Capítulo 154:

«Claro que quiero, pero…». Garry forzó una sonrisa tensa y amarga, con los ojos nublados por el peso de la decepción.

Llevaba años dibujando, volcando su corazón en cada boceto, y sin embargo apenas le mantenía a flote. ¿La fama? Eso se había convertido en un sueño lejano, que hacía tiempo que había dejado de perseguir.

Allison, sin embargo, cortó su vacilación. «Puedo guiarte; haré que tu trabajo sea aún más famoso que el de Onyx».

Garry parpadeó, sorprendido. ¿Seguro que estaba de broma? Onyx no era un artista cualquiera: era una sensación mundial, que últimamente dominaba el mundo del cómic con seguidores casi de culto. Superar a alguien así parecía absurdo.

Pero al ver la mirada tranquila y firme de Allison, Garry se convenció un poco. Su mente recordó las veces que ella había criticado sus dibujos, siempre con un ojo para el detalle que él nunca podría igualar. ¿Podría ser… una especie de genio oculto? Tragó saliva nervioso. «Bueno… no tienes que hacer esto…»

Allison no se molestó en fingir. «Tengo mis razones. Hay algo en lo que necesito tu ayuda».

Sus palabras fueron contundentes, sin dejar lugar a la negociación, mientras sacaba un elegante par de auriculares de su bolso y se los tendía.

«Una vez hecho el encargo, te ayudaré a ponerte en contacto con los mejores editores de la ciudad. Puedo elevar tu obra a alturas con las que sólo has soñado».

Garry vaciló, con la incredulidad mezclada con la duda escritas en su rostro. Sonaba demasiado bueno para ser verdad y, en el fondo, sabía que no había nada gratis en este mundo. Además, hacer algo de poca monta sólo en beneficio propio no le gustaba nada.

«Aunque quiero que mi cómic tenga éxito, no puedo hacer algo… poco ético».

«No será poco ético», respondió Allison suavemente, aliviando sus preocupaciones. «Sólo necesito que desenmascares a un plagiario».

Hoy en día, con los medios de comunicación rondando como buitres, ella podría haber manejado esto en silencio, a puerta cerrada. Después de todo, era la gerente de la empresa Carisma, con poder suficiente para mover los hilos en la sombra. Pero enfrentarse abiertamente a Onyx era arriesgado: podría causar un daño irreparable a la reputación de su empresa. Por eso necesitaba que alguien como Garry lo hiciera por ella.

Al ver que Garry parecía dispuesto a escucharla, empezó a explicarle la situación en detalle. «Has visto el cómic de Onyx, ¿verdad?», continuó, con los ojos clavados en los suyos. «En los últimos volúmenes, te habrás dado cuenta, los detalles son descuidados, el estilo parece fuera de lugar, casi como una mala copia».

Tras una pausa deliberada, Allison bajó la voz y susurró: «La verdad es que no eran obra suya. Robó mis borradores desechados y los hizo pasar por suyos».

Los ojos de Garry se abrieron de par en par, incrédulo, al asimilar el peso de sus palabras. «¿Cómo es posible?», murmuró, sacudiendo la cabeza. Al principio, era demasiado difícil de aceptar. Onyx era una leyenda en el mundo del cómic, conocido por su maestría.

Pero cuanto más lo pensaba, más sentido tenía. Había habido una inconfundible caída de calidad en las últimas obras de Onyx: líneas más toscas, falta de detalle, etcétera.

Y luego estaba Allison. La habilidad de la mujer con la pluma era innegable, captaba la esencia de una escena con unos pocos trazos deliberados.

Cuanto más comparaba Garry su trabajo con el de Onyx, más le carcomía algo. Su estilo, aunque diferente, tenía un matiz único, que al principio no supo distinguir. Pero entonces se dio cuenta. No era de extrañar que su estilo le resultara tan familiar.

Porque las pinceladas y el estilo de Allison eran sorprendentemente similares a algunas escenas de los primeros cómics de Onyx.

Onyx nunca había sido capaz de recrear ese nivel de coherencia en sus trabajos más recientes.

Mientras unía los puntos, Garry dijo lentamente: «Si realmente es así, estoy dispuesto a ayudar. Pero… ¿hay alguna prueba de que robara tu trabajo?».

«No hay pruebas físicas. Se quedó con mis borradores desechados y los hizo pasar por suyos». La expresión de Allison se endureció mientras le tendía los auriculares a Garry. «Pero tengo un plan para desenmascararlo. Conozco sus puntos débiles y sé cómo funciona su mente; no es tan estable como la gente cree».

Se inclinó ligeramente, con la mirada fija. «Tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya. Fama y dinero, todo está a tu alcance. Pero no te obligo a nada. La decisión es tuya».

La mente de Garry se agitó. Conocía los riesgos. Dar el paso por Allison sin pruebas sólidas podría significar un suicidio profesional. Si fallaban, sería humillado y posiblemente puesto en la lista negra de la industria. Había mucho en juego.

Pero a medida que repetía en su mente la precisión de su dibujo, la duda se desvanecía. Ahora lo tenía claro: era su mano la que había dado forma a esas escenas icónicas, no la de Onyx. Ninguna imitación podía igualar al original, no sin signos reveladores de torpeza. El trabajo de Allison, en cambio, era impecable.

Tras un momento de tensa vacilación, se decidió. «Acepto.

Tomó los auriculares de ella, su mano temblando por un segundo antes de que su agarre se apretó. Su expresión se volvió decidida. «De todos modos, no tengo mucha reputación que perder. Incluso si esto sale mal, al menos sabré que hice lo correcto. Sin remordimientos».

Con esa determinación, sintió una extraña sensación de paz. Se adentraba en lo desconocido, pero, de algún modo, parecía el camino correcto.

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