No te pertenece -
Capítulo 1114
Capítulo 1114:
Punto de vista de Erin:
La directora salió a intervenir y engatusó a Luis con una sonrisa:
“Luis, la Señora Affleck tiene la amabilidad de darte los regalos. Tómalos”.
Luis era un chico introvertido.
Sacudió la cabeza con su rostro serio.
“Gracias, pero mi madre dice que no debemos comer demasiados caramelos o se nos empezarán a cariar los dientes”.
Debería haber pensado que un niño que escuchaba las palabras de su madre era muy obediente y debía ser elogiado.
Pero como la madre era Helen, me enfadé.
Puse un rostro largo y severo para luego meterle las piruletas en la mano a Luis.
Le dije seriamente:
“Esto es lo que te doy. Cógelo”.
Yo siempre había ocupado una posición de prestigio.
Con la identidad de la Señora Affleck, la gente clamaba por complacerme y nunca irían en contra de mi voluntad.
Por eso, cuando Luis me rechazó, me enfurecí.
Endurecí mi actitud contra los chicos.
Cuando Polly vio que su hermano tenía dos piruletas y ella ninguna, rompió a llorar.
Luis, enfadado, tiró las piruletas al suelo.
Luego tomó a Polly de la mano y se dispuso a marcharse.
“Eres una señora mala. No quiero tus piruletas”.
Mientras decía esas palabras, enseguida me rompió el corazón.
Me quedé mirando a los dos niños desagradecidos, enfurecida.
¿Qué les había enseñado Helen?
¡Ni siquiera sabían ser educados con sus mayores!
La directora y varios profesores corrieron hacia allí.
Tiraron de Luis y Polly y les pidieron que se disculparan conmigo.
“¡Luis! ¡Polly! ¡Pidan disculpas a la Señora Affleck!”
Polly, empezó a llorar con tristeza, Luis por su parte, frunció los labios y se negó a disculparse.
Simplemente se limitó a mirarme fijamente con ojillos furiosos.
Los profesores se disculparon torpemente:
“Señora Affleck, lo siento mucho. Suelen ser unos niños muy dulces. No sé qué ha pasado hoy…”.
Los miré con frialdad y sentí que los dos hijos de Helen me habían avergonzado hoy.
Eran como su madre y también se opondrían a mí.
Pero para mantener mi imagen, tenía que parecer amable.
Agité la mano despreocupadamente como si no me afectara y dije:
“No pasa nada. Sólo son niños. De todas formas, ya me tengo que ir”.
Salí de la guardería maldiciendo en voz baja.
Cuanto más pensaba en ello, más me enfadaba.
Todo era culpa de Helen.
¿Cómo había podido enseñar a su hija a ser tan maleducados?
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar