Capítulo 471:

Cuando Huey salió del coche, una chica vestida de hip-hop con rastas gritó: «Hu-».

Se detuvo a mitad de la frase y entrecerró los ojos al ver a Huey cogido de la mano de Bailee. Los siguió hasta el restaurante, observando con curiosidad a la pareja.

«Espérenme en la sala contigua y, por favor, no deambulen. Terminaré esta cena rápidamente y luego podrán unirse. Hablaremos como es debido con mi madre», le dijo Huey a Bailee.

Habían llegado temprano. Huey había conseguido una habitación privada justo al lado de la que Winona había reservado.

Guiando a Bailee al interior, Huey dejó la puerta ligeramente abierta.

«Me has hecho muchas promesas, lo sé. No voy a ir a ninguna parte», dijo Bailee, sacudiendo la cabeza ante las constantes palabras tranquilizadoras de Huey.

«Sólo me preocupa que te vayas». Huey le tendió una taza de agua humeante y miró el reloj. «Ya casi es la hora. Iré primero a la habitación de al lado, para que no nos vean juntos».

«Adelante», respondió Bailee.

Desde que habían planeado esta velada, Huey había estado preocupado de que Bailee pudiera ser maltratada por Winona.

No dejaba de asegurar a Bailee que él se encargaría de las cosas con Winona, instándola a que no se tomara a pecho ninguna palabra dura. Le había prometido que siempre la querría.

Estas garantías interminables tenían los oídos de Bailee zumbando, sin embargo, tuvo que admitir que su ira se había calmado un poco.

Huey se levantó y cerró suavemente la puerta mientras se dirigía a la habitación contigua.

Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de la chica de las rastas.

Huey se detuvo un momento antes de hablar. «Hola, ¿eres Jillian Rayne?».

Jillian asintió. «Sí. ¿No has visto mis fotos?».

Jillian había reconocido inmediatamente a Huey por las fotos recientes que había visto.

Aunque Winona había enviado las fotos de Jillian a Huey, éste no se había molestado en mirarlas.

No obstante, contestó cortésmente: «Sí, las vi, pero siempre es bueno estar seguro».

A continuación, eligió un asiento lo más alejado posible de Jillian.

De repente, Jillian sugirió: «Mis padres ya deberían estar abajo. Deberíamos bajar a recibirlos, por educación».

«De acuerdo», aceptó Huey, con expresión severa mientras seguía a Jillian escaleras abajo a regañadientes.

Sin embargo, cuando llegaron a la entrada del restaurante, no había rastro de nadie. Jillian frunció el ceño y dijo: «¿Por qué no han llegado todavía? Déjame llamar a mi padre. ¿Por qué no llamas también a tus padres?».

A Huey, que no estaba deseando que llegara la reunión, le era indiferente cuándo llegarían sus padres.

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