No te pertenece
Capítulo 898

Capítulo 898:

El punto de vista de Helen:

Aunque Platt parecía un tacaño, valoraba la calidad y estaba dispuesto a gastar dinero para conseguir lo mejor.

Creía que mi habilidad profesional estaba a la altura de la elevada comisión de agencia que le cobraba.

De camino a recoger a los niños, le envié por correo electrónico el contrato de agencia mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde.

Platt era un gran cliente en potencia.

Cuanto antes firmara el contrato, mejor.

Como si me hubiera leído el pensamiento, Platt me envió un mensaje con noticias positivas.

[Ven mañana al hospital y podremos firmar el contrato]

[¡Genial! Hasta mañana]

Me sentí satisfecha tras responder y metí el teléfono en el bolso.

Cuando el semáforo se puso en verde, me concentré en conducir.

Llegué a la guardería un poco antes de lo habitual.

Los niños seguían ocupados con sus clases.

Unos diez minutos más tarde, vi por fin una estampida de niños que salían corriendo uno tras otro.

Había un montón de padres esperando fuera de la guardería para recoger a sus hijos.

Pronto vi a Luis y Polly entre la multitud.

Siempre pensé que mis hijos eran más guapos que los demás niños.

Al fin y al cabo, destacaban entre la multitud.

Cuando me vieron, sus ojos se iluminaron como fuegos artificiales en una noche oscura.

No dejaban de saludarme con la mano, sonriendo dulcemente.

Después de despedirse de la profesora, se soltaron de su mano y se dirigieron hacia mí, intentando correr unos más que otros, gritando:

“¡Mamá!”.

Me agaché y los abracé con fuerza. Luego les cogí de la mano, le di las gracias a la profesora y me dirigí hacia el coche.

Después de meterlos en el coche, Luis y Polly hablaron animadamente del día en el colegio.

Hablaban los dos a la vez, sin escucharse, sino más bien ansiosos por ponerme al día de lo más destacado de su jornada.

Su parloteo incesante me provocaba dolor de cabeza.

Antes de que pudiera regañarlas para que se calmaran, Polly preguntó inocentemente:

“Mamá, ¿Qué es el divorcio?”.

Se me agarrotaron las manos en el volante y se me paró el corazón.

“¿Por qué preguntas eso, cariño?

“Porque mi mejor amiga me ha dicho que sus padres se van a divorciar. Su mamá le preguntó si quería vivir con ella o con su papá”.

Fruncí el ceño, realmente irritada.

¿Cómo podía la madre involucrar a su hija en un conflicto entre adultos?

¿Y si la niña quedaba marcada emocionalmente de por vida por el trauma del divorcio?

Probablemente la perseguiría como una sombra psicológica hasta la edad adulta.

No respondí, esperando que Polly se olvidara del asunto.

Pero mi inteligente hijita repitió su pregunta:

“Mamá, dime, ¿Qué es el divorcio?”.

Después de pensarlo un rato, le expliqué con voz suave:

“Divorciarse significa que la mamá y el papá deciden vivir separados y seguir con sus propias vidas. Pero, aunque se separen, siguen queriendo mucho, mucho a sus hijos”.

Era típico de mis gemelos hacerme preguntas de adultos.

Opté por responderles con la mayor sinceridad posible, a un nivel que pudieran entender, en lugar de mentirles.

Me comunicaba con ellos de una manera adulta.

Quizá por eso Luis y Polly eran más maduros en el pensamiento y en el uso del lenguaje que los niños de su misma edad.

Estaba claro que Polly sólo había entendido una parte de mi respuesta.

Contestó agradecida:

“Menos mal que nuestro padre se ha ido al cielo. Así no tenemos que elegir con qué padre vivir”.

Luis miró a Polly con tenacidad.

“Aunque papá estuviera aquí, elegiría vivir con mamá”.

“¡Eso lo dices ahora para caerle mejor a mamá!”.

Polly le hizo una mueca a Luis, como si no le cayera bien.

Los chicos discutieron todo el camino, empeorando mi dolor de cabeza.

Por fin dejaron de preocuparse por con quién vivirían si tuvieran que elegir.

Respiré aliviada y conduje hasta casa, dejándoles clamar.

Después de cenar, saqué el altavoz inteligente que la Señora Blake había regalado a los niños.

Lo puse delante de ellos y les pedí que jugaran con él.

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