Capítulo 67:

Los labios de Katelyn se curvaron en una mueca. «¿Qué te hace pensar que te debo alguna respuesta?».

Las manos de Neil se apretaron en puños, su expresión confirmando su comprensión.

«Justo lo que esperaba. Le has quitado todo a Lise. ¿Por qué no puedes seguir adelante?», exigió, con amargura en la voz.

Sus rasgos, antes afilados, se nublaron de ira.

Sin embargo, enmascaró rápidamente sus emociones con un barniz de arrogancia, teñido de un leve sentimiento de superioridad. «Siempre que aceptes aclarar las cosas ahora, puede que lo reconsidere y te dé otra oportunidad».

Katelyn lo miró, perpleja. Apretó los labios, tratando de encontrarle sentido al extraño comportamiento de Neil.

Con una pizca de lástima, señaló su cabeza y dijo: «Parece que hay algo raro en tu forma de pensar. Quizá deberías consultar a un médico».

Volviéndose para irse, encontró a Neil siguiéndola.

«Katelyn Bailey, escúchame. Esta es tu última oportunidad. Si la desperdicias, nunca tendremos un futuro juntos. Aunque me lo ruegues de rodillas, no reconsideraré aceptarte de nuevo».

Katelyn se quedó momentáneamente sin habla. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que Neil había insinuado antes.

Su ira la dejó sin palabras. Se maravilló de su ceguera ante alguien tan arrogante y tonto.

Cuando Katelyn permaneció en silencio, Neil lo tomó como un acuerdo y sonrió satisfecho. Estaba seguro de que, a pesar de todo, Katelyn aún albergaba sentimientos por él.

Sus ojos se desviaron hacia la sopa que Katelyn sostenía. «¿Ves? Aún recuerdas que tengo debilidad por tu sopa. Hace siglos que no la pruebo y la echo mucho de menos». Con eso, extendió la mano hacia la bolsa del almuerzo.

Sin embargo, Katelyn se apresuró a apartar la bolsa de su alcance. La expresión de Neil se ensombreció. Él había asumido que ella sería razonable después de su excusa.

Antes de que pudiera hablar, Katelyn le devolvió el golpe, con los ojos llenos de desprecio. «¿Crees que esta sopa es para ti? Nunca dije que lo fuera».

Neil arrugó la frente, confundido. «Si no es para mí, ¿entonces para quién?».

La respuesta le quedó clara al instante, y sus ojos se endurecieron con malicia.

Agarró el brazo de Katelyn con fuerza. «Entonces, ¿es para Vincent Adams? ¿Cuándo os involucrasteis?»

Katelyn tiró de su brazo, conteniendo a duras penas su rabia. «¡Piérdete!»

Los ojos de Neil ardían de furia. Siseó: «¿Estás furiosa porque he sacado a la luz tu pequeño secreto? Katelyn, no eres más que una puta. Debería haberte visto antes».

Su ira se intensificaba con cada palabra. En un arrebato de ira, cogió la bolsa del almuerzo y la tiró al suelo. El recipiente que había dentro se hizo añicos y la sopa salpicó por todas partes.

La furia de Katelyn se desbordó. Dio un fuerte pisotón en el pie de Neil. Sus tacones de cinco centímetros le provocaron una mueca de dolor.

«¡Argh!» La cara de Neil se contorsionó de agonía.

Pero Katelyn estaba lejos de terminar. Con una mirada fría, declaró: «Neil Wheeler, sólo de verte me dan ganas de vomitar. Me arrepiento profundamente de haberme casado contigo».

Neil sólo pudo rezongar en silencio, con los ojos clavados en Katelyn.

Sin dejarle un momento para responder, Katelyn añadió fríamente: «Ésta es tu última advertencia. Si vuelves a acosarme, habrá consecuencias».

Con eso, giró sobre sus talones y se marchó.

Neil se quedó allí, rebosante de ira y frustración. «Algún día pagarás por esto», juró.

Katelyn ni siquiera le dedicó una mirada. Con la sopa arruinada, se resignó a visitar a Vincent con las manos vacías.

Para su sorpresa, al acercarse a la puerta, pudo oír voces procedentes del interior de la sala de Vincent.

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