Capítulo 41:

En las serenas colinas cercanas a Athton, donde el aire era fresco y el paisaje un exuberante abrazo de la naturaleza, Allison y Kellan compartían un silencio inusualmente apacible. Trabajaban al unísono, empaquetando los brotes secos de bambú en la silla de ruedas de Kellan, saboreando este raro momento de tranquilidad.

«Es hora de volver», dijo Allison, apoyando las manos en la silla de ruedas, dispuesta a empujar a Kellan. Pero, de repente, su movimiento se detuvo.

Sus instintos, agudizados por la experiencia con amenazas letales, entraron en acción. Allison empujó la silla de ruedas hacia delante, guiando a Kellan hacia un lugar seguro.

Un hombre vestido completamente de negro apareció de la nada, apuntando a Kellan con una pistola. «No me culpes, Kellan. Te has ganado demasiados enemigos», se mofó.

Justo cuando el hombre estaba a punto de disparar, un viento frío se abrió paso. Con un hábil movimiento lateral, Allison golpeó su muñeca, enviando el arma en espiral fuera del objetivo.

«¡Vamos!» ordenó Allison con urgencia, con la voz tensa por la preocupación.

La habilidad del asesino era sorprendentemente profesional, un rasgo raro en estos tiempos.

Allison, aunque desconcertada, se concentró en garantizar primero la seguridad de Kellan para poder enfrentarse a la amenaza sin vacilar.

Kellan, con las cejas fruncidas por la preocupación, agarró las empuñaduras de la silla de ruedas con un agarre que abultaba las venas de sus manos. Rara vez había revelado la verdad sobre sus piernas. Con un último empujón para que Kellan escapara, Allison centró toda su atención en el asesino.

Sus movimientos eran un borrón de velocidad y precisión. A pesar del repentino giro de los acontecimientos, el hombre seguía comprometido con su misión. Sacó una daga de su bota y lanzó un tajo letal a la garganta de Allison. Allison vio el sutil y mortal movimiento, pero no estaba en posición de ejercer mucha fuerza. Extendió la mano, preparada para bloquear el ataque y desarmarlo, aunque eso significara herirse con la daga.

En lugar del dolor esperado, vio a Kellan, con el rostro sombrío y decidido, sujetando el brazo del asesino. Levantándose de la silla de ruedas, Kellan se erguía alto e imponente sobre el asesino.

Allison se quedó momentáneamente aturdida en el fragor de la batalla, algo poco habitual en ella. Soltó: «Tus piernas están…».

Fue como presenciar un milagro moderno. La repentina movilidad de Kellan en un momento crítico parecía casi de otro mundo.

«¡Acabemos con esto!» La determinación de Kellan era inconfundible.

El asesino, que desconocía la treta de Kellan, se dio cuenta de que su información había sido errónea. La supuesta discapacidad de Kellan había sido un engaño. Con la hábil intervención de Allison, la misión se estaba volviendo peligrosa. Si el asesino quería tener alguna posibilidad de sobrevivir, tenía que luchar con todo lo que tenía.

Resuelto, volvió a la acción, con una determinación tan inquebrantable como la tormenta que les rodeaba. En la noche oscura y lluviosa, el enfrentamiento se hizo más feroz.

El asesino fue implacable, apuntando a la cara de Kellan. Kellan desvió el golpe y preguntó: «¿Quién te ha enviado?».

«¡Mátame si puedes!», espetó desafiante el asesino.

Kellan se quedó pensativo. Pensó en la lista de sospechosos: alguien conocía su paradero y había contratado a ese asesino profesional por odio profundo. Mientras estiraba los miembros, reflexionó sobre los posibles culpables, incluidos sus varios hermanos ilegítimos y, sobre todo, el hijo de su madrastra, Hoyt Lloyd. Este último había intentado una vez arruinarle en un crucero, y esa cuenta estaba lejos de saldarse.

Mientras tanto, Allison era rápida en sus contraataques. Asestó un rodillazo en el estómago del asesino antes de ejecutar un lanzamiento con el hombro. Un chasquido nauseabundo resonó cuando su mano derecha, junto con la daga, golpeó su brazo con brutal eficacia.

El brazo del asesino quedó cercenado, colgando de meros hilos de carne. A pesar de su grave herida, el hombre se retorció en un intento desesperado de cortarse él mismo la carne restante, como un lagarto que se desprende de la cola para escapar.

Comenzó a caer una suave llovizna que se llevó el olor de la sangre.

Allison y Kellan luchaban en perfecta armonía. En la oscuridad y la lluvia, sus movimientos estaban tan sincronizados que parecía que lo hubieran ensayado innumerables veces. Allison golpeaba desde arriba mientras Kellan asestaba patadas precisas, su coordinación era impecable.

Una sensación de extraña familiaridad impregnaba el combate. Mientras observaba cómo la camiseta de Kellan se ceñía a sus esculturales abdominales y sus movimientos, Allison se puso a pensar. Una palabra resonó en su mente. «¡Crucero!»

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar