Mi arrogante esposo -
Capítulo 9
Capítulo 9:
Anna POV
No puedo creer que me haya abofeteado. Quiero decir que ni mis padres me levantaron la mano.
Ahora mismo parece un demonio con los ojos rojos.
Y había mucha ira en sus ojos. Parece como si fuera a matarme.
Puse mi mano en las mejillas donde me abofeteó.
Me va a salir un moratón porque ya noto la hinchazón.
«¿Por qué coño me empujas, Anna? ¿Te has olvidado de que soy tu marido?». Me preguntó mientras me agarraba del pelo.
Tiró de él y sollocé con fuerza. Entonces negué con la cabeza y dije «No»
«Entonces por qué coño haces esto. Dímelo» me gritó y dejó mi pelo.
Me levanté del suelo y dije mientras sollozaba «Estoy con la regla. Por eso te empujé».
Me miró irritado y gritó «Primero te hirieron en el coño y ahora tienes la regla. ¿Crees que soy estúpido? » dijo y me agarró la barbilla.
Sacudí la cabeza y le dije: «Por favor, créeme, de verdad tengo la regla. Por favor».
Sacudió la cabeza y me soltó la barbilla.
Me miró mal. Me asusté y empecé a retroceder unos pasos.
Rezaba a Dios para que me salvara de este demonio.
El vino hacia mi y me jalo hacia el por mi cintura y puso su cara en mi cuello.
Me quedé quieta porque no quería enfadarle.
«Está bien, no me importa la sangre. Sólo necesito un buen polvo», me susurró al oído.
Mis ojos se abrieron de par en par y le supliqué con la mirada.
Pero él se rió y me dio un beso en los labios.
Luego me empujó sobre la cama y se cernió sobre mí.
Empezó de nuevo a bajarme la cremallera del vestido y yo volví a protestar.
Me lo bajó del todo y me lo puso por encima de la cabeza.
«No, por favor, no», grité y lo empujé.
Se enfadó y volvió a abofetearme.
Grito fuerte y sollozo. Me abofeteó dos veces.
Después de eso, dejé de forcejear. ¿Por qué voy a malgastar mi energía?
Ni él va a parar ni nadie va a ayudarme.
Así que me rendí, me quedé quieta y le dejé hacer lo que quisiera.
Me dio una palmadita en la cara y me dijo «buena chica».
Le miré fijamente a los ojos y una última vez le supliqué con la mirada.
Pero él hizo caso omiso y me quitó el sujetador.
Me pellizcó el pezón y yo siseé de dolor y más lágrimas salieron de mis ojos.
Luego se llevó el pezón a la boca y empezó a chuparlo mientras pellizcaba y jugaba con mis otros pezones.
Mis pechos están tiernos por eso me duele tanto.
Después de unos minutos, me quitó también las bragas.
«Hmm, así que realmente estás con la regla. Eso es bueno porque odio a los mentirosos». Dijo y empezó a quitarse la ropa.
Yo no dije nada. Solo le rogaba a Dios que me salvara de este acto cruel.
Pero parece que el bien empezo a odiarme tambien.
Empecé a sollozar fuerte ante este pensamiento.
Me separó la pierna y me sacó el tampón suavemente.
Empecé a asustarme y a querer empujarlo.
Pero él escuchó mi pensamiento porque me lanzó una mirada de muerte.
Puedo sentir la punta de su polla en mi entrada.
Cerré los ojos y esperé el dolor.
Me penetró con fuerza. Grité con todas mis fuerzas.
El dolor era demasiado. Es como si su polla me desgarrara por dentro.
Esta vez se calmó y me dio tiempo para adaptarme.
Los calambres son demasiado fuertes. Lo único que quiero es que me saque la polla.
Si no, me moriré de dolor.
Después de un rato, empezó a moverse despacio, pero luego empezó a empujarme fuerte y rápido.
Intenté no gritar mucho, pero no pude evitarlo.
Lloré y grité, pero él no paró. Ni una sola vez.
Para distraerme del dolor, me quedé mirando el techo de la habitación.
Esperé a que terminara. Y después de 15 minutos, que me parecieron una eternidad, gimió y se corrió dentro de mí.
Luego sacó su polla de mí. Vi que tenía mucha sangre.
También puedo sentir la sangre saliendo de mí.
Se levantó de la cama, se volvió hacia mí y me dijo: «Voy a darme una ducha. Limpia la cama antes de que vuelva» Luego se dio la vuelta y entró en el cuarto de baño.
Me puse las manos en la cara y sollocé. ¿Por qué?
Pero no tengo tiempo para llorar. Me senté e hice una mueca de dolor.
Todo mi cuerpo pintaba. Pero aun así, me levanté de la cama.
Miré a la cama y me sorprendió ver un montón de sangre en la sábana.
Quité la sábana sucia de la cama, cojeé hasta el armario y la tiré al cubo de la basura.
Cogí una sábana nueva del armario y la extendí sobre la cama.
Al cabo de un rato, vino solo en chándal.
«Ahora ve a limpiarte tú también», me dice y me besa suavemente los labios como un buen amante.
Pero él es cualquier cosa menos bueno.
Cojeé hasta el baño y me puse bajo la ducha.
El agua caía y aquí nadie podía ver mis lágrimas.
Me froto el cuerpo para deshacerme de sus caricias.
Después de restregarme, me sequé con una toalla y me envolví el cuerpo con ella.
Entré en el armario. Esta vez utilicé una compresa porque mi vagina estaba tan dolorida que no puedo ni imaginar ponerme algo en ella.
Me puse un pijama cómodo.
Me recogí el pelo en una trenza suelta. Me miré al espejo.
Tenía la cara amoratada y empezaba a hincharse.
Me toqué la mejilla e hice una mueca de dolor.
Después de buscar unos minutos, me apliqué la crema en la cara.
Salí del armario. Estaba despierto.
Fui hacia mi lado de la cama y me tumbé en él.
Estaba de espaldas a él. Me rodeó con los brazos y me estremecí.
Me atrajo hacia él y me besó en la sien y puso su cara en mi cuello y se quedó dormido.
Al cabo de un rato, yo también me dormí.
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