Capítulo 35:

Guiando a su hermana, el trio desapareció rápidamente entre los estantes, con sus guardias luchando por seguirles el ritmo.

“No se excedan”, llamo Ava, aunque su petición cayó en oídos sordos.

“Lo que dije también se aplica a ti”, dijo Silas, rodeándola con su brazo.

Ava se estremeció y negó con la cabeza.

“No necesito nada”.

Él tomó suavemente su mano y acarició los bordes deshilachados de su chaqueta antes de preguntar:

“¿Ni siquiera un abrigo nuevo?”

Ava se ruborizó y apartó la mirada.

Era cierto que su abrigo estaba en mal estado incluso antes de encontrarlo en las perchas del Ejército de Salvación.

De hecho, su guardarropa entero podría describirse de esa manera.

Mientras los niños nunca se quejaban de no tener las marcas de moda más trendy, ella se aseguraba de llevarlos de compras con frecuencia a medida que crecían y sus cosas viejas ya no les valían.

Por otro lado, ella solía comprar en tiendas de segunda mano con el fin de ahorrar dinero.

Si bien la ropa que compraba estaba limpia y en buen estado, claramente era de un estilo más antiguo.

Incluso el suéter azul marino, el cuello alto y los vaqueros que llevaba tenían claros signos de su edad, lo que la dejaba luciendo bastante desaliñada al lado de Silas, que llevaba un jersey de lana, una chaqueta de cuero y pantalones planchados, todos claramente comprados nuevos y de marcas que ella no se atrevía a mencionar.

“Ava”.

Silas acarició suavemente su barbilla y giró su rostro hacia él.

Su mirada era tierna.

“No rechaces las cosas que puedo proporcionar. Por favor, deja que cuide de ti”

Abrió la boca para protestar, pero la cerró de nuevo cuando no se formaron palabras.

¿Por qué era tan amable y gentil con ella?

¿No la despreciaba por no poder brindarles a sus hijos la mejor vida posible?

“Ava, por favor”

Su tono era suplicante, desesperado por su aceptación.

“Señor Prescott”.

“Silas”.

Ava parpadeo.

“Contigo siempre es simplemente Silas. Puedes pedirme cualquier cosa”.

Ava se mordió el labio, insegura de como debería actuar.

¿Qué quería que dijera?

Finalmente dijo:

“Silas, no tienes que esforzarte tanto por ser amable. Estoy bien con lo que tengo, así que no hay necesidad”.

“Ese es el problema”.

Ella parpadeó y su atención volvió a su rostro.

Frunció el ceño, luciendo preocupado.

“Dices que estás bien, pero no lo estás”.

Ava se abrazó a sí misma, mordiéndose el interior de la boca, tratando desesperadamente de no inquietarse bajo su escrutinio.

¿Era realmente tan transparente?

“Ava, ya no estás sola. Estoy justo aquí”

Su brazo la atrajo hacia un abrazo reconfortante que no la hacía sentir atrapada en lo más mínimo.

“Déjame cuidar de ti. Déjame darte las cosas que puedo proporcionar. Déjame estar aquí para ti”.

Luchó contra las lágrimas, negándose a llorar en público.

¿Cuántas noches solitarias había pasado despierta preocupándose por el día siguiente?

Pagar facturas, comprar alimentos, ropa, zapatos… los niños necesitaban tanto, especialmente dos niños que crecían como malas hierbas.

Lo había hecho sola porque no tenía otra opción, pero…

¿Tenía alguna opción ahora?

“Silas”.

“Estoy aquí. Siempre estaré aquí para ti”.

La besó en la sien.

“No tienes que hacerlo sola. Déjame ayudarte”.

Suspiro, recargándose en el.

Se sentía tan bien ser abrazada, escuchar sus suaves palabras de seguridad.

¿Estaba mal confiar en él?

¿Dependería demasiado de él?

¿Qué pasaría si cambiara de opinión de repente?

“Ava… por favor”.

“…Está bien”.

La abrazó más fuerte y la soltó a regañadientes.

Mientras ella intentaba componerse, él limpió con delicadeza una lágrima persistente.

Dejando su mano reposar en el medio de su espalda, la guio hacia la sección de mujeres.

“Los niños”.

“No te preocupes. Cuatro miembros de mi equipo de seguridad los están vigilando”, le aseguró Silas mientras Thomas los seguía de cerca.

“Vamos a comprar para ti, empezando por un abrigo”.

Ava dejó que el la guiara sin discutir más.

Estaba atenta a los niños, deseando advertirles que no se volvieran locos en este viaje.

No sería conveniente incomodar a Silas y posiblemente hacer que los expulsara.

El incidente con su padre la dejó asustada e insegura.

No dejaría que su padre rompiera su familia, pero no sabía como enfrentarlo.

Él tenía mucho más poder que ella.

Por ahora, Silas era un escudo, pero no había garantía de que la ayudara contra su padre.

“Ava, ¿En qué estás pensando?”

Se sobresaltó al darse cuenta de que estaban entre los abrigos de mujer.

Sacudiendo la cabeza, respondió:

“N-nada. No es importante”.

Silas la observó preocupado, pero ella lo ignoró lo mejor que pudo.

En cambio, se centró en los percheros de abrigos.

Ava consideró varios, en particular uno de lana en color rojo que lucía cálido y favorecedor, pero al final se decidió por uno barato de color marrón.

Silas lo miró con una mueca decepcionada, pero se lo entrego a Thomas, indicándole que lo llevara a la caja.

Thomas le dio un gesto de complicidad.

Luego, Silas la guio al siguiente paso, comprando suéteres, pantalones, zapatos y botas.

Ava había estado decidida a detenerse solo en el abrigo, pero ante su insistencia, eligió a regañadientes algunas ofertas baratas en cada categoría.

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