Los Secretos de la Esposa Abandonada -
Capítulo 399
Capítulo 399:
«Me siento honrada de haberme enfrentado a Turbo, el tricampeón, y de haber tenido la oportunidad de competir», admitió Allison con sinceridad, sin su habitual tono burlón.
Había visto a Kellan con su atuendo corporativo, exudando una fría dignidad en la oficina. Pero ser testigo de su lado más peligroso e indómito era una experiencia totalmente nueva. Para los espectadores, sus carreras parecían meras competiciones de habilidad, pero en realidad arriesgaban mucho más: se jugaban la vida.
Pronto se dirigieron hacia un lago situado a las afueras del recinto. Allison levantó la vista y sus ojos brillaron al contemplar el cielo estrellado.
«Me parece que correr contra el tiempo es muy liberador; es como si pudiera liberarme de todas las restricciones», reflexionó en voz baja, recordando cómo el orfanato había sido una jaula durante su infancia. Sólo la velocidad y la emoción de las carreras podían darle el valor para desafiar esas limitaciones, para respirar libremente.
«¿Y usted, señor Lloyd?». Allison se volvió hacia Kellan, con la curiosidad brillando en sus ojos. «¿Por qué el multimillonario presidente del Grupo Lloyd lo arriesgaría todo aquí?».
Kellan empezó a hablar, pero Allison levantó una mano con desdén, apartando la mirada.
«No importa. Algunos secretos tienen un precio demasiado alto para que yo los descubra».
«No es un secreto. Al igual que a ti, me atraen la emoción y la excitación», replicó Kellan con calma, su voz resonante y relajante, como la suave melodía de la noche tocada con un violín, pausada pero magnética.
Sus palabras tenían un gran significado y recordaban a Allison momentos en los que la pasión había vencido a la moderación, un recuerdo de él apretándola contra una ventana en un rincón apartado, el choque de sus naturalezas opuestas.
Era la pérdida de control del asceta,
La caída del superior.
En la tranquila bruma de la noche, con el lago brillando cerca, Allison se recompuso y entregó a Kellan una caja de madera. Sus patrones envejecidos, intrincadamente tallados en la madera, hablaban del paso del tiempo.
«Ahora te la devuelvo a ti, su legítimo propietario», explicó en voz baja.
Su participación en la carrera había estado motivada por el singular objetivo de recuperar este objeto.
«Me gusta saldar mis deudas de gratitud. Ya que me ayudaste en la subasta, considera el premio del campeonato como mi forma de darte las gracias».
Con eso, ella presionó suavemente la caja de madera en las manos de Kellan.
La prestigiosa carta negra, valorada en 300 millones, no era algo que aceptara a la ligera.
A lo lejos, las montañas se alzaban oscuras contra el cielo nocturno y sus siluetas se movían ligeramente con el vaivén de los árboles. Pero para Kellan, siempre era el rostro de Allison el que quedaba grabado en su mente.
«Gracias, señorita Clarke», dijo con sinceridad en la voz.
Ya fuera el destino o una coincidencia, la decisión de Allison de participar en el concurso, ocultando su identidad y asumiendo tales riesgos, significaba algo diferente para Kellan. Cambió sutilmente la dinámica entre ellos.
Los labios de Kellan se apretaron en una fina línea mientras bajaba la mirada y abría con cuidado la caja de madera. Dentro, descansando suavemente, había un brillante collar de piedras preciosas. Pequeños diamantes enmarcaban un gran rubí, cada piedra realzaba el brillo de la otra, creando un espectáculo fascinante.
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