Capítulo 419:

Dudaba que pudiera ser de ayuda.

«¡Pero si ya lo has visto!». Keanu no iba a dejarla escapar tan fácilmente. «¡Es el cuadro del loto de mi estudio! Una vez dijiste que el artista era un genio moderno».

Su tono excitado hizo que Allison lo fijara en su mente.

Se quedó paralizada. ¿El cuadro del loto? Oh, Dios…

Era una de las pocas piezas que había encontrado durante sus primeros años y que realmente inspiraban sus obras. La idea de que una obra maestra así fuera destruida la golpeó con fuerza. Una punzada de arrepentimiento se retorció en su interior.

«Allison, te lo ruego. Este cuadro es muy importante para mí. Sólo necesito que me ayudes a restaurar una pequeña parte que estaba completamente arruinada».

«Vale, vale», cedió Allison. «Puedo intentarlo. Iré para allá. Espérame. Estaré allí pronto».

Media hora más tarde, en la casa de la familia Stevens…

Allison ajustó la camisa blanca crujiente metida debajo de su mono negro. Cada pliegue estaba perfectamente planchado, un marcado contraste con el torbellino de emociones que intentaba reprimir. Keanu, de pie junto a la entrada con su bastón, la vio antes de que pudiera llamar a la puerta. Se apresuró a acercarse, con pasos desiguales pero ansiosos.

«Allison, he estado esperando mucho tiempo para verte.»

«Haré todo lo posible por restaurar el cuadro», le aseguró ella, pasando el brazo por debajo del suyo para ayudarle a entrar.

A pesar de su desdén por la mayor parte de la familia Stevens, Keanu siempre había sido diferente, amable y cariñoso, tratándola más como a una nieta que nadie. Y por eso, no podía decepcionarle.

Sonrió, y su alivio suavizó las arrugas de su rostro.

«El mero hecho de tenerte aquí me tranquiliza».

El estudio estaba meticulosamente preparado. Todo aguardaba sobre la mesa de caoba pulida: los pinceles, la paleta y el cuadro dañado. Keanu señaló la esquina rota del lienzo, con el ceño fruncido.

«Querida, ¿crees que podrás recrear esta parte?». La obra de arte había representado un apacible estanque de lotos en verano, con su tranquilidad plasmada en cada delicada pincelada. Pero ahora tenía las cicatrices de una intención maliciosa: una esquina cortada deliberadamente, como si alguien hubiera intentado borrar su belleza.

Allison estudió la destrucción y su mirada se detuvo en los bordes dentados.

«Haré lo que pueda», dijo, con un tono comedido, sin prometer demasiado.

Cogió el pincel y movió los dedos con la facilidad que dan los años de experiencia. Lo sumergió ligeramente en la paleta y empezó a pintar con calma y confianza. Líneas negras, finas y precisas surgieron de su memoria y volvieron a dibujar los contornos perdidos. Lentamente, el caos se transformó, tomando forma bajo su mano. Keanu permaneció en silencio a su lado, conteniendo la respiración como si cualquier ruido pudiera romper el hechizo. Sus ojos turbios se abrieron de par en par, brillando con una esperanza que no había sentido en años.

«Lo sabía. Sabía que tenías talento», susurró, casi para sí mismo.

Había dudado de ella una vez, preocupado de que el tiempo hubiera embotado sus habilidades. Pero ahora, al verla devolver el cuadro a la vida, le parecía un tesoro que antes no había apreciado del todo: un genio con una memoria tan aguda como su pincel. Cada pincelada parecía deliberada, cada detalle recordado con asombrosa precisión. Colton había sido un tonto por no verlo. A Keanu se le oprimió el pecho al pensarlo.

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