Capítulo 19:

Lise y Neil se quedaron atónitos, preguntándose si habían oído mal la sorprendente revelación.

¿Podría Lise ser realmente la hija de los Bailey? ¿Y qué hay de Katelyn?

Antes de que pudieran procesar completamente la noticia, la voz de Sharon, entrecortada por las lágrimas, llegó a través de la línea.

«Hemos completado la prueba de paternidad. Lise, tú eres mi hija biológica, no Katelyn. Lo siento mucho».

Lise parpadeó, con la mente en blanco.

La vida que había envidiado de Katelyn, creyendo que se la habían robado, era en realidad suya desde el principio.

«¿Es una broma cruel?», se preguntó en silencio.

Aferrando el teléfono con más fuerza, con voz temblorosa, Lise preguntó: «Sharon, ¿estás segura?».

Sharon, secándose las lágrimas, respondió con firmeza: «Por supuesto. Envíame tu dirección. Iré a verte con los informes de ADN y lo comprobarás por ti misma».

Tras una breve vacilación, Lise le dio la dirección.

Una vez finalizada la llamada, compartió una mirada de desconcierto con Neil.

Confundida y abrumada, se volvió hacia él. «¿Estoy soñando? ¿O lo he oído de verdad? ¿Soy realmente la hija de los Bailey? Estabas destinado a ser mi marido».

Con esta nueva identidad, Lise se dio cuenta de que ya no se enfrentaría al desprecio ni se sentiría inferior.

En lugar de eso, ahora podía afirmar el lugar que le correspondía, incluso por encima de Katelyn si así lo deseaba.

Mientras Lise contemplaba los probables desafíos y desprecios a los que se enfrentaría Katelyn una vez revelada la verdad, una sensación de anticipación se agitó en su interior.

Cogiéndole la mano con firmeza, Neil le confirmó con seriedad: «Lise, has oído bien. Estamos destinados a estar juntos. Después de todo, nos encontramos donde debemos estar».

Neil comprendió rápidamente la situación.

A lo largo de los años, las familias Wheeler y Bailey habían colaborado en numerosos proyectos.

Aunque Katelyn y Neil habían firmado su acuerdo de divorcio, la división de los intereses empresariales que compartían seguía sin resolverse. Neil no vio la necesidad de disolver sus colaboraciones en curso en este momento.

Habiendo ganado la partida en su matrimonio con Katelyn, ahora también tenía a su lado a Lise, la mujer a la que apreciaba. Una situación que consideraba muy favorable.

Lise, abrumada por el alivio y la alegría, abrazó a Neil con fuerza.

«Por fin hemos superado todos los obstáculos. Ya nada puede detenernos», exclamó.

Neil, disimulando una sonrisa socarrona, sintió una oleada de fría expectación ante el destino de Katelyn.

Mientras tanto, en el hospital, después de que Sharon y Jeff se hubieran marchado, las enfermeras que habían contratado para Katelyn fueron despedidas. Ahora, Katelyn, cada vez más vulnerable, se quedaba sin ayuda.

Justo entonces, notó que la puerta se abría y vio entrar a una figura.

Vincent, vestido con un traje negro, se acercó con expresión preocupada al ver la sangre en el suelo y en la bata de Katelyn.

Rápidamente, la ayudó a sentarse en la cama.

«Sólo han pasado unos días desde la última vez que nos vimos y ya tienes un aspecto horrible», comentó.

Sobresaltada, Katelyn reunió fuerzas y preguntó: «¿Por qué estás aquí?».

Vincent miró a su alrededor, le trajo un vaso de agua y respondió: «No puedo permitirme perder a mi socio. Sigo ansioso por ver tus próximos trabajos de diseño».

Katelyn esbozó una leve sonrisa al darse cuenta de que Vincent era plenamente consciente de su situación.

«Parece que lo sabes todo», reconoció.

Vincent, conocido por su importante influencia en la ciudad, presionó para descubrir cualquier secreto.

Miró a Katelyn, con expresión sombría. «¿Quién hubiera pensado que semejante drama podría desarrollarse fuera de la ficción?».

Katelyn, con voz apenas susurrante, asintió: «Desde luego».

Sentía como si el destino se burlara de ella.

En lugar de coger el agua, intentó levantarse de la cama, empujando con las manos hacia atrás para apoyarse.

Pero le fallaron las fuerzas. Apenas tocó el suelo, sus manos cedieron y empezó a desplomarse.

Vincent se apresuró a cogerla en brazos. El estrecho contacto acercó su cara a la de él, y ella percibió una pizca de su ligera colonia.

Con sus cuerpos juntos, el momento tuvo una intimidad involuntaria.

Agarrándose a los brazos de Vincent para apoyarse, Katelyn intentó una vez más ponerse en pie.

«Gracias», murmuró, con la voz entrecortada por la poca energía que le quedaba.

«No es nada», respondió Vincent con desdén, centrando su atención en su estado.

Notó la palidez de su rostro y la sangre en la comisura de sus labios.

Katelyn, antes vibrante y hermosa como un iris primaveral, ahora parecía desvanecerse rápidamente.

Tras una pausa pensativa, la voz de Vincent bajó, insinuando corrientes más profundas. «¿Deseas vengarte?», preguntó.

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