Capítulo 4:

Tamara cortó la llamada con una sensación de pesar en su corazón. Estaba sentada frente a su tocador, mientras miraba su reflejo en el espejo. No podía creer la insensibilidad de Joel hacia ella, sobre todo después de haberse sometido a un procedimiento tan personal.

Se sentía vi%lada e indefensa; como si no tuviera control sobre su cuerpo ni sobre su vida, por un momento no dijo nada, solo pensando en lo que había ocurrido.

La frustración le recorrió el cuerpo. Sabía que las exigencias de Joel eran injustas, pero también sabía que no tenía más remedio que cumplirlas. Al fin y al cabo, era su esposa y no se atrevía a oponerse a su decisión, así una parte de ella quisiera liberarse.

Se giró hacia su amiga, que miraba el teléfono como si fuera el propio Joel.

“No puedo seguir así, me siento atrapada, cada día que pasa tengo la sensación de estar viviendo una vida que no me corresponde”. Dijo ahogándose con las lágrimas, no pudiendo ocultar más lo que sentía.

“Porque es así, porque te negaste a escuchar a todos quienes te decíamos que la vida no es de esa manera… no es simple, y aunque no he estado casada, sé que en una relación se trata de dos, de que cada uno da, no uno solo”.

“Yo también lo sé, vi ejemplos por doquier a mi alrededor”.

“¿Entonces por qué sigues si sabes que no es como los matrimonios exitosos en tu familia?”. La recriminó su amiga.

“¿Y cómo veré a la cara a mi papá? Yo lo reté… le dije que estaba equivocado con Joel y que se lo iba a demostrar… no puedo ir ahora a decirle que él tenía razón y que yo era la equivocada… además, quizás en el fondo…”. Iba a comenzar a defenderlo y Freya se levantó molesta.

“¡Ya Tamara! ¡No me j%das! No va a cambiar, los hombres patanes no cambian, si no lo ha hecho en cinco años jamás lo hará. Y con un hijo por venir será peor, te hundirá, te chupará la vida, te exprimirá hasta volverte en un ser totalmente sin voluntad. Primero son las acciones, las palabras, después las prohibiciones, luego serán golpes, así irá escalando este conflicto… lo peores que llegará hasta un nivel que no puedas escapar”.

Tamara se pasó la mano por la cabeza, en un gesto desesperado mientras comenzaba a sollozar.

“¡Soy una fracasada! Todas en mi familia tienen una vida llena de felicidad y yo soy una fracasada”. Repitió como en un mantra.

“¡No lo eres! Fracasa quien no lo intenta de nuevo, quien deja que la vida se le vaya sin luchar, quien se cae y no se levanta, quien se acostumbra a lo malo porque cree que no puede conseguir nada bueno, quien no se ama lo suficiente para saber cuándo debe poner un alto en la vida y escoger otro rumbo”.

“Tengo mucho miedo”. Le dijo en un sollozo.

“Lo sé, yo también lo tengo, es normal mi niña”. Su amiga le rodeó el hombro con un brazo reconfortante: “Nunca hagas algo que no quieras… no tienes por qué dejar que te trate así, vales mucho más que eso. Tamara amiga, por favor abre los ojos, no puedes seguir de esa manera, ese hombre no te merece. ¿Sabes lo que pasaría si los hombres de tu familia se enteraran de cómo te está tratando?”.

Tamara se quedó en silencio.

“Sería hombre muerto y lo sabes”.

“El doctor me dijo que debía tener reposo para asegurar el éxito del procedimiento, no puedo hacer esfuerzo físico, pero ahora Joel me está pidiendo que vaya a esa reunión”.

De pronto sintió que una oleada de ira y determinación corría por sus venas. No iba a permitir que Joel dictara cada uno de sus movimientos y decisiones, menos cuando se trataba de su propio cuerpo y su salud. De repente sintió que una chispa de esperanza se encendía en su interior. Quizá su amiga tenía razón, quizá no tenía por qué seguir viviendo así.

“¡No voy a ir! Me iré contigo a tu casa, ¡¡No iré a esa fiesta!!!”. Dijo con firmeza.

“No, si vas a ir, yo voy a acompañarte y vas a lucir todo lo espectacular que puede ofrecer la elegancia de provenir de una de las familias líderes de la moda en el mundo te da. No te pondrás tacones altos, pero vas a lucir elegante… te vas a vestir, no de la forma sosa que Joel quiere, sino de la forma atrevida que nosotras escojamos”. Declaró la mujer con firmeza.

“La gente que Joel contrató para que me arregle ya viene con la selección que él hizo”.

“¡Cancélalos! Dile que te envíen el enlace y tú escogerás tu propia ropa, también cancela lo d los estilistas y maquilladoras”. Declaró Freya con firmeza.

“¿Y entonces?”. Interrogó ella.

“Contrataremos a los nuestros… hoy te demostraré que las hadas madrinas de los cuentos de hadas si existen y son las amigas; solo que ahora no vienen con una varita mágica, sino un teléfono con acceso a internet y una tarjeta de crédito. Así que toma ese maldito teléfono y saca a la verdadera Tamara Castelli que hay dentro de ti, no permitas que un hombre te diga lo que tienes que hacer y gobierne tu vida… demuestra que eres una fiera y no una cachorra”.

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