No te pertenece -
Capítulo 293
Capítulo 293:
Punto de vista de William:
Spencer le dio un puñetazo al hombre, y éste casi se tambaleó hacia atrás hasta caer al suelo.
¿Esto es un triángulo amoroso?
Bueno, debo decir que… esto es divertido. Mi teléfono vibró en mi bolsillo, así que lo saqué.
[Intenta no beber demasiado, ¿De acuerdo? Vuelve a casa temprano]. Su amable recordatorio me calentó el corazón y me hizo sonreír.
[Sí], respondí.
Hoy, cuando salí de casa, le dije a Scarlett que solo tenía una cena de negocios. No mencioné con quién había quedado. La música sonaba de fondo, pero la multitud se calmó de repente. Por curiosidad, aparté el teléfono y di un vistazo al piso inferior. Apareció un hombre con un traje negro a medida. La luz le iluminaba el rostro, acentuando sus ya impecables rasgos faciales. Debido a su presencia noble, pero distante, la gente tenía demasiado miedo de darle una mirada directa. Sus ojos largos y estrechos eran tan fríos como el hielo. No había ninguna duda. Era Charles.
En cuanto levantó la vista, me vio inmediatamente. Poco después, subió las escaleras. En un salón privado del segundo piso, nos sentamos cara a cara. Ninguno de los dos tomó la iniciativa de hablar. Mientras Charles se sentaba bajo la luz, vi la agresividad en sus ojos profundos y oscuros. «Pensé que no vendrías hoy», dije, rompiendo el silencio.
«Spencer me dijo que querías hablar conmigo». Charles no se anduvo con rodeos.
«Así es. Porque creo que es necesario decirte la verdad», respondí.
Punto de vista de Spencer:
Steven no fue lo suficientemente rápido para evitar mi puñetazo así que pude golpear su rostro. Al instante, se cubrió el rostro y gritó de dolor.
«Spencer, ¿Estás loco?» exclamó Vivian. Se colocó frente a Steven, abriendo los brazos y mirándome fijamente.
«¡Lucha si puedes!» Le grité a Steven.
«¡Cállate, Spencer!» Dicho esto, Vivian dirigió su atención a Steven y examinó su herida mientras le susurraba algo al oído. No mucho después, Steven me miró antes de irse.
Quise derribarlo y golpearlo una vez más, pero Vivian me detuvo.
«Spencer, ¿Qué quieres? ¿Tratas de demostrar algo?»
«No es nada. Simplemente no me gusta»
«¡Eres un psicópata!» Vivian me maldijo mientras me golpeaba con sus puños. No intenté evitar su ataque, y como resultado, recibí varios golpes en el pecho.
Fue un poco doloroso, pero estaba dispuesto a soportarlo. «Basta», le dije.
«Cállate». Un momento después, agarré a Vivian del brazo y la llevé a un rincón. Señalé una habitación privada en el piso de arriba y dije: «Charles está ahí, negociando con William».
«¿De verdad? Eso no va a impedir que te dé una paliza». Vivian intentó golpearme de nuevo, pero esta vez, atrapé su mano y la sostuve con firmeza.
«Ya está bien. Vamos a mi habitación». Aun sujetando su mano, la arrastré escaleras arriba. Al llegar a mi habitación, cerré la puerta. Vivian se deshizo de mi mano inmediatamente. «No te atrevas a pegarme otra vez», le advertí.
«¿Y por qué no?», preguntó ella, levantando el puño una vez más. Al dar un vistazo a su hermoso rostro, mi corazón se derritió.
«Si quieres golpearme, hazlo aquí. No intentaré esquivar tus golpes». Estaba dispuesto a recibir, después de todo, era una mujer y sus puñetazos apenas me dolían.
Para mi sorpresa, sus ojos se llenaron de lágrimas. Entonces me dio la espalda y dijo: «No quiero pegarte más».
«¿Por qué no?» Cuando la oí llorar, me dolió el corazón. Me acerqué a ella y la giré hacia mí.
Vivian bajó la mirada y me apartó. «¡No te acerques tanto a mí!»
«¿Por qué lloras? ¿Te da pena ese hombre? ¿Vas en serio con él?» pregunté entre dientes apretados. Mi ira se encendió de inmediato. Le pellizqué la barbilla, obligándola a mirarme a los ojos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y verla así hizo que me doliera el corazón una vez más.
«Sí. Tengo el corazón roto por él». No podía soportar escuchar sus palabras, pues cada palabra que salía de su boca era como una daga que se clavaba en mi corazón.
«¿Corazón roto?» En ese momento estaba furioso.
¿Cómo puede decir que tiene el corazón roto por ese hombre? Esto es humillante para mí.
«Steven es mi novio. ¿No se me permite sentir pena por él?» Cuanto más enfadado me mostraba, más se resistía a retroceder. Me miraba con determinación.
«Retira tus palabras», le dije. La ira se apoderó lentamente de mi corazón. En ese momento, mi mente se llenó de una idea loca; quería llevarme a Vivian a casa y encerrarla, para que ningún otro hombre pudiera tocarla por el resto de su vida. Vivian me pertenece. Quien intente tocarla merece la muerte.
Yo miraba a Vivian con desprecio, pero ella me sonreía. «¿Por qué iba a retractarme de esas palabras? Voy a casarme con Steven en cuanto salga de esta habitación. No te preocupes. Te invitaré a nuestra boda».
Ahora, los últimos restos de racionalidad en mi mente se rompieron. Enfurecido, la besé violentamente, sellando sus labios con los míos. Con los ojos abiertos de horror, Vivian luchó por apartarme.
«¡Deja de moverte y deja que te bese!» Envolví uno de mis brazos detrás de su cuello, sujeté sus puños con la otra mano y continué besándola. Al estar tan cerca, podía sentir el calor de su aliento en mi rostro. Vivian luchó por liberarse de mi agarre, pero me negué a dejarla ir.
«Vuelve a moverte y te morderé», le advertí. Pero mi advertencia no funcionó. Siguió intentando escapar de mí. Le mordí la lengua con un mínimo de fuerza, pero ella seguía g!miendo de dolor. El sonido de su voz era tan encantador que no pude contenerme más. La lujuria me invadió mientras empujaba a Vivian hacia la cama.
«Vivian, ¿Me amas?» Le pregunté seriamente.
«No». Ella giró su rostro hacia otro lado.
«¿Estás segura?» Volví a preguntar, un poco decepcionado por su respuesta.
«Una vez te amé, pero ahora esa chispa ha desaparecido».
Incluso hasta ahora, no me miraba. Me sentí tan celoso que volví a besarla y prácticamente la inmovilicé en la cama.
Ella fue incapaz de detenerme y de escapar, así que renunció a luchar.
Sin embargo, volvió a girar la cabeza hacia un lado, sin querer comprometerse. Disgustado, volteé su rostro hacia mí.
La miré fijamente a los ojos y le dije: «Vivian, mírame. Quiero estar contigo».
«¿Será una relación seria con el objetivo de casarnos?», me respondió.
«Lo será», murmuré.
Los ojos de Vivian se iluminaron con alegría. «En ese caso, probemos a salir primero durante tres meses. Después de ese tiempo y si te das cuenta de que no quieres casarte conmigo, podemos romper», sugirió.
«Me parece un buen plan», respondí. Al oír mi respuesta, Vivian se relajó por fin. Me reí de ella y bromeé: «¿Por qué no me he dado cuenta de que puedes ser tan problemática?».
«¿Así es? Entonces déjame ir».
«Ni hablar», dije. Me agaché y continué: «Ya estoy caliente, pero me pides que te deje ir. Parece que realmente no conoces bien a los hombres». Nuestro enfado se convirtió en lujuria.
Pronto, nuestros cuerpos se entrelazaron y nos entregamos al placer. «¡Spencer!», g!mió ella.
«¡Voy!». Mi respiración se hizo más pesada. Le bajé la cremallera del vestido y le quité el abrigo. Sentí que mi temperatura aumentaba al ver su cuerpo expuesto. Era como cualquier otro hombre, incapaz de escapar a los encantos de una mujer.
Mientras nos besábamos y acariciábamos, uno de nosotros chocó accidentalmente con el interruptor de la luz, haciendo que la habitación se quedara a oscuras. Al mismo tiempo, Vivian dejó escapar un g$mido de placer. El sonido de su g$mido me hizo enloquecer.
No cabía duda de que Vivian y yo éramos compatibles en lo que a se%o se refiere.
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