Capítulo 130:

Kellan tragó saliva con fuerza, tratando de reprimir la avalancha de pensamientos que se agolpaban en su mente. Sus ojos se desviaron hacia la lluvia que caía en cascada por las ventanas que iban del suelo al techo; el sonido rítmico era en cierto modo tranquilizador. Se terminó el café de un trago, el calor le recorrió el pecho y le calmó los nervios.

El café tenía un sabor fresco y elegante, perfectamente equilibrado. Le hizo sentirse a gusto, como cuando pasaba tiempo con Allison.

Justo cuando estaba sumido en ese breve momento de paz, un repentino trueno rompió la tranquilidad. Los relámpagos surcaron el cielo y, en cuestión de segundos, las luces empezaron a parpadear antes de sumir toda la villa en la oscuridad.

¿Se había ido la luz?

Kellan apretó los puños instintivamente.

Frunció el ceño y trató de estabilizar la respiración, obligándose a mantener la calma. Pero cuanto más lo intentaba, más se le oprimía el pecho.

No sabía cuándo había comenzado esta extraña aflicción, pero desde que había perdido parte de su memoria, la oscuridad había empezado a desencadenar algo en lo más profundo de su ser: un miedo sofocante que le hacía querer escapar.

Justo cuando luchaba por mantener el control, Allison salió de su habitación, toalla en mano, secándose el pelo húmedo.

«Un apagón, ¿eh?», comentó despreocupada, ajena a la agitación de Kellan. «He oído que aquí nunca se va la luz. Supongo que se nos acabó la suerte».

Kellan permaneció inmóvil, de espaldas a ella. Se obligó a hablar, esperando que su voz no lo traicionara.

«Hacía años que no llovía así en Ontdale».

Allison se detuvo a medio movimiento, todavía secándose el pelo.

Aunque la voz de Kellan era firme, había un sutil temblor que ella reconoció. Después de pasar tanto tiempo juntos, Allison podía sentir que algo andaba mal.

«Kellan…», preguntó sin rodeos, “¿tienes miedo a la oscuridad?”.

Kellan tosió, un poco bruscamente.

«No. No soy un niño».

Pero su rápida negación sólo lo hizo más evidente.

Los labios de Allison se curvaron en una leve sonrisa cómplice.

«Ah, ya veo. Debí de interpretar mal la situación. Después de todo, ¿cómo podrías tener miedo a la oscuridad? En ese caso, relájate aquí. Voy a buscar unas velas».

«Espera». Su corazón dio un vuelco. Si ella se iba, se quedaría solo.

Al verla avanzar hacia las escaleras, Kellan actuó por instinto y se levantó de la silla de ruedas con sorprendente urgencia. Olvidando las apariencias, habló torpemente.

«Arriba está oscuro. Podrías tropezar. ¿Por qué no miramos juntos?».

Allison enarcó una ceja, pero no perdió el ritmo.

«Claro. Sólo mantener el ritmo.»

Se movió lentamente, igualando su ritmo. Ella no había tenido la intención de dejarlo solo en el primer lugar.

Aunque no podía verle la cara en la oscuridad, Kellan estaba seguro de que sonreía.

«No hay que avergonzarse de tener miedo a la oscuridad», reflexionó Allison, con voz suave y divertida. «Todo el mundo tiene sus debilidades. Sólo que no esperaba que la tuya fuera…»

«No me da miedo la oscuridad», intervino Kellan, con un tono más defensivo de lo que pretendía. «Está sacando conclusiones precipitadas, señorita Clarke».

Allison rió suavemente.

«Claro, claro. Deja de toser así o empezaré a pensar que en realidad te estás enfermando de algo». Extendió una esquina de su toalla hacia él. «Toma. Agárrate a esto para que no te pierdas y tropieces».

«Claro que puedo seguir el ritmo», murmuró, pero a pesar de sus palabras, cogió la toalla.

Aún estaba caliente, ligeramente húmeda por el pelo de ella. Se dio cuenta de que ella acababa de salir de la ducha. Lo pensó y las yemas de sus dedos se tensaron involuntariamente.

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