Segunda oportunidad
Capítulo 437

Capítulo 437:

De repente, aparté a Derek de un empujón con gran fuerza e intenté controlar mi inestable respiración. Confundido, me miró con fuego en los ojos. Justo cuando iba a taparme la cara con la mano, me aparté. Me levanté y agarré mi camisa, que ya estaba abierta.

«Voy a cambiarme de ropa». Corrí hacia mi salón tan rápido como mis piernas podían llevarme. Una vez cerrada la puerta, me apoyé en ella y respiré con dificultad. Los hombres podían tener se%o sin amor, pero las mujeres no. No podía ignorar mis pensamientos internos.

Pronto encontré otra camisa y me cambié la mía que se había ensuciado con leche materna. Al abrir la puerta del salón, encontré a Derek apoyado en la pared junto a la puerta, como si me hubiera estado esperando.

Salí con calma, tratando de ignorarlo, pero no tardó en abrazarme. Parecía que se había calmado, pero su respiración seguía siendo agitada. Podía oír los latidos de su corazón.

«Cariño, sé que sigues enfadada conmigo», me susurró al oído. Le aparté con suavidad, volví a mi mesa y me senté.

Abrí unas carpetas y le dije: «Si quieres se%o, búscate a otra».

Por un momento, se hizo el silencio en la habitación. Esperé y esperé, sin saber qué diría o haría. Al cabo de un rato, Derek dio unos pasos hacia mí. Se detuvo frente al escritorio y permaneció en silencio durante largo rato. Ni siquiera me atrevía a mirarle. Y no estaba segura de si tenía las manos en los bolsillos relajadas o apretadas.

«Eveline, soy un humano, no una bestia. No pude resistir el impulso de hacerlo, porque es contigo. De todos modos, me voy a ver a mis hijos», dijo.

Minutos después de que se fuera, me quedé mirando la puerta y me sentí vacía. Ajusté el espejo de mi escritorio y me miré fijamente. Tenía las mejillas sonrosadas y los labios ligeramente hinchados. Sus palabras antes de marcharse seguían resonando en mi cabeza, y provocaron una marea de tristeza que recorrió mis venas.

Parecía que habíamos acordado tácitamente actuar como si nada hubiera pasado. Derek seguía siendo bueno conmigo y con nuestros hijos, pero nunca volvió a tomar la iniciativa de acercarse a mí.

Cuando quería fumar, se sentaba largo rato en el balcón. En ese momento, estaba fumando de nuevo en el balcón, mirando las tenues luces de la ciudad, mientras yo contemplaba su espalda en medio de la oscuridad. A mí me pareció disgustado y desdichado.

Mentiría si dijera que no se me rompió el corazón al verle así. Cuando nuestros hijos cumplieron cien días, los llevamos a un estudio fotográfico para que los retrataran. A petición del fotógrafo, hicimos todo lo posible para que sonrieran.

Después de fotografiar a los bebés, el fotógrafo sugirió que nos hiciéramos unas cuantas fotos de familia. Mientras me cambiaba en el camerino, me costó subirme la cremallera del vestido. De repente, sentí unas manos que me subían la cremallera por detrás.

Un poco avergonzada, me recogí el cabello y me dispuse a salir del camerino. Sin embargo, Derek me detuvo. Me cogió por los hombros y me miró fijamente a los ojos.

«Vuelvo a Sousen mañana a las ocho de la mañana».

Le devolví la mirada, aturdida y sorprendida. La noticia me había llegado de repente. Aunque me había mantenido alejada de él estos días, sabía que la tristeza que sentía en ese momento era cierta. Oírle decir que se iba me rompió el corazón.

Incluso ahora, seguía mirándome con ternura en los ojos. Mientras me abrazaba, no sentí lujuria. Sólo afecto, anhelo y reticencia a separarse de mí.

«Vamos a hacernos una foto de familia. Después de eso, vamos a comer a algún sitio, ¿Vale? Sólo nosotros dos».

Por fin me soltó y volvió a mirarme a los ojos, esperando una respuesta. Bajé la mirada y asentí ligeramente. Entonces, vi una sonrisa en sus labios.

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