Capítulo 50:

Cuando Freya vio a su amiga muy molesta, prefirió dejarla sola, era lo mejor para que reflexionara, mientras la siguieran presionando más se iba a oponer. Esa era la Tamara que conocía, la que había estado mucho tiempo siendo oprimida por Joel finalmente había salido.

“Yo me voy, no te presionaré, tienes que pensar por ti misma y llegar a tus propias conclusiones. Tú eres una mujer inteligente y sé que quieres lo mejor para ese bebé. Si te conozco lo suficiente, sé que le agradeces al cielo que tu niño no sea de un hombre tan malvado como Joel, ni producto de sus maquinaciones”. Expresó Freya y Tamara no debatió, sus palabras.

Se quedó sentada en el sofá, no supo por cuanto tiempo, reflexionó y consideró las opciones hasta que finalmente llegó a una decisión.

Podía poner a prueba a Xavier como le decían todos, quizás sería una mala pareja por ser mujeriego, pero tal vez sería un buen padre. Vio lo emocionado que estaba al saber la noticia y ni siquiera sabía que era al bebé que ella cargaba en su vientre.

Suspiró profundo y como si estuviera conectado con su mente, el timbre de la puerta sonó. Allí estaba Xavier, vestido de lo más informal, con una maleta en la mano y esa sonrisa capaz de derretir un iceberg, era la tentación personificada. Cerró los ojos, mientras negaba con la cabeza.

“¿Eres tan insistente para todo?”. Interrogó Tamara y Xavier negó con la cabeza.

“Solo lo que es importante para mí”. Respondió con sinceridad: “Te tengo dos alternativas. Te vienes conmigo a mi casa o yo me vengo a quedar contigo en tu apartamento”

“Yo no pienso irme a ningún lado, pero tú puedes quedarte aquí siempre y cuando cumplas con las normas que tengo establecidas”.

“¿Cuáles son esas normas?”. Inquirió entrecerrando los ojos.

“No puedes escoger cosas para el bebé sin antes consultarlo conmigo, ni traer comida como si esto fuera un regimiento militar. Vas a cumplir las normas de mi casa, debes ayudarme con el aseo y la cocina, porque ni creas que yo voy a estar atendiéndote como si fuera tu mujer de servicio”. Enfatizó con seriedad.

“Podemos traer una señora de servicio para que limpie”. Propuso y ella negó.

“No me gustan extraños en mi casa, contigo ya es suficiente. A las diez de la noche se apagan las luces y se duerme, la hora de levantarse es entre las cinco a la seis de la mañana. El desayuno es a las siete y el almuerzo a las doce”. Enumeraba mientras Xavier abría los ojos con sospecha, porque estaba seguro de que le decía eso solo para fastidiarlo.

La intención de ella era que se sintiera tan incómodo, que terminara yéndose de allí.

“Dices que no es un regimiento militar, pero bien que tienen normas que se le parecen”. Protestó Xavier.

“Bueno, es lo que hay, tú decides si lo tomas o lo dejas”. Pronunció con seriedad.

Xavier miró a Tamara y con una mirada digna de un dios griego mientras le decía.

“Me quedaré”. Su tono sonó firme: “Cumpliré las normas de tu casa, pero algunas de las cosas que me has mencionado, ¿Podemos reconsiderarlas? Como por ejemplo la señora de servicio”.

Tamara negó con la cabeza.

“Ya te dije las condiciones y ninguna está sujeta a modificación”. Xavier asintió: “Déjame llevarte a tu habitación”.

Lo condujo por el pasillo y le abrió la puerta del dormitorio, luego lo hizo pasar, mientras se sonreía.

Xavier miró a todos los lados y aunque le pareció pulcro y cómodo, esa habitación era del mismo tamaño que la sección de sus zapatos en el armario de su casa.

“Esto es muy pequeño”. Declaró.

“Entonces puedes irte a tú casa, de seguro allí es más amplio y cómodo”. Dijo con burla.

“¿Dónde queda tu habitación?”: Interrogó Xavier con curiosidad.

“Es la primera del pasillo entrando por la sala… espero que no me molestes. Por cierto, se me olvidaba decirte, cada quien se prepara su comida y si no sabes cocinar, tendrás que pedirlo a domicilio, porque yo no pienso cocinarte”. Señaló con firmeza.

Tamara lo observó con una ceja levantada, esperando alguna protesta o reacción de su parte. Sin embargo, Xavier se quedó viéndola con intensidad, en un principio no dijo nada solo sonrió con insolencia y dio un paso hacia ella.

“No necesito que me cocines, puedo hacerlo yo mismo”. Dijo mientras se acercaba a Tamara hasta tenerla a escasos centímetros de distancia.

Ella retrocedió, pero se tropezó, él la sostuvo por los hombros para que no cayera.

“Quizás pueda convencerte de otra manera de colaborar conmigo”. Agregó con una sonrisa maliciosa.

Tamara lo miró a los ojos sin poder contener los latidos acelerados de su corazón. Xavier bajó su boca, casi rozándole los labios como si estuviera a punto de besarla. Ella esperó con impaciencia, entreabriendo los suyos, anticipando el beso al mismo tiempo que un profundo deseo se abrió paso en su interior. Pero él solo rozó sus labios y se apartó de ella dejándola con la frustración de no ser besada.

“Gracias por mostrarme la habitación”. Enseguida y sin esperar que ella se retirara, comenzó a desabrocharse los botones de la camisa, dejando al descubierto su bien torneado cuerpo.

La boca de Tamara se abrió de par en par, mientras sus ojos se posaron en su abdomen. Levantó la mirada y vio la media sonrisa en el rostro de Xavier, eso causó irritación en ella.

“¿Acaso no tienes decoro para andar desnudándote de esa manera en cualquier lado?”. Preguntó y Xavier se encogió de hombros.

“¿Según tú cuál sería el lugar correcto para desnudarme? Considerando que estoy en la habitación que me dijiste sería mía a partir de este momento”.

Ella no dijo nada y salió corriendo mientras Xavier no dejaba de reírse.

“Ay Tamara, juro que voy a conquistarte y vas a terminar tan enloquecida por mí cómo lo estoy yo por ti… así que vamos a empezar”.

Tomó la maleta y sacó una hoja con todas las propuestas de conquista de las mujeres Ferreri.

“Punto uno, cocina una deliciosa comida, que sea del gusto de ella, dicen que el amor entra por el estómago. Además, hay un dicho que doce: ‘barriga llena, corazón contento’”. Leyó en voz alta el primer consejo de las mujeres Ferreri: “Así que Xavier, te duchas, te viste y te destacas en la cocina”.

Así lo hizo, se metió al baño y se duchó con agua caliente para relajar sus músculos, se sentía demasiado estresado, luego de secarse se puso ropa cómoda para cocinar. Mientras tanto, pensaba en lo hermosa que era Tamara y en cómo podía hacer para llamar su atención.

Antes de ir a preparar la cena, pasó por la habitación de Tamara y tocó la puerta. Ella abrió la puerta tan rápido que daba la impresión de que había estado esperando tras la puerta.

“Hola”. Saludó Xavier, sintiéndose tan nervioso como nunca se había sentido en la vida.

“Hola, ¿A qué debo tu visita?”.

“Te quería invitar a cenar en la cocina de tu casa, tú me ves mientras te preparo la comida”. Propuso y ella se quedó viéndolo con desconfianza.

“Mejor no, tú no inspiras confianza, siendo de las familias de donde eres, no creo que te hayan enseñado ni a freír un huevo. Así que no quiero arriesgarme a que mi bebé y yo suframos una indigestión”. Expresó declinando la oferta.

“Bueno, tú te lo pierdes… de todas maneras, si cambias de opinión te estaré esperando”. Declaró Xavier y ella negó.

“No lo creo”.

Lo que no sabía Tamara, es que en unos minutos no le quedaría más remedio que tragarse sus palabras.

Xavier caminó al pasillo y mandó a traer algunas de las cosas que habían llevado, incluyendo la cuna, los regalos de bebé, parte de las verduras y frutas, lo demás los mandó a donar. Después entró a la cocina, siguió la receta y demás indicaciones anotadas al pie de página.

Media hora después el olor de la comida empezó a llenar el ambiente, estaba quedando exquisita y él estaba seguro de que Tamara no podría resistirse, tarde o temprano aparecería deseando probarla.

Y así pasó, Tamara estaba recostada en su cama leyendo un libro cuando el aroma de la comida le hizo agua la boca, trató de resistirse porque no quería dar su brazo a torcer. Sin embargo, el ruido de su estómago más ese delicioso aroma, la hicieron perder la partida, terminó poniendo el libro en la mesita de noche y salió a la cocina.

Caminó de manera silenciosa porque tenía un poco de vergüenza, pero cuando Xavier la vio llegar, la recibió con una sonrisa y dos platos de comida ya servidos en la mesa, ella no pudo evitar notar lo bien que se veía.

“Bienvenida, la cena está lista, esperaba por ti”. Dijo él con amabilidad.

Ella se sentó a la mesa y comenzó a probar la comida. Estaba deliciosa, pero no quería darle el gusto a Xavier y reconocerlo, así que mantuvo la mirada fija en su plato mientras comía sin decir palabra.

Sin embargo, Xavier sabía que había acertado con su elección de cena y no iba a dejar que Tamara lo ignorara.

“¿Te gusta?”. Preguntó él, con una sonrisa en los labios.

Tamara levantó la vista, por un momento solo se miraron a los ojos. Ella sonrió y finalmente debió reconocer lo evidente.

“Sí, está muy rico”.

Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la cena y de la compañía del otro. Pero Xavier no podía resistirse a hacerle una pregunta que llevaba rondando en su mente desde la tarde.

“Tamara, ¿Por qué te cuesta tanto aceptar mi ayuda?”. Preguntó él, con precaución: “_Yo no quiero hacerte daño. Sé que cometí errores al sacar conclusiones precipitadas e irme con otras mujeres, como te dije lo hice por despecho. También sé lo que sufriste al lado de Joel, pero no puedes juzgarme por los errores de otro… dame por lo menos el beneficio de la duda”.

Expresó mientras ella se quedaba pensativa analizando sus palabras.

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