Proteccion apasionada -
Capítulo 54
Capítulo 54:
Peaches, sintiéndose triunfante, se acurrucó en los brazos de Jerry antes de subirse encima de él, con sus ojos oscuros brillando de deseo. Se inclinó hacia él, apretando los labios contra su piel, y su tacto encendió la tensión en su interior. Aunque su mente vagó brevemente hacia Río, se rindió a los avances de Peaches, dejando que ella tomara el control mientras alcanzaban un clímax febril. Pronto se sumieron en un sueño intranquilo, cada uno atormentado por sus propias obsesiones.
Mientras tanto, dos helicópteros rugen en el pequeño aeródromo privado de Costa Belmont, una isla aislada en la Bahía Oriental. Nick salió y se dirigió con paso decidido hacia la hilera de coches aparcados en las inmediaciones, seguido de cerca por Harold. Un grupo de hombres, vestidos de negro e informados sobre el terreno, le esperaban. Habían sido enviados por su abuelo, curtidos en el trato con los lugareños y dispuestos a enfrentarse a cualquier peligro que les acechara.
El jefe de policía, tras coordinar su llegada, dirigió a Nick y a su equipo a la base, donde podrían reagruparse y planificar. Nick, aunque ansioso por actuar de inmediato, sabía que la paciencia era fundamental. Jerry era listo, y necesitarían todos los recursos disponibles para recuperar a Rio sano y salvo.
Al llegar a la base, el desayuno estaba servido. Aunque los demás comieron, la mente de Nick estaba demasiado preocupada para pensar en comida. Justo entonces, sonó su teléfono. Al ver el nombre de Beth, contestó, sólo para escuchar la voz preocupada de Moa al otro lado.
«¿Has encontrado a mi madre?» La voz de Moa temblaba, rompiendo el corazón de Nick.
El alivio de Nick se vio atenuado por el dolor en las palabras de su hijo. «Moa, ahora estoy aquí, muy cerca de donde está mamá. Te prometo que te la traeré de vuelta. Sé fuerte por ella, ¿vale?» Tranquilizó a Moa, con su propia voz cargada de determinación, y pidió hablar con Beth.
Beth escuchó en silencio mientras Nick le explicaba la situación y prometía ponerla al corriente en cuanto tuviera noticias. Mientras Moa escuchaba, Beth lo estrechó entre sus brazos, sintiendo el peso de su preocupación.
En casa, Beth se volvió hacia su madre, que estaba aturdida. «Mamá, Nick traerá a Río de vuelta», le aseguró, pero Lara permaneció en silencio, perdida en sus propios pensamientos. Moa se subió al regazo de su abuela y la abrazó con fuerza. «Abuela, papá prometió que traería a mamá de vuelta. Nos quiere y sé que no dejará que le pase nada», dijo en voz baja, con los ojos llenos de feroz determinación.
De vuelta en la base, Nick observó a sus hombres reunidos en la mesa del desayuno, sabiendo que hacían bien en repostar. Pero estaba demasiado ansioso por comer. Al darse cuenta, Harold se acercó y le ofreció un plato. «Si vas a salvar Río, necesitarás fuerzas», le instó suavemente. Nick, dándose cuenta de la verdad de las palabras de Harold, comió de mala gana, sabiendo que no podía permitirse ninguna debilidad.
Pronto, Nick fue convocado a la oficina del superintendente, donde le esperaban dos contactos locales con el jefe de policía. Les informaron de los últimos datos: sobre las cuatro de la mañana, un barco había llegado al otro extremo de la isla, cerca de una zona conocida como Devil’s Den. El superintendente asintió a Dave, un informante del gobierno disfrazado de pescador local, que tenía información fundamental sobre las actividades de la isla.
«Devil’s Den es un centro de marihuana», explicó Dave, con el rostro sombrío. «Pero es más que eso: es un lugar donde se realizan rituales y magia negra, y está fuertemente vigilado. La mayoría de la gente lo evita; los que se aventuran allí son adictos o delincuentes. Prácticamente carece de ley».
Nick escuchó, con expresión sombría. Jerry había elegido el escondite perfecto: remoto, protegido por la superstición y la actividad criminal, y casi imposible de acceder sin conocimientos locales. Pero la determinación de Nick se endureció. Se enfrentaría a cualquier amenaza para llevar a Río y a Moa sanos y salvos a casa.
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