Capítulo 162:

Allison no había previsto el agudo ojo de Kellan para los detalles. Los cómics que identificó eran de hacía años. Incluso a Garry le había costado estar seguro, y sin embargo Kellan parecía inquebrantable en su confianza al señalarlos con facilidad.

Aun así, Allison no vio razón alguna para ocultar un asunto tan trivial. «Sí, son míos», respondió con indiferencia. «Son unos viejos bocetos de mi época en Leswington».

Kellan hizo una pausa, momentáneamente estupefacto, antes de responder: «Así que, señorita Clarke, usted es en realidad Hedwig».

Allison enarcó una ceja. «Señor Lloyd, no esperaba que lo supiera, y mucho menos que hubiera leído mis obras».

«Fue una coincidencia», dijo Kellan, suavizando la voz. «Durante el Concurso de Perfumería de Leswington, me topé con sus historietas. Eran… reconfortantes, cálidos. Incluso pensé en seguirte la pista».

Su expresión permanecía ilegible, pero las emociones en sus palabras eran inconfundibles. «Busqué al artista durante tanto tiempo, sin darme cuenta de que eras tú, justo delante de mí todo este tiempo». Su voz, profunda y resonante como las notas graves de un violín, perduró en el aire.

Mientras hablaba, parecía sumido en la reflexión, recordando la enmarañada historia que les había unido por primera vez de forma accidental: una aventura de una noche que se había convertido en algo mucho más complejo. Cuanto más aprendía sobre Allison, más se daba cuenta de la cantidad de secretos que albergaba.

Sin embargo, lo que más le intrigaba era lo parecidas que parecían ser sus almas. Cerámica. Cómics. Todo en ella le atraía.

«Menuda coincidencia», reflexionó Allison con una pequeña sonrisa. No esperaba estar conectada a él antes de conocerse. Tal vez, años atrás, en las calles de Velonia, la capital de Leswington, Kellan había tropezado con uno de sus cómics sin darse cuenta de que era suyo. Sus caminos ya se habían cruzado a través de su arte.

Hubo otros desencuentros, como en el Concurso de Perfumería, donde se cruzaron, enmascarados y sin darse cuenta.

Todos estos pequeños momentos las habían conducido hasta aquí, como si el destino entretejiera sus vidas.

Pero entonces Allison se sorprendió a sí misma, burlándose de sus propios pensamientos. ¿El destino? Ella también había creído en el destino cuando se trataba de Colton. Sin embargo, después de tres años de estar enredada con él, todo había terminado en una amarga decepción.

Sacudiéndose el pensamiento, Allison se puso de pie. «¿Está Lorna por aquí? Necesito terminar la cerámica que empezamos».

Ante la mención de su sobrina, la expresión de Kellan se ensombreció. «La lluvia ha sido incesante, y las tormentas eléctricas cayeron hace un rato. Desde entonces, Lorna ha tenido más episodios. Cuando estuviste aquí, mejoró, pero ahora… ha vuelto a encerrarse en el armario, negándose a comer o a dejar que nadie se le acerque».

Los dedos de Kellan se apretaron alrededor del periódico que tenía en el regazo. A pesar de haber consultado a innumerables especialistas a lo largo de los años, nada había funcionado. Se sentía impotente.

«Está medicada», continuó Kellan, con voz grave. «Pero el trauma de su pasado es muy profundo. La recuperación llevará tiempo». El corazón de Allison se apretó al oír hablar de Lorna. Aunque no comprendía del todo la relación entre la lluvia y el trauma de Lorna, se había encariñado con la talentosa muchacha.

Después de un momento, sugirió: «¿Por qué no la llevamos al Instituto de Investigación MDH en el extranjero? Tienen los mejores especialistas en salud mental y equipos de última generación».

Su sugerencia no se debía sólo a su preocupación por Lorna; si podía ganarse la confianza de Kellan ayudando a su sobrina, tal vez también allanaría el camino para ayudar a su abuela. Al hacerlo, podría descubrir más pistas sobre el paradero de su madre.

Los dedos de Kellan tamborileaban distraídamente sobre su rodilla. «Ya me he puesto en contacto con ellos. En principio, era para mis migrañas, pero tienen todo el año ocupado. No aceptan no socios». La miró con seriedad. «Si tiene alguna forma, Srta. Clarke, se lo deberé. Lo que necesite, dígamelo».

Allison le hizo un gesto con una leve sonrisa. «No es necesario, señor Lloyd. Es sólo un pequeño favor». Hizo una pausa. «Estábamos hablando de lo absurdo del destino. Resulta que soy socio de MDH. Considérelo un regalo para Lorna».

Los ojos de Kellan se oscurecieron con el pensamiento. «Se recupere o no Lorna, la familia Lloyd está en deuda contigo. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en pedírmelo».

Kellan sabía lo exclusivo que era el acceso a MDH: sólo la élite de Vrining era miembro. Pero sintió que Allison no estaba lista para revelar más sobre sí misma. No quiso presionarla. Al fin y al cabo, la confianza requería tiempo.

Al día siguiente, tras organizar el viaje de Lorna a Vrining, Allison recogió sus cosas y se dirigió a la residencia de los Lloyd. «¿Lorna?», llamó suavemente hacia el armario donde la chica se había escondido.

En la mano, Allison sostenía una pequeña muñeca de cerámica, hecha a semejanza de Lorna, delicada y de bella factura.

La puerta del armario se abrió lentamente y los ojos de Lorna se asomaron, cautelosos pero concentrados en la muñeca. Un atisbo de suavidad se abrió paso a través de su expresión cautelosa.

«Lorna, ¿por qué no jugamos con las muñecas de cerámica?». sugirió Allison con suavidad. «Recuerdo que escribiste en tu diario que querías esculpir a la persona que más echas de menos».

Algo parpadeó en los ojos de Lorna, tal vez un viejo recuerdo. Dudó, pero luego asintió con la cabeza y pronunció unas palabras que no llegaron al aire.

Aunque Lorna no había hablado, Allison comprendió de inmediato. Lo que quería decir era: « ¡Papá!

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