Capítulo 82:

«¡Colton!» Melany se acercó corriendo, con un destello de pánico en los ojos mientras intentaba ayudarlo a ponerse en pie. Estaba tirado en el suelo como una marioneta con los hilos cortados, con el cuerpo hecho un lío. Su muñeca, casi destrozada, le producía un dolor punzante en los huesos al menor movimiento. El sudor frío le corría por la frente mientras luchaba por ordenar sus pensamientos y formar palabras.

«¡Habéis ido demasiado lejos!» La voz de Melany se quebró mientras apretaba la mandíbula y sus ojos ardían de furia.

¿Quién podía prever la repentina aparición de Kellan, y mucho menos que su hombre le rompiera la muñeca a Colton a plena luz del día? Su mirada se desvió hacia las cámaras de seguridad del exterior del edificio, y una fugaz esperanza surgió en su pecho. «¡Esto es agresión! Has infringido la ley».

Kellan respondió con una ligera risita, claramente divertido por su acusación. Su humor era casi alegre. «¿Ah, sí? Por supuesto, presenta una demanda o llama a la policía. Aunque no encontrará testigos. ¿Y no se da cuenta? Por desgracia, las cámaras están rotas».

La cara de Melany se quedó sin color y su cuerpo se congeló en su sitio. Todo el mundo sabía que Kellan tenía contactos tanto en la alta sociedad como en los rincones más oscuros. Las legalidades, en su mundo, eran meras formalidades.

«Señor Lloyd», tartamudeó Melany, con voz temblorosa, “¿qué hemos hecho exactamente para ofenderle?”. Su intento de diplomacia estaba impregnado de miedo, pero Kellan ni siquiera le dedicó una mirada.

«¿Ofenderme? No me habéis ofendido. Hoy estoy de mal humor», dijo con indiferencia.

Allison no pudo reprimir una carcajada ante su descarada arrogancia. Parecía que a Kellan realmente no le importaba.

Sin ni siquiera girar la cabeza, Kellan le tendió una tarjeta a Colton. «Para tus facturas del hospital».

La tarjeta aterrizó con un humillante golpe en la cara de Colton antes de caer al suelo. El gesto fue tan insultante que ni siquiera las palabras habrían logrado captar todo su significado. Colton abrió la boca, dispuesto a gritar maldiciones, pero el movimiento tiró de su muñeca rota, y en su lugar se le escapó un agudo jadeo de dolor.

Al ver a Colton y Melany revolcarse en su miseria, Allison sintió un raro destello de satisfacción. En silencio, sacó la pequeña espada que había mantenido oculta y volvió su atención hacia Kellan.

«¿Y qué le trae por aquí, señor Lloyd?».

Kellan levantó una mano, balanceando despreocupadamente un bolso. «Se le olvidó cuando se marchó. Pensé que podría haber algo importante dentro, así que pensé en devolvérselo».

Allison parpadeó, momentáneamente sorprendida. Había estado tan preocupada observando la decoración de la casa en busca de pistas que se había olvidado por completo del bolso. Por suerte, no se había dejado nada de valor en ella.

Sin embargo, Colton escuchó su intercambio y la facilidad con la que conversaban fue como un puñetazo en sus entrañas. La familiaridad, la forma en que interactuaban… era innegable. Estaban más unidos de lo que nunca había imaginado.

En ese momento, la dolorosa verdad le golpeó como un tren de mercancías. Estaban juntos.

Impulsado por la rabia, Colton ignoró el agudo dolor de su muñeca y se tambaleó hacia delante, dando varios pasos inseguros. Tuvo cuidado de no acercarse demasiado a Kellan. Con los dientes apretados, escupió: «¡Así que es verdad! Estáis viviendo juntos». El dolor de la muñeca le hacía flaquear las rodillas y, aunque aún no había ido al médico, sabía con certeza que tenía la muñeca rota.

«Allison, ¿cuánto tiempo ha pasado desde nuestro divorcio? ¿Ya estabas buscando a tu próximo hombre mientras aún estábamos juntos?»

La furia de Colton era palpable mientras miraba a Kellan, que parecía completamente impasible ante la acusación. Entonces, como si una bombilla se encendiera en su memoria, Colton recordó cómo, durante aquel infame viaje en yate, Allison había roto fríamente el brazo de un matón sin pensárselo dos veces.

Después le había tirado dinero al matón, ignorándolo como pago de sus facturas médicas.

Le golpeó como un maremoto: el comportamiento de Allison y el de Kellan eran extrañamente parecidos. La misma mirada indiferente, el mismo desprecio absoluto por su ira. Sus arrebatos, su furia, no eran más que el viento que soplaba junto a ellos, irrelevante y por debajo de su atención.

Incluso su generosidad, pagando las facturas médicas, era un gesto de disgusto más que de preocupación. Simplemente querían limpiarse las manos, como si su sufrimiento fuera una mancha que no les importara.

Melany, que seguía aferrada a Colton, mostraba una cara de pura indignación.

«¡Eso es! ¿Cómo puedes tratarnos así?», siseó, con su frustración a flor de piel.

«Y señor Lloyd -continuó Melany, agudizando la voz-, cuando estábamos en Athton, pensé que sólo ayudaba a Allison por un deseo de paz, que simplemente no quería que la molestaran. Pero ahora, viendo lo unidas que estáis, está claro que esto es algo más que amistad, ¿no? Siempre dijiste que no estabas interesado en…»

«¡Mujeres, pero aquí estamos! ¡Incluso si has estado con ella, eso no significa que puedas desquitarte con nosotras!»

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