Mamá correcta, papá equivocado -
Capítulo 19
Capítulo 19:
Xavier estaba en el hotel y buscaba otra tela que le sirviera para la elaboración de las cortinas del hotel que iba a inaugurar. Podía encargar las mismas en otra parte del mundo, pero estaba contra reloj, tardaría mucho tiempo en llegar y la inauguración era en dos meses… aunque también podía escoger otras, pero él quería esas.
Tiró el catálogo sintiéndose frustrado.
Se pasó la mano por la cabeza con preocupación, alborotando sus cabellos, enseguida sus pensamientos volvieron a lo que había ocurrido horas antes.
“¡Idiota! ¿Llamándome gallina a mí? Es que si lo vuelvo a ver vamos a ver quién será la gallina”. Expresó en voz alta.
Se sentía ahogado y necesitaba conversar con alguien, los candidatos para eso eran su hermano Evans o su primo Piero. Cuando llamó al primero no lo atendió, por eso le marcó al segundo.
“¿Qué pasó? ¿Ocurrió algo?”. Preguntó Piero al otro lado de la línea.
“No han secuestrado ni herido a nadie… solo quiero hablar, se trata de un problema de faldas… me gusta alguien”. Soltó con un suspiro.
“¿Y cuál es la novedad? A ti siempre te gustan todas las mujeres de a dos, de a tres…”. De pronto se hizo una pausa y la voz alarmada de Piero se escuchó al otro lado: “¿A menos que te guste un hombre? Eso sí que sería una novedad”.
“¡Si eres idiota, Piero! Es una mujer, pero es casada”. Al otro lado se escuchó un silbido de sorpresa. “Pero fui al ver a su esposo que casualmente dirige una casa de modas, también son quienes tienen las telas que necesito para el nuevo hotel… le dije que iba a conquistar a su esposa, porque él no la hacía feliz”.
“Te volviste loco, hermano ¿Qué pasó? ¿Te desfiguró? ¿Estás en el hospital?”. Interrogó su primo preocupado.
“No, casi lo hace, pero la secretaria intercedió”.
“Tuviste suerte ¿Y cuál es el problema entonces?”.
“Que a pesar de que me gusta la mujer de ese hombre, realmente él no me cae mal. En otra circunstancia hasta me habría hecho su amigo y en mi caso eso es decir demasiado. Me resultó admirable, porque si a mí se me presenta un hombre diciéndome que me quiere quitar a mi esposa es que lo convierto en cadáver”.
“¿Y tanto te gusta esa mujer para quitársela al marido?”. Preguntó con curiosidad.
“No, yo solo quiero pasar un tiempo con ella, a ver si de esa manera dejo de pensarla tanto y…”. Sus palabras fueron interrumpidas por el tono de diversión de Piero.
“Pero para querer un simple revolcón, creo que te estás tomando muchas molestias, vas a tener que evaluarte Xavier ¿Por qué, quien carajo va a hablar con el esposo de la futura amante para decirle que posiblemente se la va a llevar a la cama? Eso lo hace alguien muy idiota o muy enamorado. Evalúate y ve cuál de los dos eres tú, porque lo primero, no creo que lo seas”.
Hablaron por varios minutos, pero cuando cortó la comunicación con Piero, enseguida recibió una llamada de la secretaria de Cavalcanti Modas.
“Señor Xavier Sebastini, le llamo para avisarle que ya empezamos a hacer el despacho de las telas, el Señor Lorenzo Castelli ordenó entregárselas y no debe pagar nada, él personalmente se encargó de cubrir todos los gastos generados”.
“¿Por qué? Él no puede hacer eso… sí va a despacharnos su tela, pagaré cada centavo de su costo ¿Acaso cree que los Sebastini necesitan su caridad? ¿A cuenta de qué me está dando regalos?”. Dijo de mal humor.
“Señor Xavier, de verdad que recibir el pago no está en mis manos, tendría que hablar con mi jefe”. Dijo la mujer temerosa de lo que pudiera ocurrir.
“¡Voy para allá!”.
“Mi jefe no está”. Trató de persuadirlo la mujer, pero él insistió.
“Entonces ¡Llámelo!”. Ordenó, cortando la llamada.
La mujer de inmediato llamó a su jefe.
“Señor Castelli, ese hombre es peor que usted, dijo que venía a la oficina y que lo llamara, no quiere las telas si no le cobran lo que corresponde”. Dijo la secretaria nerviosa, temiendo incluso la reacción de su jefe.
En vez la reacción de molestia que esperó, oyó una fuerte carcajada.
“No se preocupe Tulia, yo me encargaré de todo”. Dijo Lorenzo mientras al otro lado de la línea escuchó un suspiro de alivio.
Cuando cortó la llamada, Isabel se quedó viéndolo con los ojos entrecerrados.
“¿Qué te traes entre manos Lorenzo?”. Preguntó.
“¿Y Tamara qué hace?”.
“Se encerró en su taller, creo que es lo mejor, necesita pensar y fortalecerse, porque ten la plena seguridad de que Joel no se va a quedar con los brazos cruzados y la va a buscar”. Dijo la mujer.
“Tú y yo podemos ayudar para que eso no pase, vayamos al auto, necesito que me acompañes a la oficina, quiero que conozcas a alguien. Mientras tanto te cuento lo que ocurrió esta mañana y porque en mi empeño de saber si te brillaban los ojos”.
Por su parte, Xavier, no estaba dispuesto a esperar, necesitaba respuestas y no iba a detenerse hasta obtenerlas. Salió de hotel, pidió un taxi y se dirigió directamente a Cavalcanti Modas.
Al llegar, Xavier entró a las instalaciones con paso decidido, nadie lo detuvo y llegó rápidamente donde estaba la secretaria.
“Señora Tulia, por favor comuníqueme con su jefe”. Pidió y justo en ese momento salió Lorenzo de su despacho.
“Señor Xavier, que bueno que llegó, visto su atrevimiento temprano y como soy un hombre tan directo como usted, quiero que resolvamos esto. Traje a mi esposa y le dije de las intenciones suyas de conquistarla. Venga lo está esperando en mi oficina”.
“¡Mi$rda!”. Exclamó Xavier en su interior.
Se sintió un poco nervioso, porque una cosa era venirse a enfrentar al marido y otra distinta a la mujer que le gustaba, pero que no le prestaba atención. Después de esa conversación, seguro terminaría alejándose más de él.
Cuando entró a la oficina, miró a los lados buscando a Tamara, pero no la encontró. En su lugar había una hermosa mujer rubia sentada en frente del escritorio. La miró con curiosidad preguntándose quien era, pero esta incógnita se resolvió segundo después, cuando Lorenzo Castelli dijo con una sonrisa.
“Esposa, tenemos un problema, este hombre vino para acá a decir que tú no eras feliz y que te iba a conquistar ¿Me explican?”. Preguntó con un tono divertido.
Isabel se levantó de su asiento con la elegancia de una reina.
“Esposo, este hombre es atractivo, pero nunca lo había visto en mi vida. Además, yo ya tengo a quien me haga todo lo feliz que puedo ser… eres tú mi amor”. Pronunció con un suspiro.
Xavier nunca se había sentido tan avergonzado en su vida, deseaba que la tierra se abriera y lo escupiera al otro lado del mundo. Negó con la cabeza mientras esbozaba una sonrisa, porque la situación causaba risa.
Extendió la mano hacia Isabel de manera caballerosa y la tomó.
“Lo siento señora, es usted una mujer muy hermosa, pero temo que ha habido una equivocación y la dama que pensé era la esposa del Señor Lorenzo era otra. Lamento esta confusión…”. Como vio que el hombre se burlaba de él, quiso echarle más leña al fuego: “Aunque claro, a su esposo lo ve muy contento y tranquilo en este momento, pero estaba tan furioso que si no es por la secretaria me habría hecho pudín”.
Isabel se quedó viendo a Lorenzo de manera acusatoria.
“Esa parte no me la contaste”. Dijo Isabel mirando a su esposo con seriedad.
“Sabes que los jóvenes exageran… cambiemos de tema, quizás si conozca a la dama que creías era mi esposa…”. Sacó una fotografía de uno de los cajones y se la enseño: “¿Se trata de ella?”.
Xavier la miró, y no pudo evitar sonreírse.
“Sí, es Tamara Castelli, pero mejor no hable, no lo quiero escuchar diciendo que ella es la esposa de alguno de sus hijos”. Pronunció Xavier, sintiéndose un poco contrariado, sin saber las razones exactas.
“No, no es mi nuera. Tamara es nuestra hija”. Declaró Lorenzo mientras Xavier soltaba el aire que no sabía que había estado reteniendo.
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