La segunda oportunidad en el amor -
Capítulo 866
Capítulo 866:
El aire flotaba pesado, una tensión palpable entre ellos.
La pasión anterior de Melissa, una vez encendida en el abrazo indiferente de Marcus, ahora parecía un recuerdo lejano. El calor de su intimidad se había desvanecido, dejando un silencio frío e incómodo.
La vergüenza invadió a Melissa.
Sus labios temblaban mientras luchaba con el deseo de revelar su verdadera identidad a Marcus, pero cada vez que las palabras estaban a punto de salir, se retiraban sin ser pronunciadas.
La dura declaración de Marcus de que su fugaz encuentro valía dos millones de dólares cortó cualquier vínculo persistente.
En ese momento, su relación se hizo polvo.
Melissa se arrepintió. Quizá su viaje a Duefron había sido un error. Quizá era mejor dejar que Marcus albergara su desdén, creyéndola superficial. El odio, razonó, acabaría desvaneciéndose, dejándola como única guardiana de sus recuerdos compartidos.
Agarrando la colcha con más fuerza, Melissa se quitó el anillo y lo colocó en la mesilla de noche.
Nunca le había pertenecido de verdad.
Se levantó de la cama y se vistió sin prisas, indiferente a su piel expuesta. La ropa, húmeda por la lluvia de antes, se le pegaba incómodamente al cuerpo, pero su deseo de marcharse eclipsaba cualquier incomodidad.
Escapar era todo lo que anhelaba ahora, con el mismo fervor con el que una vez anheló su presencia. Sus manos temblaron ligeramente al abrocharse el último botón…
Marcus la observaba, con mirada firme.
Finalmente vestida, Melissa se despidió de él, con un tono definitivo.
Creía que era su último encuentro.
«Me marcho. No volverás a tener problemas conmigo».
Marcus permaneció inmóvil, la tenue luz proyectaba sombras sobre sus rasgos, antes tiernos, ahora indiferentes. Sus ojos, antes cálidos, contenían ahora rastros de animosidad.
Cuando Melissa se acercó a la puerta de la habitación de invitados, la voz de Marcus la detuvo.
Su cuerpo se tensó.
Al acercarse, Marcus extendió un cheque de la mesa de té.
Era de diez millones.
Se lo puso en la mano con una frialdad escalofriante. «Acuérdate de tomar la píldora».
A Melissa se le llenaron los ojos de lágrimas, pero levantó ligeramente la cabeza, negándose a dejarlas caer.
Después de un momento, templó la voz y contestó: «Sr. Fowler, me acordaré de la píldora. En cuanto al cheque, no lo necesito».
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