Capítulo 553:

Josué frunció el ceño y le hizo un breve resumen de la situación.

Bryan había llegado a Linder Land con el plan de ocupar el puesto de uno de los guardaespaldas de Coen. Pero Coen había sido precavido. Justo antes de partir, Coen declaró que sólo llevaría a dos guardaespaldas que llevaban años con él.

Para garantizar la seguridad de Eileen, Bryan no había dudado en agarrarse al tren de aterrizaje cuando el helicóptero despegó.

Mientras Bryan se elevaba del suelo, Coen había silbado y comentado: «Debería haberte convencido para que estuvieras de mi lado la última vez. Qué pena».

Suspendido a varios kilómetros de altura por el helicóptero, Bryan se había aferrado con todas sus fuerzas. El viento le había azotado la cara, haciéndosela doler. El aire enrarecido le dificultaba la respiración y le iba restando fuerzas.

Había usado toda su energía sólo para agarrarse, dejándole sin fuerzas para nada más.

Pero pensar en Eileen y Gabriela le llenó los ojos de determinación.

Luchando, consiguió sacar la bomba y acoplarla al tren de aterrizaje.

Al darse cuenta de lo que Bryan estaba haciendo, el rostro de Coen se ensombreció. «Bryan, ¿estás loco?».

Bryan no respondió. Se concentró en colocar la bomba rápidamente, ignorando la pistola que Coen le había apuntado.

Una vez que todo estuvo listo, soltó el tren de aterrizaje. El viento lo atrapó, elevándolo antes de que empezara a caer.

El helicóptero explotó en una lluvia de chispas, y Bryan vio cómo sucedía.

Lo era todo para Eileen, pero ante la enorme explosión, su figura se redujo a un punto antes de desvanecerse en el mar.

Eileen palideció al oír los detalles.

Josué la miró, apretó los dientes y dijo: «Cayó al mar y nunca encontramos su cuerpo».

¿Nunca encontraron su cuerpo?

Aquella noche, Bryan había estado inusualmente pegajoso. Eileen pensó que era porque no se habían separado desde que volvieron a estar juntos.

Pero Bryan había planeado arriesgar su vida para garantizar un futuro seguro para ella y su hija.

A Eileen se le llenaron los ojos de lágrimas y le costaba respirar.

Sentía como si pudiera oler la sangre de Bryan con cada respiración.

Al ver su silencio, Josué quiso consolarla, pero no supo qué decir.

Todo era culpa suya.

Si se hubiera dado cuenta antes del problema y no le hubieran engañado, las cosas no habrían acabado así.

Empezó: «Eileen…».

«Encuéntralo», dijo Eileen, con una voz tan suave que Josué pensó que había oído mal.

«¿Qué has dicho?» preguntó Josué.

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