Capítulo 245:

Neil se quedó de pie en el umbral de la puerta, con la mirada fría mientras observaba a Lise, sin saber qué emoción expresar al enfrentarse a ella.

La rueda de prensa de hoy había desencadenado una inesperada oleada de escrutinio público.

Las acciones de la empresa se habían desplomado, había una avalancha de comentarios negativos en Internet y Katelyn incluso había acusado a su nueva línea de joyas de ser una copia directa de sus diseños. Estaba claro que esta línea de joyería tendría dificultades para atraer compradores.

Esto significaba que todo el tiempo y el dinero invertidos habían sido en vano. Aunque la pérdida financiera era soportable, el daño a su reputación era mucho más grave.

La crisis se había agravado rápidamente, como un incendio. Numerosos socios internacionales habían rescindido sus contratos con el Grupo Wheeler, por no hablar de los socios comerciales locales. Todos estos resultados desastrosos se remontaban a Lise.

Neil ocultó sus verdaderos sentimientos con la mirada perdida, mientras que Lise parecía no darse cuenta en absoluto.

Se adelantó y abrazó a Neil con fuerza, empapándole el traje con sus lágrimas.

A través de sus lágrimas, Lise consiguió decir: «Neil, por fin estás aquí. Temía perderte para siempre».

Desde su ángulo, Neil pudo ver el frío distanciamiento y el breve destello de disgusto en sus ojos.

Neil comprendía la superficialidad de Lise y sus aspiraciones a igualar el estatus de Iris.

Ella sabía lo vital que era esta rueda de prensa para el Grupo Wheeler. Sin embargo, optó por mentir descaradamente, tergiversando la narrativa a su favor y utilizando al Grupo Wheeler como trampolín.

Y en el momento en que intentó subir más alto, fue derribada con fuerza.

Al principio, Lise había conseguido engañar a todo el mundo, incluso a él.

Si hubiera sabido antes lo de los diseños plagiados y el engaño de Lise, nunca se habría rebajado a actos tan vergonzosos.

Por desgracia, la vida no ofrecía segundas oportunidades.

«Suéltame», dijo Neil, con una voz escalofriantemente firme y carente de emoción.

Lise se agarró con más fuerza, negando con la cabeza.

«NO, tengo miedo de que, si te suelto, desaparezcas de mi vida para siempre». Lloró más fuerte, colocándose deliberadamente para que sus lágrimas cayeran sobre el cuello de Neil.

«Neil, este desastre es culpa mía. Tienes todo el derecho a estar enfadado conmigo, pero por favor, no me dejes. No desaparezcas de mi vida. ¿Tienes idea de lo que he pasado esta tarde?».

Una sonrisa lenta y burlona apareció en los labios de Neil.

En el lapso de una sola tarde, una derrota devastadora lo había cambiado por completo.

Sus sentimientos hacia ella habían cambiado, junto con todo su comportamiento.

Apartó a Lise de un empujón. «He dicho que la sueltes.

«De ninguna manera.»

La paciencia de Neil se quebró. Agarró con firmeza el brazo de Lise, apartándola, y luego la empujó hacia el sofá.

La gentileza habitual que mostraba hacia Lise había desaparecido. Era la primera vez que la empujaba físicamente.

Aunque la empujó al sofá en vez de al suelo, Lise lo miró sorprendida.

«Neil, ¿estás intentando cortar conmigo? ¿Has renunciado a lo nuestro?».

Mirando a Lise, el rostro de Neil era inexpresivo y frío. «Tu sola mentira le ha costado hoy al Grupo Wheeler más de 20.000 millones, y eso es sólo el impacto local. Internacionalmente, es aún peor».

Al oír esto, a Lise se le encogió el corazón.

Hacía poco que se había reincorporado a la familia Bailey y no se había dado cuenta del enorme impacto financiero que podía tener un escándalo en una gran empresa que cotizaba en bolsa.

Las pérdidas de acciones representaban la mitad de esa enorme cantidad. Una empresa extranjera se había enfrentado a una crisis similar, perdiendo 17.000 millones en un solo día debido a un desastre de relaciones públicas.

Neil no exageraba: todo se debía a la falta de honradez de Lise.

Al darse cuenta de la magnitud de la crisis, Lise palideció. Rompió a llorar.

«Neil, no sabía que llegaríamos a esto. Sólo quería animarte, aliviar tu estrés».

La expresión de Neil no cambió.

Las lágrimas de Lise ya no le conmovían.

«¿Así justificas el haberme mentido?», preguntó.

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