No te pertenece
Capítulo 948

Capítulo 948:

Punto de vista de Platt:

Salí de la sala acurrucando a Polly en mis brazos.

Me paseé de un lado a otro del pasillo, consolando a la pobrecita.

Para animarla, incluso hice que se sentara segura sobre mis hombros y la llevé por el pasillo del hospital, atrayendo la atención de todo el mundo, desde médicos y enfermeras hasta pacientes junto sus familiares.

Al final, Polly dejó de llorar.

Se agarraba fuertemente a mí con sus manitas, temerosa de caerse, pero reacia a bajarse de mis hombros.

“Polly cariño, ¿Te gusta el helado?”

Le pregunté.

“¡Sí!”

Respondió Polly, relamiéndose los labios.

Su voz era tan dulce y entrañable.

“Hagamos un trato. Si le haces caso al médico, te regalaré un castillo de helados cuando salgas”.

“¿Qué es un castillo de helados?”

Preguntó inocentemente.

“Es un castillo grande y bonito hecho de helado. Tiene muchos colores y sabores deliciosos. Luis y tú podrán jugar y comer en él”

Le expliqué con cuidado después de pensar un rato.

“¿Puede entrar mamá con nosotros?”.

Mi concepto del castillo de helados la intrigó y su voz estaba llena de expectación.

“¡Claro que puede! ¿A quién más quieres invitar al castillo de helados?”

Pregunté con una sonrisa.

“¡Quiero invitarte a ti, Tío Platt!”

Respondió honestamente.

“¡Muy bien! Gracias. Entraré contigo”.

Acepté de buen grado su invitación.

La llevé de un lado a otro varias veces y respondí a todas sus caprichosas preguntas sobre el castillo de helados.

Poco a poco se fue animando.

“Polly, sé que la inyección duele. Pero es la única manera de que te mejores. Si no te pones la inyección, tu madre se preocupará por ti”

Le dije tranquilizándola.

“Eres una niña muy valiente. No te da miedo una pequeña inyección, ¿Verdad?”.

Tensó las piernecitas y me di cuenta de que le daba miedo el dolor.

“¿Te cuento un secreto? A mí también me da miedo el dolor, pero si alguien está conmigo, no lo siento. Estaré contigo cuando te pongas la inyección, ¿Vale? No tengas miedo, pequeño angelito mío”.

Polly parecía asustada, pero al cabo de un minuto apretó los puñitos y anunció:

“¡Pues no tengo miedo!”.

Entonces me dirigí a la enfermera jefe y le pedí que pusiera una nueva inyección a Polly.

Durante la inyección, Polly volvió a llorar.

Aunque le dolía, no dejaba de darse ánimos.

“No tengo miedo. Soy la más valiente”.

La abracé.

“¡Sí! ¡Eres la niña más valiente de todo el mundo!”.

La enfermera jefe tenía más experiencia con niños y sujeté a Polly con firmeza para evitar que esta vez se resistiera.

La inyección terminó enseguida.

En cuanto la enfermera en jefe se fue, Polly dejó de llorar.

La agarré en brazos con ternura y caminé por el pasillo durante unos minutos.

“¿Todavía te duele?”

Le pregunté.

“No mucho”

Dijo entre lágrimas Polly.

Sus largas pestañas estaban inundadas de lágrimas.

Le pedí un bolígrafo a la enfermera y le hice un dibujo de Peppa Pig en la mano.

Polly miró a la simpática cerdita y una hermosa sonrisa brotó entre sus lágrimas.

“Volvamos ya. Llevamos mucho tiempo fuera. Tu madre debe de estar preocupada”

Le dije a la pequeña.

Cuando llevé a Polly de vuelta a la sala, Helen se acercó a nosotros para arrebatármela y casi ahogó a la pequeña con su asfixia.

Tenía los ojos llorosos, llenos de amor con preocupación por su preciosa hija.

“Ya está. Polly ha sido muy valiente. Se pondrá bien”

La consolé.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar