Reina inesperada -
Capítulo 2
Capítulo 2:
POV Antonio
Una vez que este trato esté hecho, tengo reuniones fijadas durante toda la tarde.
El trabajo de un capo nunca termina.
Las puertas del fondo se abren y una mujer con velo se queda discutiendo con Lucrezia Larone. Sus voces se elevan hasta que Lucrezia empuja a la mujer, su hija Angelica, por el pasillo.
Angelica se queda parada un momento, sin saber qué hacer.
Luego respira profundamente y camina hacia el altar. No de una manera formal.
Solo un paso normal, aunque se tambalea un par de veces.
O bien no puede ver a través del grueso velo o no está acostumbrada a caminar con tacones, tal vez ambas cosas.
Gilly se ríe.
Le dirijo una mirada de muerte.
Cuando llega al último escalón, se gira y lanza su ramo a la dama de honor más cercana.
La multitud lanza más jadeos.
Luego comienza a subir los escalones. Sus pies se enredan en su vestido exagerado.
Me abalanzó sobre ella y la agarró antes de que se caiga, le rodeo la cintura con el brazo y la subo por las escaleras hasta el cura.
Hace un sonido de resoplar con los labios y empieza a juguetear con el velo.
Después de rebuscar un poco, se lo quita del rostro y se lo pone sobre la cabeza.
“Maldito infierno”, murmura.
“Qué montón de m!erda”
Celo oscuro, labios rojos, piel clara y boca de marinero.
Mi corazón parece tartamudear, mi mundo gira sobre su eje cuando ella me mira, con sus profundos ojos marrones entrecerrados.
“¿Qué m!erda estás mirando?”
Maldición, su boca hace que mi p$ne se ponga rígida y mi corazón truene a un nuevo ritmo.
Por primera vez desde que acepté este trato, yo… creo que podría haber cometido un error.
POV Angelica Miró fijamente a Antonio y espero su respuesta.
Me preparo para ello.
Sé que una de las dos cosas que se avecinan es que va a cancelar todo esto.
O bien va a cancelar todo esto, que es lo que espero que elija, o bien voy a pagar por la falta de respeto que ha salido de mis labios.
Incluso el cura está de pie con los ojos muy abiertos esperando la respuesta de Antonio.
“Estoy mirando a mi novia”
Me agarra del antebrazo.
Intentó apartarlo de él, pero es inútil. Me atrae hacia él y me acurruca a su lado.
“Comience”, le ordena al sacerdote.
No puedo creer que vaya a seguir adelante con esto.
“Te vas a arrepentir”
Le siseo en voz baja, dándome cuenta de que ya es demasiado tarde.
No se va a echar atrás, y ya he hablado.
Podría decir lo que quisiera. El resultado siempre será el mismo.
Lo aprendí a una edad muy temprana.
No importaba lo bien que te comportes, siempre te golpeaban por algo.
Más vale darles una razón.
“¿Arrepentirme? Esa no era la palabra en la que estaba pensando”
Me susurra mientras el cura sigue parloteando.
Me trago el miedo.
Realmente va a hacer esto.
No sé por qué pensé que mi plan de ser irrespetuosa funcionaría.
Supongo que pensé que, si me veía como un puñado, simplemente se iría.
El pánico empieza a surgir dentro de mí al ver que no es así.
Se me hace un nudo en la garganta.
“Respira, Angelica”
Respiro profundamente, dándome cuenta de que no he respirado.
“No puedo permitir que te desmayes todavía”
“¿Qué significa eso?”
Lo miró fijamente, pero echo la cabeza hacia atrás
cuando me doy cuenta de que ya me está mirando.
¿Está planeando dejarme fuera de combate?
Aprieto los dientes al pensarlo.
El corazón me late tan fuerte que ahoga las palabras del cura.
Como si importaran.
Todo esto es una m!erda.
Amar y respetar mi trasero.
Lo del honor y el respeto también es de risa.
Mi padre nunca tuvo ninguna de esas cosas para mí, así que no espero que haya elegido un esposo que lo haga.
Mi vida está acabada.
No es que la haya tenido mucho antes.
Voy de un infierno a otro, solo que en este no está mi hermana mayor.
Aunque soy la que actúa como mayor cuando se trata de nosotras dos. Solo once meses nos separan.
Se suponía que era ella la siguiente en casarse, pero como a Antonio le daba igual con quién se casara, se quedó conmigo.
Mi hermana mayor es ahora la última de nosotras que no está casada.
Es hermosa, y todo el mundo siempre comenta ese hecho, lo que hace que quiera correr y esconderse.
Ya no estaré ahí para protegerla o para lanzar uno de mis ataques para alejar la atención no deseada de ella.
Ella y yo somos opuestas en casi todos los sentidos en lo que se refiere a nuestro aspecto, excepto por nuestro cabello oscuro.
A ella le tocó la lotería y consiguió unos ojos azules brillantes y unas piernas por las que la mayoría de las mujeres morirían.
Unas que la harían desfilar por una pasarela si tuviéramos una vida diferente, pero no la tenemos.
Ambas estamos condenadas.
“Acepto”
Las palabras de Antonio me devuelven al momento.
“Dilo”
Me ordena cuando el cura se acerca a mí a continuación.
Trago saliva y empujo las palabras.
“Sí, acepto”
“Los declaro marido y mujer”
Antonio ya me gira hacia él.
Cierro los ojos y cierro los labios.
Ya le he dicho esas estúpidas palabras.
No va a conseguir nada más.
“Puedes besar a la novia”
Me preparo, pero no sale nada.
La habitación está en absoluto silencio.
Abro uno de mis ojos y lo veo mirándome fijamente.
¿Qué?
¿No soy besable?
No es que quiera que me bese, pero aun así.
“¿Qué demonios…?”
Mis palabras se detienen cuando su boca cubre la mía.
Espero que el beso sea duro, pero su boca es suave contra mí.
Todo lo contrario que cualquier otra parte suya que se aprieta contra mí.
Jadeo cuando siento el contorno de su p$ne contra mi estómago.
Aprovecha el momento para deslizar su lengua por mis labios separados.
Me sujeta las caderas con firmeza, manteniéndome en su sitio, pero su beso sigue siendo lento.
Su lengua acaricia la mía suavemente y empiezo a devolverle el beso.
Se me escapa un pequeño g$mido.
Oh, no.
¿Qué estoy haciendo?
Quiero decir, soy humana y, por mucho que no quiera admitirlo, mi nuevo esposo es guapo. Sigue siendo un imbécil que se va a arrepentir del día en que decidió casarse conmigo, pero es muy guapo.
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