Regresando de la muerte – Acceso Anticipado -
Capítulo 1903
Capítulo 1903
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Sasha no tenía ni idea de si la película romántica que había elegido era demasiado literaria o no, pero cuando iba por la mitad, oyó una respiración agitada a su lado.
Se giró y vio que Ian se había quedado dormido.
«Oh, bueno…»
Riéndose exasperada, se quitó el abrigo y se lo puso por encima.
«No… Sin previo aviso, su hijo se agarró a ella con fuerza”.
Sasha se sobresaltó un instante.
«¿Ian?»
«No… No te la lleves. No… desaparezcas. No la molestaré más».
La agarró firmemente del brazo mientras pronunciaba entrecortadamente aquellas palabras con voz ahogada en su sueño, como si le suplicara.
Por un instante, la mente de Sasha se quedó en blanco.
Miró a su alrededor, sólo para ser recibida por la inmensa oscuridad que la rodeaba mientras sonaba una triste pieza musical de la película. De repente, cayó en la cuenta.
Su expresión cambió.
Éste es un espacio extraordinariamente adecuado para la hipnosis. Y ahora mismo, también es el motivo por el que está en las garras de una pesadilla.
Sintió que el dolor de su brazo aumentaba, y una clara humedad goteaba por las comisuras de los ojos de Ian, que se hallaba en las garras de una pesadilla.
Finalmente, apretó los dientes y le puso la otra mano en la frente, que estaba húmeda de sudor frío.
Había muchos métodos para llevar a cabo una hipnosis.
Por desgracia, ella no tenía mucho talento en ese aspecto. En aquel entonces, el único método que aprendió de aquel profesor de Jetroina para salvar a Sebastián era el método del desapego emocional. Se conseguía masajeando algunos acupuntos faciales del paciente.
El profesor le enseñó ese método precisamente porque tuvo en cuenta el hecho de que ella sabía.
Al instante, Sasha pudo sentir cómo su hijo entraba en un profundo sueño.
«¿Qué decías hace un momento, Ian? ¿Quién va a desaparecer?»
«S-Susan…»
Una vez más, Sasha quedó desconcertada. Nunca había imaginado que su hijo hipnotizado pronunciaría aquel nombre.
¿Susan? ¿Por qué no quiere que desaparezca? Además, ¿Por qué iba a desaparecer?
Tardó un buen rato en serenarse antes de preguntar: «¿Por qué? ¿Por qué iba a desaparecer?».
Ian, hipnotizado, respondió: «Porque…
Sigrith dijo que no deseaba verme… teniendo nada que ver con su hija. No quería arruinar la relación con la Familia Jadeson. Si insisto, ella… desaparecerá con ellos».
Al final, el muchacho hipnotizado reveló aquel último secreto en un gemido ante su madre, con el aspecto de un cachorrito magullado y maltratado.
En efecto, ésa era la verdad tras su petición de que le borraran la memoria.
La última vez que habló por teléfono con Susan durante las vacaciones del año pasado, la decisión de ésta de abandonar le había dolido mucho.
Sin embargo, no estaba dispuesto a darse por vencido.
No fue hasta que Sigrith, de Jadeborough, recibió la noticia de que estaba saliendo con su hija Susan. Totalmente desconcertada, llamó a la puerta de Ian el mismo día que éste regresó a Jadeborough.
Aquel día el tiempo era extremadamente caluroso y húmedo.
Sin embargo, cuando Ian salió por la puerta y la vio arrodillada ante él, lo envolvió una sensación de frío que calaba hasta los huesos.
A continuación, todo lo que había dicho antes bajo hipnosis se repitió.
Sigrith amenazó con alejar a Susan de Jadeborough para que no pudiera encontrarla nunca si mantenía una relación romántica con ella.
Ian se derrumbó allí mismo.
Sabía que no podía impedirlo.
Tampoco podía cambiar nada, pues Susan tenía entonces demasiadas preocupaciones. En primer lugar, había pensado demasiado y se estaba rindiendo, así que la esperanza era tanto más insignificante con la interferencia de su madre.
Al final, aquella misma noche se fue al extranjero y buscó a Kurt.
Tras encerrarse en su habitación durante diez días y diez noches, optó por olvidar aquellos recuerdos que le atormentaban.
Eso lo era todo.
Sasha se sentó en la sala de cine en un silencio atónito.
Ni siquiera se dio cuenta de que la película había terminado mientras miraba sin comprender a su hijo, que seguía dormido a su lado.
«¿Señorita? ¿Señorita?»
Efectivamente, el personal la llamó al ver su estado de aturdimiento.
Sólo entonces recobró el sentido.
Media hora más tarde, en una cafetería junto al cine, Ian se golpeó la nuca, que aún le daba vueltas, mientras preguntaba a su madre: «¿Estás segura de que la leche que compramos estaba bien, mamá? ¿Por qué me duele tanto la cabeza?».
«Sí, no tenía nada de malo».
Sasha lo miró con ternura.
Sacó una aguja de plata, larga y fina, y se la introdujo en el acupunto después de hacerle estirar el brazo.
«Recuerda esto, Ian: tengas la edad que tengas, me tienes a mí y a tu padre apoyándote. Si tienes algún problema, acuérdate de hablar con NOSOTROS, ¿Vale?».
«De acuerdo».
Ian escrutó a su madre, que tenía los ojos enrojecidos, y su comportamiento le pareció un poco extraño.
¿Por qué es tan sentimental de repente? Además, ¿Ha llorado? ¿Era por la película de antes?
Sin embargo, le daba vergüenza formular esa pregunta, ya que no acababa de ver la película.
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