¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? -
Capítulo 93
Capítulo 93:
respondió Sharon casi por reflejo. Mientras tanto, la expresión de Katelyn se ensombreció. La audacia de la familia Bailey la escandalizaba una y otra vez, dejándola sin palabras. Sharon parecía no entenderlo. La frustración dejó a Lise sin palabras.
Ahora estaba más irritada con Sharon que con Katelyn. ¿Sharon era siempre tan imprudente? ¿Por qué tenía que provocar a Katelyn? Con Sharon causando tantos problemas, a Lise le tocaba arreglar el desaguisado.
Aunque llevaba poco tiempo con la familia Bailey, ya se arrepentía de haber vuelto debido a los interminables problemas.
Katelyn mostró una sonrisa en la comisura de los labios y la expresión de sus ojos se volvió más fría. Se señaló a sí misma y preguntó incrédula: «¿Estás sugiriendo que pida dinero prestado para cubrir tus deudas?».
Sharon apretó los dientes. La conversación había llegado al límite. Se sentó en la cama y soltó: «Sí, ¿no es muy rica esa mujer, Aimee? Además, últimamente ha estado muy unida a Vincent, ¿no? Pregúntaselo y seguro que te presta el dinero. Una vez que la empresa se estabilice, se lo devolveré».
En ese momento, Katelyn comprendió plenamente su desesperada intención de sacarle fondos hoy mismo. Su codicia y desvergüenza no tenían límites. Lise le guiñó un ojo a Sharon. Estaban en una situación en la que necesitaban ayuda, así que no podían permitirse ser demasiado contundentes. Volviéndose hacia Katelyn, Lise suspiró una vez más.
«Katelyn, intenta no darle demasiadas vueltas. La familia Bailey está realmente acorralada ahora mismo. La empresa es la culminación de los esfuerzos de toda una vida de nuestros padres. No querrías verla fracasar, ¿verdad?»
«Por última vez, ése es tu problema», replicó Katelyn, con los ojos cada vez más fríos. «Si no tenéis dinero, ¿por qué no vais a pedirlo prestado vosotros mismos?».
Había decidido no volver a ablandar su corazón hacia los Bailey. La visita al hospital había sido un error del que pensaba aprender. Katelyn se dio la vuelta para marcharse.
El pánico se apoderó de Sharon de inmediato. Si Katelyn se marchaba, ¿cómo conseguirían el dinero? Qué chica tan testaruda. ¿Por qué no podía seguir el juego?
Se levantó bruscamente de la cama. Miró a Katelyn y le gritó: «¡Si no me prestas el dinero hoy, saltaré desde esta ventana! ¿No te he criado durante años? ¿Es mucho pedir este pequeño favor?».
Katelyn se dio la vuelta instintivamente, sólo para ver a Sharon corriendo hacia la ventana. Estaban en el…
Sharon ya había asomado medio cuerpo por la ventana. El viento azotaba a su alrededor, el terror evidente en sus ojos. Sus manos se aferraban al marco de la ventana, temblando de miedo pero decidida. Miró fijamente a Katelyn.
«Si muero, los medios de comunicación te culparán. Para entonces, no podrás vivir una vida tranquila».
Los ojos de Lise se abrieron de golpe. Corrió hacia su madre y le suplicó: «¿Qué haces? Esto es demasiado peligroso, por favor, baja».
La empresa es lo único que me queda. Si fracasa, no tengo nada por lo que vivir».
Lise, presa del pánico, se volvió hacia Katelyn y le dijo: «Katelyn, por favor. ¿De verdad quieres ver a mamá hacer algo tan…?».
Con una mirada complicada, Katelyn no supo qué decir en ese momento. Desde su actuación inicial hasta esta extorsión emocional, Sharon había demostrado que no se detendría ante nada para salirse con la suya.
La desesperación de Katelyn aumentó. Sacó una tarjeta bancaria del bolso y la puso sobre la mesa.
«Usa lo que haya en esta tarjeta. No te molestes en devolvérmela. Que sepas que, si vuelves a aparecer en mi vida, no me detendré».
Con esas últimas palabras, se marchó con paso firme.
Un fugaz destello de triunfo apareció en los ojos de Sharon y Lise. Sharon se apresuró a entrar con la tarjeta bancaria en la mano y una expresión de suficiencia en la cara.
«¡Lo sabía! Katelyn no sabe mantenerse firme cuando la presionan. Tenía que ceder».
Lise sonrió, conteniendo a duras penas su emoción, y dijo: «¡Esto es genial! Con esto podremos resolver los problemas de nuestra familia. A ver cuánto tenemos».
Salieron del hospital muy animados, directos al banco.
Pero cuando introdujeron la tarjeta en el cajero y vieron el saldo, sus expresiones se congelaron. La incredulidad de Sharon era evidente al exclamar: «¿Estoy viendo esto bien?».
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