Mi esposa genio -
Capítulo 936
Capítulo 936:
El rostro de Walter palideció.
Era un hombre, pero no le importaba la desfiguración ni nada, podía soportar cualquier tortura más dolorosa.
Pero Freya no podía soportarlo.
Era sólo una niña, y aún llevaba un niño en su vientre. Una medicina tan venenosa no sólo arruinaría su aspecto, ¡Sino que ni siquiera podría conservar al niño en su vientre!
Regina, ¡Qué veneno!
Ya le había prometido en repetidas ocasiones que no volvería a atacar a Freya, y mucho menos a hacerle daño, ¡Pero su promesa era mentira!
¡Deseó poder matarla de mil tajos para vengarse de Freya!
Freya pensó que, puesto que Walter le había hecho daño una y otra vez, no se preocuparía por él, pero después de escuchar las palabras de aquel hombre, seguía sin poder controlar la ansiedad y el pánico.
Agarró con fuerza la muñeca de Walter: «¡No te muevas! Si quieres que tu cuerpo se pudra, ¡Deja que te tome el pulso!».
El agua se quedó quieta obedientemente. No le asustaba el sufrimiento, pero que su hija le cuidara así le hacía feliz desde el fondo de su corazón.
Se preguntó si estaría siendo narcisista, pues le parecía que su hija no le odiaba tanto como parecía.
Al ver que Freya le tomaba el pulso a Walter, el hombre se arrodilló nervioso en el suelo, sin atreverse siquiera a pronunciar palabra.
Freya estaba nerviosa, a Walter no le preocupaba la desfiguración, pero inexplicablemente, ella no quería que sufriera así.
Pensó que se sentiría tan extraña, no porque se preocupara por él y estuviera dispuesta a perdonarle, ¡Sino simplemente porque él acababa de bloquearle aquello!
Si él no se hubiera plantado desafiante ante ella hace un momento, habría sido ella la salpicada.
Basándose en la descripción del hombre, pudo adivinar qué tipo de dr%ga se había metido Regina, había estado expuesta a ella.
Cuando estaba en el extranjero, hubo una chica joven y guapa a la que un enamorado le lanzó ese tipo de dr%ga.
En sólo una hora, su piel había empezado a supurar. Después de que ella y Sebastian hubieran profundizado juntos en ello y pasado más de diez horas formulando un antídoto, el cuerpo de aquella chica no podía verse en su forma original.
Su cuerpo, que había estado sangrando pus todo el tiempo, apestaba tanto que, cuando los demás se acercaban, les provocaba el vómito.
Después de tomar el antídoto, el cuerpo de aquella muchacha dejó de sangrar el pus maloliente y su piel supurada se cubrió lentamente de costras, pero la supuración era tan grave que, incluso después de que se formaran las costras, su cuerpo quedó con cicatrices que no podían quitarse.
Una chica tan hermosa quedó trágicamente desfigurada.
No creas que si tomas el antídoto enseguida, no quedarás desfigurada. Volvió a encontrarse con este caso después de formular el antídoto.
A la que se le derramó ese medicamento era una mujer de mediana edad que acababa de desarrollar ese síntoma cuando la encontró junto a Sebastián, que le administró rápidamente el antídoto, pero aun así no pudo evitar que la piel se le pusiera supurante.
Si toma el antídoto inmediatamente, tendrá que pasar por el proceso de ulceración de la piel y pus, el mejor resultado es la desfiguración, y si no obtiene el antídoto, morirá de dolor.
Freya no quería que Walter quedara desfigurado.
Walter había nacido para ser noble; ¿Cómo iba a llevar un rostro feo y desagradable?
Cuando le tomó el pulso a Walter, Freya estaba especialmente nerviosa. Sebastián aún tenía algunos antídotos, una vez que estuvo segura de que se trataba de ese tipo de veneno, le llevó inmediatamente a casa de Sebastián para pedirle el antídoto, y luego con su acupuntura aunque su cara se estropeara, no se volvería demasiado fea.
Para sorpresa de Freya, le tomó el pulso durante un rato y no encontró nada raro en su cuerpo.
Su pulso era fuerte y estaba sano.
Freya cogió apresuradamente su brazalete y lo olió. Al oler aquel olor familiar, su ceja tensa se estiró.
Era el olor de su tónico habitual.
Supuso que era obra de los dos pequeños otra vez, sustituyendo lo que Regina quería utilizar para dañar a la gente.
Freya sabía que los dos pequeños eran siempre vengativos y si sabían que Regina quería utilizar esas cosas para hacerle daño, seguro que también le darían algo de crédito.
Después de que los dos pequeños la hubieran repuesto, desde luego no querían desperdiciarla, así que ¿Dónde la habrían puesto?
Freya esperaba con impaciencia la obra maestra de los dos pequeños.
«Está bien». Freya exhaló un largo suspiro de alivio en su corazón, pero en la superficie seguía poniendo una mirada distante y fría. «Han cambiado el medicamento de Regina, y lo que te salpicó fue tóner».
Al oír las palabras de Freya, Walter también respiró aliviado, no por sí mismo, sino por Freya.
Afortunadamente, habían cambiado el medicamento, de modo que aunque le hubieran salpicado unas gotas, no le habrían hecho daño ni a ella ni al bebé que llevaba dentro.
Al ver que Walter la miraba cariñosamente y sonreía, Freya se dio cuenta de que cuando le había tomado el pulso hacía un momento, parecía haber mostrado su preocupación de forma evidente.
Tosió con frialdad, y al instante su rostro tampoco mostró más que indiferencia, mientras decía: «¡Walter, no pienses demasiado en ello! Te tomo el pulso, no porque te haya perdonado, ¡Simplemente no quiero verte morir delante de mí!».
«¡En mi próxima vida, nunca te reconoceré como mi padre!». Tras decir esto, Freya se dio la vuelta y se marchó.
En la palma de su mano, aún permanecía el calor del cuerpo de Walter, es decir, el calor de su padre.
Aunque Freya no quería prestar atención a Walter, no pudo evitar pensar en su imprudencia de hace un momento.
No sabía que lo que había en aquel frasco era sólo tónico cuando se puso delante de ella a pesar de todo. Puesto que él habría hecho eso, estaba preparado para lo peor.
Pensó que si fuera Maximus, sin duda la dejaría en paz.
Ahora Walter la quería de verdad como a una hija.
Walter miró la espalda de Freya, y las comisuras de sus labios no pudieron evitar curvarse.
Había pasado por tantas cosas, que sus ojos eran agudos, pero podía sentir que ella estaba suavizando su actitud hacia él.
Pensó que algún día, si seguía intentándolo, ella le aceptaría.
Regina no había conseguido utilizar su truco con Freya, sino con su madre Gracie.
En ese momento, Regina ya había entregado los caros cosméticos a Gracie.
Gracie estaba obsesionada con aquella marca de cosméticos, sobre todo con aquel tónico, cuyo frasco costaba miles de dólares, pero funcionaba bien.
Estaba a punto de terminar de usar el conjunto de cosméticos que tenía en la mano. Mirando la caja exquisitamente empaquetada, Gracie se limpió la cara y luego sacó el tónico que había en su interior y se lo dio en la cara.
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