Capítulo 16:

Pasar por un divorcio era algo que podría haber destrozado a Allison hace tres años, pero ¿ahora? Ahora, se sentía como poco más que cepillarse un viejo abrigo que debería haber desechado hace siglos.

No es que no hubiera tristeza. Claro que la había. Tres años fingiendo ser alguien que no era por un amor fugaz de su juventud. Había creído tontamente que Colton podría recordar su pasado común, pero incluso si lo hacía, ¿qué diferencia habría ahora?

Colton ya tenía a su verdadero amor y, en el proceso, se había transformado en alguien que ella encontraba totalmente repugnante.

Ahora que todo había quedado atrás, Allison encontraba el divorcio sorprendentemente trivial, como si no tuviera más peso que elegir qué desayunar. En lugar de la angustia que antes temía, se sentía liberada, como si le hubieran quitado los grilletes.

Tal vez fuera porque aquellos tres años no habían sido más que una cascada de decepciones. Cuando por fin supo la verdad, su corazón se había endurecido, se había entumecido.

¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Cómo no se había dado cuenta de lo vil que era Colton?

Echó la cabeza hacia atrás y murmuró en voz baja: «Este es mi nuevo comienzo».

Esa noche, Allison se sumió en un sueño profundo y sin sueños en la cama, con el peso de su pasado cada vez más lejos. A la mañana siguiente, se dirigió a la antigua finca de la familia Stevens, situada en mitad de una colina con unas vistas impresionantes que harían detenerse a cualquier visitante. Allison esperaba encontrarse directamente con Keanu. Pero para su sorpresa, fue la madre de Colton, Lindy Stevens, quien la saludó.

«Allison, estás aquí», dijo Lindy en voz baja, dando un delicado sorbo a su café.

A pesar de tener más de cincuenta años, Lindy se comportaba con la gracia de alguien a quien el tiempo no ha tocado. Llevaba un cheongsam marrón entallado, adornado con pendientes de perlas, y todos sus movimientos eran equilibrados y refinados.

Cuando levantó la vista, su mirada se detuvo un instante en Allison. La sorpresa brilló en los ojos de Lindy. Atrás habían quedado la ropa sencilla y holgada que Allison llevaba antes y la rígida pinza que le sujetaba el pelo. Hoy llevaba un vestido verde claro, que fluía suavemente, como un sauce mecido por una suave brisa. Había una elegancia recién descubierta, un encanto tranquilo que antes no existía.

«Buenos días, señora Stevens», saludó Allison cortésmente.

Manteniendo su tono respetuoso, Allison respondió. No importaba lo desordenadas que se habían vuelto las cosas con Colton, ella mantenía la cortesía arraigada en su educación.

«No hay necesidad de tanta formalidad, querida. Ven, siéntate conmigo -dijo Lindy con calidez, poniéndose de pie para tomar la mano de Allison. Sin embargo, a pesar de la calidez, no pudo evitar percibir un cambio en el comportamiento de Allison.

La expresión de Allison seguía siendo serena, sus modales tranquilos. Pero ahora había algo más: un distanciamiento frío, un marcado contraste con la chica dócil que Lindy había conocido antes.

«No me llames señora Stevens, sólo Lindy, como siempre», suspiró, con un rastro de cansancio en la voz. «Colton se lo pierde. Me imagino lo duros que deben de haber sido estos años para ti».

Allison respondió a las palabras de Lindy con una sonrisa cortés. Se dejó guiar hasta el sofá, pero su postura se mantuvo firme.

Con un tono tranquilo pero inquebrantable, Allison replicó: «No me parecería apropiado. Es sólo un título, después de todo, así que no hay necesidad de pensarlo demasiado, señora Stevens».

Su respuesta tenía tacto, pero no dejaba lugar a la negociación. Era imposible encontrar defectos en sus palabras. Lindy enarcó ligeramente una ceja, su frustración apenas perceptible. Pero rápidamente la disimuló con una sonrisa suave y maternal.

«Le he dicho a Colton lo furiosa que estoy con él. Créeme, anoche le eché la bronca. Si su abuelo no estuviera tan enfermo, habría insistido en involucrar a toda la familia». Lindy estaba acostumbrada a controlar las situaciones con encanto y gracia, pero no había previsto este lado más agudo de Allison. Por el mero hecho de ceñirse a un título formal, Allison había creado una distancia entre ellas, sutil pero inconfundible. No era fría, exactamente, pero el mensaje estaba claro.

Lindy suspiró dramáticamente y se secó los ojos con un dedo, como si estuviera enjugando lágrimas invisibles.

«Has tenido una vida muy dura, querida. Sin familia que te mantenga y ahora este divorcio. ¿Cómo piensas arreglártelas sola?».

Lindy se quitó de la muñeca un brazalete de oro esmaltado.

«Puede que mi hijo se haya equivocado, y no puedo controlarlo, pero siempre he pensado en ti como en una hija. Si no te importa, te seguiré tratando como siempre. De esa manera, podemos preservar el vínculo que hemos construido. Siempre has sido como de la familia para mí».

Ella trató de presionar el brazalete en la mano de Allison, pero Allison no se movió, empujando suavemente hacia atrás.

«Gracias por la amable oferta, señora Stevens», dijo Allison en voz baja, “pero estoy bien por mi cuenta”.

Allison sabía muy bien que en esta casa no se subestimaba a ninguna mujer.

Y Lindy, con sus décadas navegando por las intrincadas redes de la alta sociedad, era una maestra en decir una cosa y querer decir otra. Sus palabras, tan dulces como sonaban, estaban cuidadosamente construidas, y cada sílaba destilaba una intención tácita.

Detrás de la amable oferta había un mensaje claro: La salud de Keanu estaba fallando, y como huérfana sin un respaldo fuerte, Allison sería prudente no hacer olas. Sería mejor que aceptara el brazalete, mantuviera sus lazos con la familia Stevens y evitara causar problemas.

Bajo los cálidos comentarios había un enfoque premeditado. Parecía amable en la superficie, pero era una advertencia. Los métodos de Lindy iban leguas por delante de los burdos intentos de Melany.

La voz de Lindy se mantuvo tranquila mientras decía: «No seas tímida. Si digo que sigues formando parte de nuestra familia, Colton no tiene nada que decir». Aunque Lindy seguía sonriendo, el rechazo del brazalete hizo que su mirada se volviera más fría.

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