Segunda oportunidad
Capítulo 468

Capítulo 468:

«¡Déjenme ir! ¿A dónde planean llevarme? ¡No! ¡No iré con ustedes!»

La mujer fue arrastrada a un coche por varios hombres, y trataba desesperadamente de alejarse de ellos. Los transeúntes fingían no ver lo que ocurría. Tal vez habían visto una escena similar en este club varias veces.

«Date prisa, ¿Quieres? Cada minuto es precioso. ¿Quieres tener se%o o no?», dijo alguien desde el interior del coche. Sonaba impaciente.

«Señor, no soy ese tipo de chica. Por favor, déjeme ir».

Los hombres ignoraron sus súplicas y siguieron empujándola dentro del coche. Ella seguía forcejeando, gimoteando y suplicando que la soltaran.

Uno de los hombres perdió los nervios y la abofeteó.

«¡Deja de fingir que eres v!rgen! Todas las mujeres que trabajan en un lugar como éste son pr%stitutas. Si consigues satisfacerme, te pagaré una buena cantidad de dinero».

La mujer se cubrió la cara y gritó: «Por favor, señor… déjeme ir. Mi hijo me espera en casa».

Otro hombre le pellizcó la cara.

«Todavía eres una estudiante, ¿No? ¿Quién creería que ya tienes un hijo?”.

“¡Date prisa, maldición! ¡Estás perdiendo demasiado tiempo tratando con una mujer soltera!», gimió el hombre del coche.

La mujer se agarraba al marco de la puerta como si su vida dependiera de ello, y apoyaba los pies contra el coche, negándose a entrar.

«Les doy diez segundos para que la suelten”. Dije, de pie cerca con los brazos cruzados. Los hombres se detuvieron. Incluso la mujer dejó de llorar al oírme.

Todos se dieron la vuelta y me miraron fijamente. «¡Vaya! Qué belleza”.

“¡Hola, se%y! Tienes unas bonitas curvas».

Los ojos de los hombres se iluminaron al clavarme sus obscenas miradas. Cuando la mujer me vio, se le saltaron las lágrimas.

«¡Eveline!», gritó.

La mujer era Tina. Anoche, cuando la vi pasar, pensé que era ella. Y resultó que realmente era Tina. Mientras la miraba, la consolé en silencio con la mirada.

Luego, levanté mi muñeca y les mostré mi reloj.

«Se acabó el tiempo, chicos. ¿Por qué no la sueltan ya?».

El hombre del coche asomó la cabeza. Al verme, sus ojos rebosaron admiración. Golpeó el borde de la ventanilla con los dedos, sonriendo obscenamente.

«Señorita Hermosa, le sugiero que se ocupe de sus asuntos. ¿O está intentando llamar mi atención porque también quiere jugar conmigo?».

Uno de los hombres trató de incitarle.

«¡Déjate de tonterías! Llevémosla también con nosotros», dijo.

No me asusté en absoluto. Me quedé mirándoles fijamente, creyendo que podían ver el desprecio que les tenía. Y era quizás este mismo desprecio lo que les hacía querer capturarme aún más.

«Llévatela con nosotros».

El hombre del interior del coche guiñó un ojo a los otros matones, y pronto soltaron a la tonta de Tina.

No mucho después, caminaron hacia mí con expresiones temibles. Les mostré una sonrisa, imperturbable. Para mí, esa gente no eran más que un puñado de payasos. Antes de que ninguno de ellos pudiera acercarse, el hombre que iba en cabeza cayó al suelo de una patada.

Ady se puso delante de mí, lanzando una mirada severa a los hombres p%rvertidos que teníamos delante.

El hombre que fue derribado era un mal perdedor.

«¡Z%rra! ¡Golpea a esa hija de p$ta y vi%lala!», maldijo.

En un abrir y cerrar de ojos, Ady estaba enzarzado en una batalla contra aquellos hombres.

Ayudé a Tina a escapar y esperamos en mi coche mientras Ady luchaba.

El hombre que estaba dentro del coche se dio cuenta de que la situación se estaba volviendo desfavorable para ellos, así que salió del coche para ayudar.

Aunque Ady estaba luchando contra varios hombres, no temía por ella en absoluto. Aquellos delincuentes no eran rivales para ella.

En cuestión de minutos, los había incapacitado a todos uno por uno. Ady volvió al asiento del conductor, arrancó el coche y nos sacó inmediatamente de allí.

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