Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 9
Capítulo 9:
El ceño de Allison se frunció cuando sus dientes se hundieron en su labio, el agudo sabor de la sangre inundando sus bocas.
Fue un beso violento, inquebrantable y crudo.
A pesar de la sangre que goteaba de su labio, Kellan no se apartó. En lugar de eso, apretó con más fuerza, su tacto se hizo más áspero y su respiración se hizo entrecortada.
Entonces, sin previo aviso, se oyó un golpe sordo y fuerte.
Allison, rápida para aprovechar el momento, se soltó de su agarre. Le clavó el puño con fuerza en el abdomen y le propinó una rápida patada en la rodilla.
Desprevenido, Kellan cayó al suelo, con la boca llena de sangre, como si le hubieran desgarrado las entrañas.
Un calor abrasador comenzó a extenderse por su cuerpo, dejándolo jadeante mientras luchaba por levantarse, aunque las fuerzas le fallaban.
Fue entonces cuando lo sintió: el frío y duro cañón de una pistola apretado contra su frente.
Desde arriba, Allison le miraba fijamente, con ojos penetrantes, como si estuviera calculando su próximo movimiento.
«Eres hábil, lo reconozco. Pero aquí se acaba todo», murmuró. Le dolían los hombros y sabía que no estaba en plena forma. Sin embargo, hacía siglos que no la empujaban así. Con una mano apoyada en la pared, buscó el interruptor de la luz, queriendo verle la cara con claridad. «Elegiste la pelea equivocada…»
Pero cuando sus dedos tocaron la pared, se dio cuenta de que algo no iba bien: la piel le ardía.
Sentía como si un infierno ardiera en su interior, arrastrándose desde su estómago y arañando su camino hacia arriba, abrasando su garganta.
Aquel beso, el que tenía sabor a sangre, no era un beso cualquiera.
Casi de inmediato, Allison se dio cuenta de que algo iba mal. Apretó los dientes y se maldijo por haber bajado la guardia después de llevar una vida relativamente tranquila. ¿Cómo había permitido que esto sucediera? Nunca pensó que se encontraría en semejante aprieto.
Pero el fuego le estaba pasando factura. Sus pensamientos racionales empezaron a desdibujarse mientras buscaba el interruptor de la luz con mano temblorosa.
Sentía el cuerpo en llamas, un picor insoportable, la garganta tan reseca como si llevara días varada en el desierto. En su confusión, Allison maldijo a quienquiera que hubiera inventado aquella droga. Si se hubiera dado cuenta antes.
Si alguna vez descubría quién estaba detrás, se lo haría pagar diez veces. Tendrían suerte si no acababan como comida para peces cuando acabara con ellos.
Al notar su repentina desorientación, Kellan hizo acopio de sus últimas reservas de fuerza.
Se abalanzó sobre ella, rodeándole el cuello con las manos y aprisionándola contra la mesa.
En un rápido movimiento, desenvainó una pequeña daga, cuyo frío filo presionaba su costado, con la amenaza de muerte tangible en el aire.
El arma de Allison permaneció firmemente apretada contra su pecho. Sus miradas se cruzaron en la oscuridad, sin intercambiar palabras, pero ambos sabían que estaban en el filo de la navaja.
Un movimiento en falso y todo habría terminado en un abrir y cerrar de ojos. La tensión crepitaba entre ellos, cargada de peligro tácito y de algo más oscuro.
Mientras los efectos de la droga seguían agitándose en su interior, los únicos sonidos de la habitación eran sus respiraciones agitadas, el pesado silencio cargado de una energía eléctrica innegable. La mirada de Allison parpadeó, mientras los ojos de Kellan, ardiendo con una contención apenas contenida, se encontraron con los suyos.
Y entonces, sin mediar palabra, ambos se inclinaron y sus labios se encontraron brevemente antes de sumergirse en un beso intenso y feroz. Sus alientos ardientes se entrelazaron apasionadamente en la oscuridad.
El beso, salvaje y sangriento, no fue un mero intercambio de pasión, sino una batalla en sí misma, un feroz enredo que desdibujaba los límites entre el placer y el dolor.
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