó la frente.

«No dejes que ninguna otra mujer llegue a ti con meras palabras. Sé a quién quiero y nadie puede cambiarlo. Te quiero a ti». Le dijo seriamente pero el afecto en sus ojos no podia ocultarse.

Ariana sintió sus ojos un poco llorosos. No quería apartarlas, así que las dejó caer.

Michael le secó las lágrimas con el pulgar. «Desde el momento en que la señorita Wright entró en la oficina supe que no tramaba nada bueno, pero quería que te encargaras tú misma y lo hiciste».

Ariana le sonrió. Este hombre era realmente increíble.

«Tampoco tienes que preocuparte por Sammy y mi madre. Algún día tendrás una reunión formal con ambos». le dijo Michael.

«¿Qué quieres decir?» Ariana no les había preguntado nada en las últimas dos semanas y no los había visto. Era la primera vez que Michael le hablaba de ellos desde aquel día.

Le cogió la mano izquierda y jugó con su dedo anular. Ya era hora de que empezara a llevar el anillo que él le había comprado y de que celebraran una boda oficial.

Eso sería después de presentarle a su verdadera familia y a la suya. Sólo esperaba que no se enfadara con él cuando llegara el momento por mantenerlo en secreto.

«Prometo explicártelo todo algún día, pero por ahora sólo quiero que confíes en mí. Sólo quiero protegerte». Ariana se sintió conmovida por sus palabras pero no pensó demasiado en ello. Decidió confiar en él desde el momento en que aceptó casarse con él.

«Confío en ti». Ella le abrazó más fuerte y apoyó la cabeza en su bíceps.

Él le pasó los dedos por el pelo durante un rato en silencio. Susurró apenas audible: «Te amo mi Conejita».

Oyó su respiración uniforme que indicaba que se había quedado dormida en sus brazos. No esperaba una respuesta, pero entonces oyó su voz soñolienta: «Yo también te quiero, mi marido».

Michael sonrio y se sintio el hombre mas feliz de la tierra en ese momento. Le entraron ganas de bailar, pero no quería despertarla.

La llevó al salón y la colocó en la cama. Media hora después Alex llegó con la comida.

Era casi la hora de salida de los empleados pero el tenia una reunion de alto nivel despues del trabajo.

Dejó la comida en la mesita del salón y decidió dejarla dormir. La reunión sólo durará una o dos horas. Para entonces ya estará despierta y habrá comido.

Dos horas después…

Michael entro en el salon pero no la vio y el recipiente de la comida estaba sobre la cama abierto de par en par.

Se dirigió a la zona del cuarto de baño, donde oyó un crujido. Se apresuró a llegar a su lado y le sujetó el pelo.

Estaba vomitando pero no salía nada.

«¿Qué te ha pasado?» le preguntó frotándole la espalda con la siguiente mano.

«Abrí la caja de comida pero cuando olí lo que había dentro me entraron ganas de vomitar». Se quejó sabiendo que es su comida favorita y ahora no puede comerla.

Michael frunció el ceño: «Esa es tu favorita. Pollo agridulce con puré de patata». Michael no podía entender cómo se había vuelto tan rara. Pidió lo mismo y no tiene nada de malo.

Se enderezó y fue al lavabo para lavarse las manos y la boca. «Estoy lista para irme a casa. Prepararé macarrones con queso para comer». Sonrió alegremente al pensar en macarrones con queso.

Michael ya no pensaba demasiado en ello.

Fue a comprobar la comida pero no había nada fuera de lo normal en ella. Parece que tendría que llevarla al médico por su estómago.

El día siguiente era viernes.

Michael decidió llevarla al hospital y, a pesar de todas sus protestas, no accedió a nada.

«¿Por qué tengo que ir? No me pasa nada». Se quejó toda la mañana.

A Michael se le ablandó el corazón ante sus súplicas, pero tuvo que mantenerse firme.

Llegaron al hospital y salieron del coche. Cuando llegaron a la primera planta, antes de entrar en el ascensor, Michael se dio cuenta de que se había dejado el teléfono en el coche.

«¿Puedes quedarte aquí? Voy a coger mi teléfono del coche». Le preguntó Michael antes de volverse hacia la entrada.

Ella salió del ascensor y se colocó a un lado mirando hacia la entrada.

De repente oyó una voz familiar detrás de ella. «No sabia que eras tan cruel. Me alegro de haberte tirado como a un trozo de basura».

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