Mi malvado esposo
Capítulo 5

Capítulo 5:

Anna POV

Salí de la clínica y me senté en el coche y le dije al señor Wilson que me llevara a casa.

El trayecto de vuelta a casa también fue en silencio. Estaba preocupada por lo que había dicho el doctor.

¿Cómo voy a impedir que se acueste conmigo? Anoche ya me había dicho que se acostaría conmigo todos los días.

Aun así, tengo que impedírselo. Quizá comprenda mi dolor y me perdone algunos días.

Tengo que intentarlo al menos si quiero aliviarme de este dolor y además mi menstruación empezará esta semana.

No lo sabía cuando llegué a casa. Suspiré y salí del coche después de darle las gracias al Sr. Wilson.

Me dijo que era su deber. Le dediqué una pequeña sonrisa y entré en casa.

Eran las cuatro de la tarde cuando entré. Yo también tenía que prepararle la cena. Pero no sabía cuáles eran sus preferencias.

Me senté en el sofá y marqué el número que me había dado. Después de unos segundos, cogió la llamada.

«¿Por qué me has llamado a esta hora? ¿No sabes que estoy trabajando?» me gritó.

Me estremecí y, con voz suave, le dije » Siento molestarle, señor, pero quiero preguntarle por la cena».

«Comeré albóndigas y espaguetis. Y no se atreva a volver a molestarme» dijo y cortó la llamada sin darme oportunidad de contestar.

«No volveré a llamarle», me dije a mí misma Fui a la cocina sólo para ver que no había nadie. Tal vez Maria estaba en su habitacion.

Empecé a preparar la cena que me había encargado y en dos horas estaba terminada.

Aun me quedaban algunas horas. Así que entré en mi habitación y me tumbé en la mejor para descansar un rato.

No supe cuando me dormí. Me desperté al cabo de un rato. Era hora de volver a casa.

Me senté y me comí unas galletas, luego me tomé las medicinas que me había dado el médico y también me puse la crema.

Bajé las escaleras, me senté en el sofá y le esperé. Me peiné con los dedos para estar presentable.

Al cabo de unos minutos, entró en casa. Me levanté del sofá y me acerqué a él.

«Bienvenido a casa, señor», le dije y le di un beso en los labios.

Estaba a punto de apartarme pero él me agarró de la cintura y atacó mis labios.

Me mordió el labio y yo jadeé. Luego me metió la lengua en la boca.

Al cabo de un minuto, cuando estaba a punto de desmayarme, me dejó y me dio tiempo a respirar.

Respiraba con dificultad. Hizo caso omiso y se fue a nuestra habitación y yo le seguí al cabo de unos minutos.

Estaba tumbado en la cama con la mirada en el techo. Me acerqué a él y le pregunté: «La cena está lista. ¿Te sirvo?».

«Voy a ducharme ahora y después cenaré. ¿Has comido algo en el almuerzo?». Me preguntó con una ceja levantada.

«La comida que me preparó María tenía mucha sal así que no la comí», le informé suavemente mientras mi mirada estaba en el suelo.

«Puedes irte o puedes acompañarme a la ducha», dijo y se levantó de la cama y se dirigió al baño.

«No, estaré abajo», respondí rápidamente y salí corriendo de la habitación. Le oí reírse desde el baño.

Le esperé en el comedor, pues su comida ya estaba en la mesa.

Sólo espero que deje más comida en su plato para que yo pueda comer. Estoy hambrienta porque no he comido.

Al cabo de unos minutos, vino y se sentó en su sitio. Le serví la comida.

Mientras él comía, yo jugaba con los dedos para distraerme del hambre.

Bebí un poco de agua y esperé a que terminara. Cuando me ordenó que le sirviera de nuevo, lo hice.

Al cabo de unos segundos, me dijo que ya había terminado. Vi su plato y me alegré porque la mitad del plato estaba lleno de comida.

Le di las gracias y empecé a comer despacio. Al cabo de unos minutos, me lo terminé.

Se fue a nuestra habitación y yo le seguí después de fregar los platos aunque no tenía por qué hacerlo.

Vi que estaba sentado en la cama. Cuando me vio, palmeó el espacio que había a su lado. Con pasos temblorosos, me senté a su lado.

«¿Qué te ha dicho el médico?», me preguntó con tono aburrido.

«Me ha dicho que tengo una pequeña laceración en las umm paredes vaginales», le dije torpemente.

«¿Algo más?», me preguntó y se quitó la camiseta, mostrándome su cuerpo.

Tengo que decírselo. Era ahora o nunca. Respiré hondo y continué.

«Y también me dijo que evitara tener cualquier actividad sexual durante al menos 4 días y después de eso, tenemos que tener cuidado», le dije de mala gana. «¿Qué?», gritó tan fuerte que me estremecí y me levanté de la cama.

«¿Qué acabas de decir?», rugió. Me asusté al ver cómo me gritaba. Las lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos.

«Me ha dicho que el desgarro tiene que curarse solo. Tengo que tomar mis medicinas y evitar las relaciones sexuales», le dije temerosa Él cerró los ojos y cuando los abrió, estaban rojos. Me cogió del pelo y tiró de mí hacia él.

«¿Me has estado mintiendo? Porque déjame decirte, mi bella esposa, que si descubro que me has estado mintiendo entonces nadie podrá salvarte de mí».

«Sólo digo la verdad. Incluso puedes preguntarle a ese doctor si quieres» sollocé Él dejó mi pelo y con voz frustrada habló » Pero quiero mi liberación. Y deja de llorar que yo no te he pegado. ¿Lo hice?»

Intenté parar mis lágrimas. Me sequé las lágrimas pero aún se me escapaban pocas.

Después de unos minutos, me miró con deseo en los ojos y afirmó » De rodillas»

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