Regresando de la muerte – Acceso Anticipado -
Capítulo 995
Capítulo 995:
Sebastián había escuchado el tono incómodo y visto su cuerpo rígido, pero, aun así, dijo esas palabras sin cuidado.
Devin se quedó sin palabras.
¿Qué daba de sí aquel momento?
Ese momento era como cuando un culpable está tratando de inventar excusas hasta que alguien lo abofetea con pruebas sólidas de sus fechorías.
El rostro de Devin pasó de rojo a pálido antes de oscurecerse. Devin, que nunca había sido otra cosa que tranquilo y sereno incluso ante los peores terroristas, estaba entrando en pánico.
Los cambios de expresión en su rostro incluso divertían a Sebastián.
«Sebastián…»
«Está bien, de verdad. Sé que no quieres casarte con ella por lo que pasó entre tus padres y yo. Aun así, Devin, ¿Podrías escuchar mi petición? Si estás realmente decidido, por el bien de nuestra amistad, por favor no le des más esperanzas».
Ambos se callaron después de eso, pero Sebastián siguió mirándolo fijamente.
Sebastián no llevaba muchas capas. El clima del sur era mucho más cálido que el de Jadeborough, que era una ciudad del norte.
Sin embargo, mientras estaba allí -el sol poniente alargaba su sombra-, parecía un demonio. Eso hizo que a Devin le recorriera un escalofrío por la espalda, y también le hizo palidecer.
Por un momento, quiso explicarle todo.
Sin embargo, cuando pensó en que sus padres habían tenido una muerte trágica y en cuáles habían sido las últimas palabras de su madre, cerró los ojos.
«De acuerdo, lo tengo», dijo en un murmullo.
Luego, se dio la vuelta y se fue.
Sebastián lo vio salir mientras su corazón se hundía, sus dedos se curvaron para apretar los puños.
«Sebby, ¿Por qué estás ahí parado? He oído que Devin estaba aquí. ¿Dónde está?
¿Se ha ido?»
En ese momento, Sasha bajó las escaleras y vio la escena desde el interior de la villa. Casi inmediatamente, se acercó corriendo.
Sebastián finalmente dio la espalda.
«Sí, estaba ocupado».
Se giró para darle un vistazo. Al ver que ella había salido sólo con una fina bufanda, alargó la mano para atraerla a sus brazos y la cubrió con la chaqueta que llevaba puesta.
«¿Por qué estás aquí abajo? Tú ni siquiera te has puesto el abrigo».
«Tenía prisa por venir cuando me enteré de que estaba aquí. Sebby, ¿Ha venido a buscar a Sab? Oh, sí. Incluso escuché que Sab volvió con él. Están los dos…»
Sasha sacó la cabeza de su chaqueta para darle un vistazo.
Sin embargo, el hombre no respondió a su pregunta.
En su lugar, bajó la cabeza para presionar un fuerte beso en sus labios carnosos.
Sasha se quedó sorprendida por su acción.
«Muy bien. No tratemos de emparejarlos más. No hay un buen final para ellos. Si realmente tienes tiempo, deberías explicarme por qué te has ido abruptamente al hospital a trabajar de nuevo».
«¿Eh?»
Sasha se quedó boquiabierta ante la pregunta que no tenía nada que ver.
«Yo… estoy allí para ganarme la vida».
«¿Ganarse la vida?»
«Así es. Mira, nos acabamos de mudar aquí. Tú… no vas a volver a la Residencia Hayes, ¿Verdad? Somos una familia grande, y ciertamente necesitamos gastar dinero. Aunque todavía tienes algunos ahorros, se agotarán con el tiempo. Así que me puse en contacto con mis antiguos compañeros del hospital para pedirles que me presentaran al trabajo».
Sasha estaba aterrorizada y apenas consiguió balbucear su explicación mientras él fijaba su penetrante mirada en ella.
Lo que le contó fue su plan.
Sasha no sabía cuánto le quedaba a Sebastián.
Sin embargo, si no volvía con la Familia Hayes, era probable que pronto quedaran en bancarrota sin ingresos. Los tres niños estaban en la escuela, y además de los gastos de manutención, la gigantesca casa en la que vivían…
Sasha tenía mucha prisa por conseguir un trabajo.
Sin embargo, para su sorpresa, justo cuando esas palabras salieron de su boca, el hombre que la rodeaba con sus brazos le lanzó una extraña mirada.
«¿Quieres pedirme que te entregue todos mis bienes?»
«¿Qué?» A Sasha le atrapó su pregunta con la guardia baja.
“No. No es eso. No es a eso a lo que me refiero…»
«Está bien. Tú puedes tenerlos».
«¿Eh?»
Aquella afirmación no fue más que un rayo de luz.
Media hora más tarde, en su dormitorio del tercer piso, Sasha se encontró mirando los diversos certificados de propiedad y tarjetas de crédito que estaban tirados por el suelo.
Una vez más, estaba desconcertada.
«Mira, cariño, todos estos son mis bienes, y ahora, son tuyos». Sasha no habló.
«He oído a Peter y a los demás que los hombres casados son así. Entregan su sueldo a sus esposas, y ganan el dinero para sus esposas.
Todo es de la esposa, y así sus familias son siempre felices.
Por lo tanto, cariño, así será también nuestra familia».
Al final de su discurso, Sebastián incluso le entregó la pequeña bolsa que tenía más cerca.
¿Qué demonios le había dicho Peter?
Sasha se quedó estupefacta, y sus ojos se abrieron de par en par hasta el punto de que parecía que iban a salirse de sus órbitas.
Con manos temblorosas, le quitó la bolsa y la abrió.
¡Santo cielo!
No pudo resistir el impacto y se cayó al suelo.
¿Qué demonios? ¡Son todos diamantes!
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