Mi asistente, mi misteriosa esposa -
Capítulo 564
Capítulo 564:
Eileen, con la vista nublada por las lágrimas, corrió a su lado instintivamente, preguntando: «¿Estás bien?».
Sus ojos estaban llenos de preocupación, las lágrimas rebosaban en ellos casi como si lo acusaran.
La emoción cambió en la mirada de Bryan. Antes de que Eileen pudiera ver con claridad, la empujó con todas sus fuerzas.
Tomada por sorpresa, Eileen fue empujada hacia atrás, cayendo con fuerza al suelo. La superficie áspera le raspó las manos y el dolor de la carne en carne viva la hizo jadear.
A pesar del dolor, ignoró sus propias heridas y miró a Bryan.
Se le encogió el corazón al verlo. La miraba como si fuera una extraña.
Su mirada era fría y distante.
«Bryan…» Eileen susurró su nombre con voz temblorosa.
«Por favor, aléjate de mí, y no vuelvas por aquí», dijo Bryan con frialdad, sus palabras como un cuchillo en su corazón.
Con esas duras palabras, se dio la vuelta y se dirigió lentamente hacia la habitación. Sus movimientos eran lentos, pero no se detuvo, y Eileen no pudo evitar la sensación de que realmente quería escapar de ella.
Ese pensamiento casi vuelve loca a Eileen. Se levantó, decidida a seguirle, pero Zelda le cerró el paso.
«No quiere verte. Vete», dijo Zelda, con tono firme.
¿Cómo podía Eileen competir con Zelda, una mujer cuya fuerza se había perfeccionado tras años de duro trabajo?
En poco tiempo, Eileen se encontró frente a la puerta. A pesar de la sangre en las manos y el dolor en las palmas, agarró el pomo con firmeza, con una determinación inquebrantable. Zelda se estremeció, sorprendida por su determinación.
«¿Qué demonios intentas hacer? gritó Zelda, soltando a Eileen. «¡Si sigues así, voy a pedir ayuda a gritos! Esta es mi casa. ¿Cómo puedes ser tan poco razonable?».
«Es mi legítimo esposo. ¿No eres tú la que no está siendo razonable?». Los ojos de Eileen estaban llenos de resolución, aunque sus lágrimas traicionaban su determinación.
Zelda pareció ablandarse ligeramente, con la mirada fija en Eileen. Sin embargo, al cabo de unos instantes, su expresión se tornó sombría y preguntó: «¿Se acuerda de ti? Sólo me reconoce a mí. Soy lo único que le queda en el mundo».
Y Zelda cerró la puerta de un portazo.
El grito de angustia de Eileen atravesó el aire, arrastrado por la brisa marina. Se desvaneció al llegar a la orilla, disipándose en burbujas que desaparecieron rápidamente sin dejar rastro. La casa quedó en un silencio espeluznante, como si se hubiera vaciado de toda vida.
«Bryan…» Eileen susurró su nombre, con la voz llena de desesperación. ¿Era realmente imposible para ella traerlo de vuelta?
Tal vez fue el peso de su desesperación lo que fortaleció su determinación. No se rendiría.
«Abandona este lugar. No vuelvas y no perturbes nuestras vidas». La voz de Zelda resonó una vez más desde el interior, pero Eileen siguió concentrada en la puerta.
El recuerdo de la fría y dura mirada de Bryan aún le punzaba en el pecho, y el corazón le dolía con cada respiración.
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