Capítulo 413:

En la quietud de la habitación, Kellan escuchó cada palabra de su conversación, su lado posesivo encendiéndose. El sonido de «Allison» de la boca de Gordon le hizo desear aún más reclamarla.

Allison tiró del pelo de Kellan, con una mirada tan aguda como para matar, pero él hizo caso omiso de la advertencia.

Su mano vagó con audacia, agarrándola por la cintura, avivando el fuego entre ellos con temerario abandono.

Era como si estuviera decidido a hacer que se rindiera ante él. Ella se mordió las ganas de taparle los labios, con la mente dividida entre su peligrosa intimidad y la conversación que seguían manteniendo por teléfono.

«Allison, ¿estás bien? Pareces apagada». La voz de Gordon se volvió preocupada y ella pudo oír el tintineo de las llaves del coche. «¿Tengo que ir?»

Parecía que iba a venir en cualquier momento.

«No, no es necesario», Allison intervino rápidamente, luchando por mantener su voz firme. «Sólo estoy agotada y necesito… necesito descansar».

Allison estaba llegando a su límite.

Sus palabras eran un torrente sin aliento, la tensión iba en aumento a medida que el peligro de ser descubierta añadía una arista aguda al momento.

Cuanta más tensión había, más supresión había entre ellos, más se alimentaba la intensidad. El calor entre ellos hervía como lava fundida, dejando a Allison sin habla.

Su cuerpo, completamente sobrecogido, se sentía como si fuera a derretirse en un charco.

Su piel se sonrojó, oleadas de calor la recorrieron mientras el carmesí se extendía por sus mejillas.

Con una respiración temblorosa y determinación, Allison apretó los hombros de Kellan, obligándose a terminar la llamada. «Tengo sueño. No lo olvides, limpia los cabos sueltos, no dejes huellas. Buenas noches», dijo, y colgó sin pensárselo dos veces.

Sus dedos se deslizaron alrededor del cuello de Kellan, apretándose mientras lo miraba fijamente, con la voz entrecortada por la advertencia y el deseo. «Kellan, estás jugando con fuego».

Kellan se sentía cada vez más atrapado en una paradoja: cautivado por el encanto de Allison, pero asfixiado por la intensidad que desprendía. Había algo en ella, una peligrosa emoción que había despertado en su interior. No podía negarlo.

Pero tenía que hacerlo.

Aquel deseo absurdo y temerario le carcomía, le obligaba a contener sus propios impulsos. No. Esto no podía seguir así. Nadie en su sano juicio se permitiría semejante locura. Bajó la mirada y sus dedos trataron suavemente de soltarle la mano, dedo a dedo.

«Allison», susurró, con voz áspera como papel de lija sobre seda, “no quiero que pierdas la concentración”. Las palabras apenas salieron de sus labios antes de que le diera un tierno beso en la punta de los dedos.

Aquel suave contacto fue electrizante y la estremeció.

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