No te pertenece -
Capítulo 958
Capítulo 958:
Punto de vista de Cece:
Hoy era el décimo aniversario de la muerte de mi abuela.
Mi madre me llamó anoche y me pidió que volviera a visitar la tumba de mi abuela.
Últimamente, me sentía deprimida.
Había tenido un par de años difíciles tanto en mi relación como en mi carrera.
Y ahora, ante la tumba de mi abuela, me sentía aún peor.
De repente, recibí una llamada de Lucy.
“Cece, ¿Has hablado con Helen recientemente? ¿Sabes dónde está ahora?”
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que hablé con Lucy.
No pude evitar sentirme molesta.
“¿Cómo se supone que voy a saber dónde está?”.
Gruñí.
Después de colgarle, me sentí mucho peor de lo que ya me sentía.
Estos últimos años, cada vez que pensaba en mi última llamada con Helen, me sentía culpable.
Cuando vivía en su piso, estaba empezando mi propio negocio, así que no tenía tiempo para cuidar de su madre.
Un día recibí una llamada de Helen.
Me dijo que pensaba llevarse a su madre de viaje después de divorciarse y que no me preocupara por ellas.
Estaba tan ocupada con mi trabajo que ni siquiera me molesté en volver a llamarla después de aquello.
Cuando intenté volver a ponerme en contacto con ella, descubrí que habían borrado su número y sus cuentas en las redes sociales.
Desde entonces no había vuelto a hablar con ella.
Lucy y yo sentíamos pena por Helen.
Nos sentíamos tan culpables que ya no le decíamos a la gente que éramos sus mejores amigas.
Con el tiempo, perdimos el valor de hablarnos.
Ella y yo sabíamos que era porque teníamos miedo de enfrentarnos a Helen.
Cada vez que hablábamos de Helen, nos enzarzábamos en una gran pelea, culpándonos mutuamente de no cuidar bien de ella.
Al final, Lucy y yo nos separamos.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que hablé con Lucy hasta que recibí su llamada de hoy.
A la mañana siguiente, volví a visitar la tumba de mi abuela y esta vez compré flores por encargo de mi madre.
Coloqué las flores delante de la lápida de mi abuela, le hablé de mi carrera y de mi vida.
Justo cuando estaba a punto de irme, de repente encontré una tumba junto a la de mi abuela que parecía un loto.
No pude evitar volver a mirarla por su forma única.
Cuando vi la foto y el nombre en la lápida, se me puso la piel de gallina.
La foto era de la madre de Helen y su nombre estaba escrito en la lápida.
Después de comprobar cuidadosamente el nombre, la foto y la fecha de la muerte, me di cuenta de que era el mismo día en que Helen me había llamado hace tres años.
Me flaquearon las piernas y acabé desplomándome ante la lápida de la madre de Helen, con lágrimas rodando por mis mejillas.
Rara vez lloraba.
Tres años de reveses emocionales y profesionales nunca me quebraron, sin embargo, este momento me devastó.
Sentí una pena tremenda por Helen.
Lamenté no haber sido más paciente y cariñoso durante nuestra última llamada telefónica.
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