No te pertenece -
Capítulo 826
Capítulo 826:
Punto de vista de Helen:
Cuando oí eso, me sentí tan avergonzada que, por un momento, quise cavar un agujero en el suelo y esconderme en él.
A diferencia de mí, George permaneció tan tranquilo como de costumbre.
Se quedó de pie en la puerta de su habitación y me miró fijamente.
“Helen, me voy a la cama”
Se apresuró a decir Michelle.
Temiendo a George, entró corriendo en la habitación y cerró inmediatamente la puerta tras de sí.
Erick y los demás no tardaron en marcharse también, dejándonos sólo a George y a mí en el pasillo.
En ese momento, me hizo un gesto con la mano, indicándome que me acercara.
“Ven aquí”.
Me quedé mirándole, con el rostro ardiendo de vergüenza.
George levantó las cejas y se rio.
“¿Quieres quedarte de pie en el pasillo toda la noche?”.
Sin pensarlo, corrí hacia él, salté a sus brazos y me aferré a él como un koala.
George me abrazó con fuerza y apretó su frente contra la mía.
Luego, sin dejar de besarme, me llevó a la habitación.
Cerró la puerta con el pie.
Me colocó en la cama y apretó su cuerpo contra el mío.
Impresionantemente, hizo todo esto sin romper el beso.
Sentí su cálido aliento en mi rostro mientras nos besábamos.
George me chupó la punta de la lengua hasta dejarme sin aliento.
Con los brazos alrededor de su cuello, me tumbé en la cama aturdida y me dejé llevar.
George me acarició la mejilla con una mano y me acarició los pechos con la otra.
Aunque su beso era suave, podía sentir su pasión y su ansia.
De repente, respiró hondo y me bajó la cremallera del vestido.
Sin más preámbulos, me desnudó hasta dejarme al descubierto.
Bajo la luz, vi el deseo y el anhelo en sus ojos.
Sus manos recorrieron mi cuerpo y su cálido tacto me abrasó la piel.
También estimuló mis partes íntimas, mojándolas y sensibilizándolas.
“George, para… ya estoy mojada…”
Le supliqué, pero una parte de mí quería más.
“¿Estás segura de que quieres que pare? ¿No quieres esto? ¿O esto?”
Preguntó George en voz baja y ronca.
Mientras hablaba, bajó la cabeza y me chupó los pezones.
Mientras tanto, me separó las piernas e introdujo sus huesudos dedos en mi agujero.
Perdí el control cuando empezó a jugar con mi cl!toris.
“Ugh…”
Lo abracé con más fuerza y dejé escapar un g$mido lascivo.
George no se detuvo y, en cambio, me estimuló más, haciendo brotar líquido caliente de mi agujero.
De repente, George se puso tenso.
Fue como apretar un interruptor.
Incapaz de aguantar más, se quitó la ropa a toda prisa, sujetó su virilidad erecta y me la introdujo.
Mi cuerpo se puso flácido en un instante.
No podía evitar estremecerme cada vez que entraba y salía de mí.
Unos instantes después, sentí una contracción en mi v$gina y alcancé el clímax.
“Querida, ¿Estás bien?”
George me levantó la barbilla y me besó en los labios, pero no aflojó el ritmo.
“Hmm… George… ten cuidado… me corro…”
Inconscientemente aferré mis piernas alrededor de la cintura de George.
Preocupada porque la habitación no estaba insonorizada, me mordí los labios y g$mí lo más bajo que pude.
De repente, George empujó su p$ne más adentro de mí y me susurró al oído:
“Cariño, puedes gritar. Déjalo salir”.
“¡Ah!”
Sentí que mi v$gina sufría espasmos, y una corriente eléctrica pareció recorrer mi cuerpo.
También sentí calor por todo el cuerpo, muy probablemente debido a la adrenalina que corría por mis venas.
El intenso placer de nuestro coito se extendió por todo mi cuerpo y pronto venció a mi razón.
Ya no me importaba si alguien me oía.
Al cabo de un rato, mi v$gina empezó a contraerse y de ella brotó un chorro de líquido.
Mi cuerpo también se convulsionó al llegar el segundo orgasmo.
Permanecí largo rato tumbada en la cama con los ojos cerrados, demasiado cansada y débil para abrirlos.
Sentí que George me besaba cariñosamente en la frente.
Luego, unos instantes después, me llevó al cuarto de baño para darme una ducha.
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