No te pertenece
Capítulo 784

Capítulo 784:

Punto de vista de Helen:

“Gracias”.

Era consciente de que George llevaba mucho tiempo descontento con Lucy.

La única razón por la que no perdía los estribos era porque ella era mi mejor amiga.

Sabía que no debía quedarme en la cocina.

Así que, cuando George estaba a punto de cocinar, decidí marcharme y dejarle hacer el trabajo.

Me conocía lo suficiente. Si me quedaba allí, sólo conseguiría ensuciar todo.

Pero justo cuando estaba a punto de dirigirme a la puerta, George giró la cabeza y me miró.

“¿Adónde vas? Ven aquí”.

“¿Qué quieres?”

Me detuve en seco y le miré confusa.

“Ayúdame a remangarme”

Me pidió George amablemente.

Resultó que, mientras lavaba las verduras en el fregadero, se le soltaron las mangas remangadas y se mojaron.

“Ah, vale”.

Me acerqué a él e hice cuidadosamente lo que me pedía.

Una vez hecho, levanté la cabeza y pregunté:

“¿Ya está bien?”.

Los profundos ojos de George, junto con su tentadora sonrisa, hicieron que mi corazón diera un vuelco.

Sin previo aviso, bajó la cabeza y me besó en los labios.

“Sí. Gracias, cariño”

Dijo en voz baja y suave.

Mis mejillas se pusieron rojas.

Avergonzada, bajé la mirada, me limpié los labios y me di la vuelta para marcharme.

Pero antes de que pudiera dar un paso, me agarró de la muñeca y me acercó.

“Espera”.

“¿Qué pasa esta vez?”

Pregunté impaciente después de que me detuviera de nuevo.

“¿Has visto a Velma hoy?”

Preguntó George con una sonrisa.

“Sí. ¿Y qué?”

“Oh, nada. Sólo pregunté”.

Al mencionar a Velma, lo que me había dicho antes se me pasó de repente por la cabeza, y mi humor cambió en un instante.

Me acerqué a él y levanté la cabeza para mirarle.

“¿Tuviste una cita a ciegas mientras estuviste en Washington?”.

La mano de George, que estaba cortando las verduras, se congeló.

“¿Te lo ha contado Velma?”

Preguntó incrédulo.

“¡Cielos! George, ¿Cómo pudiste tener una cita a ciegas estando con Helen? Tenía razón sobre ti. Eres un vividor. ¿Quién era la mujer? ¿Es de una familia rica como la tuya? Será mejor que nos digas la verdad”.

Intervino Lucy mientras caminaba hacia nosotros.

Debía de haber oído mi conversación con George, lo que hizo que su enfado se apoderara de ella.

“¿Acaso importa quién me lo dijo? Te lo pregunto ahora”.

Me enderecé, sintiéndome más segura con Lucy a mi lado.

George dejó el cuchillo, se limpió las manos y contestó con calma:

“Mi familia fue la que lo organizó. No tuve conocimiento de ello hasta que llegué al lugar. Por supuesto, me negué a participar en esa cita a ciegas”.

“¿Te negaste tú solo o le pediste ayuda a Jane?”.

Inquirí con una mueca de desprecio tirándome de las comisuras de los labios.

“¡¿Qué?! ¿No sólo fuiste a una cita a ciegas, sino que además le pediste ayuda a Jane?”.

Lucy se volteó hacia mí y añadió:

“Helen, ¿Cómo has podido dejarlo escapar? Ven conmigo. Vamos a casa. Te he estado diciendo que no confíes en ese mujeriego, ¡Pero nunca me haces caso!”.

Mientras hablaba, me agarró de la mano y me sacó de la cocina.

A pesar de que Lucy armó un escándalo en la cocina, yo mantuve la calma.

Sin mediar palabra, tiré de ella hasta el salón.

“Helen, ¿Cómo has podido dejar que te hiciera eso? Es así porque confía él en que no le dejarás haga lo que él haga”.

Lucy suspiró impotente.

“Lo pasado, pasado está. Por cierto, ¿Por qué no llamas a Dyer?”.

“Hoy ha vuelto a Florida. Dijo que tenía algo importante que tratar”.

“Creo que no estás en posición de reprenderme. Si no se hubiera ido a Florida, no te habrías acordado de mí, ¿Verdad?”.

Dije bromeando.

Lucy me rodeó el hombro con el brazo y me contestó de forma aduladora:

“¿Quién dice que necesito que se haya ido para acordarme de ti? Estás en mi corazón todo el tiempo, amiga”.

Se me puso la piel de gallina al oírle decir tan dulces palabras.

Aunque era conmovedor, resultaba demasiado cursi.

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