Mi asistente, mi misteriosa esposa -
Capítulo 368
Capítulo 368:
Kian, sin embargo, no se daba por vencido. Todavía quería unirse al proyecto de cierta empresa al que le había cogido cariño. Sin embargo, perdió la oportunidad y necesitaba pedir dinero prestado, así que había organizado la reunión de hoy.
«¿Hay alguna diferencia si te dejo ir o no? ¿Cuántas veces te ha llevado Brandon a reuniones como ésta? Deja de fingir que eres pura e inocente», dijo Kian con frialdad.
Zola abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla. La habían obligado a asistir a ocasiones similares en innumerables ocasiones, pero nunca había pasado nada. Lo peor que había pasado era que aquellos hombres repugnantes se pusieran manos a la obra.
Sin embargo, estaba claro que Kian no creía que fuera virgen. Nadie lo creía.
«Ayúdame a conseguir el préstamo. Si puedo unirme a este proyecto, ganaré mucho en seis meses. Podré empezar de nuevo. También te beneficiará a ti», dijo Kian.
Ambos se dirigieron al baño mientras hablaban. Kian se lavó las manos, tras lo cual sacó una pastilla blanca de su bolsillo.
«No actúes de mala gana. El presidente del banco no está interesado en ti. Sin embargo, debes ganártelo como sea», dijo Kian.
El significado implícito de sus palabras estaba claro.
Zola lo miró con el ceño fruncido. No esperaba que fuera Kian quien la llevara al límite.
«¿No te preocupa que al irritarme te moleste? Piensas casarte algún día, ¿verdad? ¿No crees que te crearía problemas y le contaría a tu futura esposa lo de nuestra relación?». preguntó Zola.
Kian, que había estado alisándose el pelo, se detuvo ante su pregunta.
Luego se volvió hacia ella, sonriendo sarcásticamente. «¿No hay vuelta atrás?»
Extendió la mano, cogió suavemente a Zola por el cuello y tiró de ella para acercarla. Susurró: «No me presiones. Sólo estás aquí para satisfacer mis impulsos sexuales. No esperes piedad de mí».
Eileen no tuvo que preocuparse. Nadie se atrevía a obligarla a hacer nada por la presencia de Benjamin.
Su singular perspicacia en el mundo de los negocios la puso en el extremo receptor de muchos cumplidos.
La comida duró dos horas. Cuando por fin termino, el ascensor no podia bajar a todos los invitados de una sola vez, asi que Eileen sugirio a Benjamin que tomaran primero el ascensor y ella esperaria al siguiente viaje.
Cuando bajó las escaleras, casi todos los presentes se habían marchado. Zola, situado en la entrada, la vio y se apresuró a acercarse.
«¿Puedo invitarte a un café?».
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