¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? -
Capítulo 166
Capítulo 166:
Katelyn levantó la vista sin pensar, y sus ojos se ajustaron y enfocaron rápidamente.
Un débil zumbido de electricidad crepitó en el aire. De repente, el ascensor se llenó de luz brillante.
La luz abrasadora obligó a Katelyn a protegerse los ojos y acurrucarse en un rincón hasta que se le entumecieron las piernas. El miedo aún persistía en sus ojos; el terror no la había abandonado. Se sentía como si siguiera atrapada en una pesadilla infantil, incapaz de escapar.
Era como si una fuerza invisible la arrastrara hacia un vacío oscuro.
Aunque el ascensor estaba iluminado, no podía calmarse.
Se sentía como si se hubiera fundido con su yo de seis años, con el mismo miedo asfixiante atenazándola con fuerza.
De repente, unas voces ansiosas entraron por la puerta del ascensor.
«¿Katelyn? ¿Estás ahí, Katelyn?»
La voz temblaba de ansiedad no disimulada. Por un momento, Katelyn se quedó atónita, pero luego la reconoció: la voz de Vincent.
«Estoy aquí», gritó.
Oyó pasos apresurados y las puertas del ascensor se abrieron.
Todavía agachada en el suelo, Katelyn levantó la vista.
Una suave luz procedente de detrás de Vincent le bañaba en un cálido resplandor.
El ruido y la conmoción en su cabeza parecieron desvanecerse en un instante.
En ese momento, Vincent era la única persona que quedaba en el mundo de Katelyn.
Tenía la cara marcada por la preocupación y le corría el sudor por la frente. La observó con mirada tensa y preocupada. Cuando sus ojos se encontraron, su alivio fue palpable. Respiró hondo y por fin la encontró.
Katelyn tenía los ojos enrojecidos e hinchados y parecía una niña asustada.
Vincent se acercó y preguntó suavemente: «¿Estás bien?». Su pregunta sacó a Katelyn de sus enredados pensamientos, devolviéndola al momento presente.
Katelyn se levantó de un salto y se arrojó a sus brazos.
La tensión de su cuerpo pareció disolverse de golpe y una oleada de emociones reprimidas la inundó. Vincent no sólo la había rescatado, sino que también había reconfortado su corazón.
La asustada niña de seis años que una vez fue pareció resurgir. La repentina presión ejercida contra él hizo que Vincent se pusiera rígido por la sorpresa.
Tras una pausa, la rodeó suavemente con los brazos, con voz preocupada. «No tengas miedo», le dijo en voz baja.
Katelyn lo abrazó con fuerza y apoyó la cabeza en su pecho.
Seguía temblando, y las lágrimas que aguardaban en sus ojos finalmente empezaron a correr por sus mejillas.
Con una mezcla de preocupación y ternura, Vincent se separó suavemente de ella, tratando de calmarla. «Tranquila. Estoy aquí».
Katelyn cerró los ojos, perdida en el consuelo de su voz.
Vincent permaneció en silencio, abrazándola como si el mundo exterior hubiera desaparecido.
La abrazó en silencio, dejándole el tiempo que necesitaba para calmarse.
Katelyn no supo cuánto tiempo permanecieron así. Al final, se apartó, dio un paso atrás y aspiró un poco.
Sus ojos estaban aún más rojos ahora, mostrando claramente que había estado llorando mucho.
A pesar de esto, Vincent no había oído ni un solo sonido de ella.
Estaba tan controlada que incluso llorando permanecía en silencio.
Vincent la miraba, con una mezcla de preocupación y curiosidad, pero prefirió no preguntar por sus lágrimas. «Te llevaré a casa», dijo con suavidad.
Katelyn asintió en silencio.
La sombra de su corazón se había desvanecido con la llegada de Vincent, pero seguía caminando un paso por detrás de él. Antes se había asustado, pero ahora sentía una punzada de vergüenza.
Cuando su mente se aclaró, deseó no haber llorado delante de Vincent.
Al menos no había hecho ningún ruido; de lo contrario, su vergüenza habría sido aún peor.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que Vincent se había detenido.
Sin darse cuenta, chocó contra su ancha espalda.
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