Nuestro primer encuentro -
Capítulo 7
Capítulo 7:
La cabeza de Molly Xia martilleaba salvajemente y su cerebro parecía que iba a estallar en cualquier momento. Una oleada de calor recorrió su cuerpo moviéndose desde el estómago hasta el cuello y la cara. Frotándose contra las sábanas, Molly se estremecía cada vez que el tacto suave y sedoso del satén tocaba su piel desnuda. Sentía como si un enjambre de hormigas se arrastrara sobre ella, provocándole esa sensación de hormigueo y a la vez de pinchazos.
«Hmm…» Molly movió ligeramente los labios resecos y gimió. Tenía la garganta y la boca secas y el cuerpo febril. Sentía tanta sed como si hubiera estado privada de agua durante días.
«Hmm…»
Molly empezó a resollar ligeramente. Quería abrir los ojos, pero tenía la cabeza aturdida por todo tipo de pensamientos dispersos. Complejas ilusiones inundaban su mente como una pesada roca apretada contra su cuerpo, haciéndola incapaz de moverse.
Molly consiguió tragar un poco de su saliva, que ya se había espesado debido a la sed. Apenas consciente, luchó por levantar un poco los párpados y, aturdida, miró a su alrededor.
La luz tenue, la habitación lujosa, la sábana sedosa… A Molly todo le resultaba desconocido. Cada objeto sobre el que posaba sus ojos parecía advertirle de que se encontraba en un lugar extraño.
Agitó débilmente los ojos e intentó recordar lo que había sucedido. Su mente buscó los recuerdos más recientes y de repente recordó la última escena antes de perder el sentido. Al pensar en ello, el pecho de Molly se agitó violentamente y su respiración se hizo más profunda. Sus ojos echaban humo de furia. Molly intentó levantar las sábanas y levantarse de la cama, pero a causa del vino y la dr%ga, el cuerpo de Molly estaba demasiado débil para moverse un poco. Consciente del peligro que suponía quedarse allí, ¡Sabía que tenía que marcharse cuanto antes!
Molly apretó los dientes con fuerza y se incorporó enérgicamente apoyando el cuerpo contra el cabecero. Jadeando, escrutó discretamente las cuatro esquinas de la habitación. Tras confirmar que no había nadie más, arrastró su débil cuerpo y se tambaleó hacia la puerta.
Cuando Molly pisó la gruesa moqueta del pasillo, le temblaron las rodillas y, en un instante, estaba en el suelo, pues sus piernas eran demasiado débiles para mantenerse en pie.
El calor dentro de su cuerpo se disparaba a cada segundo y la debilitaba aún más. Con los ojos nublados, miró a izquierda y derecha y observó un largo pasillo en forma de arco a ambos lados.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Molly se levantó suavemente del suelo.
Apoyando el cuerpo contra la pared, se dirigió hacia el lado izquierdo y se tambaleó junto a ella. Sin embargo, tras avanzar unos pasos, Molly oyó indistintamente que alguien hablaba…
«¿Una joven? ¿Una virgen?»
«En serio…»
«Jajaja… Me encantan este tipo de chicas inocentes, como un lindo conejito…».
Molly se puso más ansiosa a medida que la voz sonaba cada vez más cerca de ella. Sus ojos se abrieron de par en par y gotas de sudor resbalaron por la frente de Molly mientras la voz seguía hablando:
«Yo me ocuparé de esto… No te preocupes… Nadie se enterará…».
La voz se hizo más cercana y más fuerte esta vez, mientras resonaba por el pasillo vacío.
Molly no tuvo más remedio que darse la vuelta y caminar en dirección contraria. Sabía que no podía dejar que aquel hombre la encontrara y que tenía que escapar cuanto antes. A juzgar por sus palabras, comprendió que la habían dr%gado y trasladado a una habitación de hotel como regalo para un huésped de alto nivel.
El rostro de Molly se retorció de ansiedad mientras seguía arrastrándose hacia delante. Se movía lentamente, centímetro a centímetro, debido al efecto de la dr%ga en su cuerpo.
Al oír pasos que se acercaban, Molly contuvo la respiración y buscó inmediatamente un lugar donde esconderse. Giró la cabeza y miró hacia la habitación más cercana, con una pizca de esperanza en los ojos. Utilizando todas sus fuerzas, consiguió desplazarse hasta la puerta. Cuando estaba a punto de llamar, se dio cuenta de que la puerta estaba ligeramente abierta.
Molly no tuvo tiempo de dudar. Apretó los dientes, empujó la puerta y entró en la habitación sin hacer ruido. En cuanto entró en la habitación, oyó que la voz del hombre se apagaba lentamente mientras caminaba hacia el extremo curvo del pasillo.
Molly lanzó un suspiro de alivio. Se apoyó en la pared, jadeando. De repente, sintió una fuerte aura presionando a su alrededor. El aire se enrareció y sintió que le costaba respirar.
Instintivamente, giró la cabeza y se encontró con un par de ojos profundos, como un campo magnético que atrajera y engullera cualquier cosa que cayera sobre ellos.
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