Capítulo 57:

El ambiente en la clínica se volvió tenso en ese mismo momento cuando Marco Santorino, el doctor encargado, decidió llamar a seguridad para que sacaran a Freya de las instalaciones.

“¡Seguridad! No escucharon, necesito que saquen a esta mujer de inmediato. No puede quedarse aquí”. Repitió.

Xavier, al escuchar las palabras de su amigo, se percató de la situación y decidió intervenir. Le hizo una seña a Marco para que se acercara, tampoco quería dejarlo en ridículo frente a todos.

“Lo siento, Marco, pero no puedo permitir que expulses a Freya de la clínica. Ella es amiga de Tamara y vino a acompañarme”. Señaló con firmeza.

Marco se quedó viéndolo enfadado.

“Entonces contrólala y dile que actué de manera respetuosa, porque si sigue comportándose de esa manera la voy a mandar a sacar, así tú no estés de acuerdo”. Expuso con firmeza.

Antes de que Xavier le respondiera, los guardias de seguridad se acercaron listos para cumplir la orden de Marco. Sin embargo, Xavier levantó la mano en un gesto suave, pero determinado, deteniendo su avance.

“No es necesario, ya el Doctor Marcos y yo llegamos a un acuerdo”. Declaró Xavier y los guardias se detuvieron en seco.

Miraron al doctor, esperando a ver si cambiaba de órdenes antes de proceder.

“¿Qué hacemos, Doctor Santorino?”. Preguntó uno de los guardias sin saber qué hacer.

Marco miró a Xavier y luego miró a Freya, quien lo miraba con una expresión de diversión, como si estuviera complacida con lo que estaba pasando. Suspiró y no le quedó más opción que dejarla allí.

“Bien, déjenla por ahora. Pero quiero una resolución rápida, no toleraré que se infrinjan las normas”.

Xavier asintió, agradecido por la oportunidad de buscar una solución.

Mientras tanto, Freya se sentó en silencio esperando que atendieran a Xavier mientras Marco no la dejaba de observar.

“Para no soportarla las miras mucho “. Pronunció Xavier burlesco.

“Solo la estoy vigilando, es una grosera. Desde que la vi por primera vez que tropecé con ella, su actitud fue altanera”.

Freya escuchó y se levantó caminando hacia él.

“¡No mientas! Porque tú fuiste quien nos tropezó y te comportaste groseramente con nosotras que intentábamos irnos rápido. Si tú te comportas de esa manera, no puedes esperar que nosotras nos comportemos diferente y te tiremos flores… si hay algo que detesto es a la gente déspota y abusadora”.

Las chispas saltaban entre los dos, ambos eran apasionados. Se observaban como si quisieran someter al otro.

Santorino, se quedó sin palabras ante la arremetida de Freya. No podía negar que le había respondido mal, pero no estaba dispuesto a ceder ante ella.

“Mentira no era, ibas pendiente de ti misma y ni siquiera te diste cuenta de lo que había a tu alrededor”. Dijo él, acercándose un poco más a Freya: “Y tú eres muy atrevida por hablarme de esa manera”.

Freya no retrocedió ni un centímetro. Le sostuvo la mirada y le respondió con seguridad.

“No tengo miedo de ti, doctorcito. Y si quieres arreglar las cosas entre nosotros, tendrás que disculparte primero”.

Marco frunció el ceño por su atrevimiento, pero había algo en esa chica que lo atraía, algo que lo hacía querer acercarse a ella, besar sus labios, tenerla debajo de su cuerpo g!miendo. Aun cuando su carácter no era de su agrado.

“Está bien, tienes razón, acompáñame para disculparme”. Dijo él, dando un paso hacía y ella halándola de la mano.

Ambos sintieron una especie de corriente que los recorría, pero ninguno se dio por aludido mientras ella protestaba.

“¿A dónde crees que me llevas? ¡No quiero ir contigo!”. Exclamó molesta, pero él no se detuvo hasta entrar con ella a una habitación.

La habitación era una oficina, estaba una biblioteca llena de libros y un sofá, parecía ser el despacho del Doctor Marco. Él la soltó bruscamente y se sentó detrás de su escritorio, con una expresión de fastidio en el rostro.

“Bien, entonces discúlpate conmigo, para después yo hacerlo contigo”. Dijo él de forma seca, como si estuviera haciéndole un favor.

Freya lo miró desafiante y cruzó los brazos sobre su pecho.

“¿Y por qué debo ser primero yo quien te pida disculpas, si tú me ofendiste primero? Además, tú no puedes obligarme a pedirte disculpas, Marco”.

Marco soltó un suspiro y se masajeó las sienes.

“¿Qué quieres que te diga? No soy bueno disculpándome, nunca lo hago. Aunque sí reconozco cuando me equivoco”.

“Bueno, siempre hay una primera vez para todo, te escucho”. Dijo cruzándose de brazo.

Él se levantó y caminó hacia ella, que seguía de pie junto a su escritorio. Él la tomó por los hombros, sorprendiendo a Freya.

“Espero que te agraden mis disculpas”.

Se acercó a ella, y sin que la chica lo esperara, la besó dejándola por completo en shock. No se había esperado que hiciera eso.

No pudo evitar quedarse paralizada por la sorpresa, no sabía cómo reaccionar ante el repentino beso del Doctor Marco. Su cuerpo se tensó mientras las manos del hombre se deslizaban por su espalda, acariciando suavemente su piel a través de la tela de su blusa.

A pesar de que luchaba contra sus instintos, Freya no podía negar que el beso le estaba gustando. Pronto, sus labios se abrieron dándole paso a su lengua y a un beso apasionado que la dejó sin aliento, no sabía si era porque tenía mucho tiempo sin una pareja y la abstinencia le estaba pasando factura, pero sentía cómo su cuerpo se entregaba por completo a la pasión que Marco le estaba transmitiendo en ese momento.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento, jadeantes y con el corazón latiendo a mil por hora. Marco sostuvo el rostro de Freya entre sus manos y la miró fijamente a los ojos.

Freya se mordió el labio inferior, incapaz de decir nada mientras su mente aún procesaba lo que acababa de suceder.

Marco acarició suavemente su mejilla, hablando en un tono bajo y seductor.

“Lo siento mucho, Freya. No debería haberte besado sin tu consentimiento. Fue un acto impulsivo e inaceptable de mi parte”.

Pero antes de que ella pudiera responder, él tomó su mano y la llevó hacia su entrepierna, dejando en claro que se estaba dejando llevar por la pasión del momento.

Freya se mordió el labio aún más fuerte, luchando contra el profundo deseo. Una parte de ella luchaba por alejarse, pero la otra… esa que estaba ansiosa por no estar sola, por tener la compañía de alguien. Esa parte de ella tomó el control, aprovechando la situación, lo tomó por el cuello mientras se aferraba a él y lo besaba mientras se acurrucaba contra su cuerpo caliente.

El Doctor Marco, por su parte, la levantó tomándola en brazos y la llevó hasta el sofá que había en su consultorio. La tumbó con delicadeza y comenzó a desabotonar su blusa, admirando cada centímetro de piel que se descubría a medida que avanzaba.

Freya suspiró al sentir sus manos sobre su pecho, dejando escapar pequeños g$midos de placer mientras él le besaba el cuello y los hombros.

La tensión se%ual entre ellos era palpable y explotó con fuerza cuando Marco se apartó un poco. Este se quitó la bata médica y la camisa, dejando al descubierto su musculoso cuerpo. Sin decir una palabra, se colocó encima de ella y comenzó a besarla apasionadamente mientras sus manos recorrían cada curva de su cuerpo.

Freya g$mía con cada caricia, estaba completamente entregada al deseo que ardía en su interior. Mientras él la iba desnudando poco a poco, ella se aferró a él con fuerza, sintiendo su miembro duro y erecto, rozando su intimidad húmeda y caliente.

Él se apartó, se terminó de quitar la ropa y volvió a besarla de manera apasionante. Los g$midos llenaban la habitación y el deseo era abrumador. Sin previo aviso, Marco la p$netró con fuerza, haciéndola gritar de placer.

Comenzó a moverse con un ritmo frenético, llevándola al borde del org%smo una y otra vez hasta que finalmente, juntos alcanzaron el clímax en una explosión de placer indescriptible.

Después de un rato, Freya se levantó y se vistió en silencio mientras Marco, la observaba con interés.

Ella lo miró con desdén y con una media sonrisa como si no le hubiera importado lo que había pasado, le dijo con sarcasmo.

“Me encanta tu manera de pedir disculpas”. Dijo con indiferencia: “¡Disculpas aceptada!”.

Exclamó mientras salía de la oficina del doctor Marco, sin decir nada.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar