Capítulo 864:

«Marco, tengo algo que confesarte».

Armada de valor, se dispuso a contarle la verdad.

Sin embargo, Marcus ya no estaba dispuesto a escuchar aquellas dulces palabras y mentiras. Melissa había perdido su credibilidad hacía tiempo.

La perspectiva de continuidad parecía inverosímil sin confianza.

Con frialdad, declaró: «Ahórrate las palabras».

A pesar de su frialdad, se abstuvo de despedirla. La influencia del alcohol esta noche provocó un deseo de indulgencia, y Melissa se presentó. Aunque carente de emociones, encontró consuelo en su presencia física.

Marcus le hizo un gesto para que entrara, girándose hacia un lado.

Dudosa, Melissa percibió una anomalía, pero no pudo precisarla.

Al entrar, consciente de no manchar su alfombra, Melissa se quitó los zapatos en la entrada y procedió descalza. Con la intención de encontrar unas zapatillas, se encontró abrazada por detrás. «Olvídate de las zapatillas. Te lo quitarás todo más tarde, de todos modos».

Marcus era el único hombre con el que Melissa había estado, y podía discernir sus deseos.

La deseaba, pero sólo físicamente.

Sin decir una palabra, le permitió tomar el control. Cuando sus caricias se intensificaron y la giró para besarla, no pudo evitar apoyarse en su hombro y susurrar: «Tú y… Tú y ella…».

Deseoso de gratificación inmediata, Marcus declaró con indiferencia: «Eso no va a pasar».

Poco dispuesto a entablar conversación, Marcus la levantó y la condujo a la habitación de invitados. Melissa, deseosa de expresarse, vio frustrados sus intentos en repetidas ocasiones.

Marcus, desviándose de su conducta habitual, exhibió esta noche un comportamiento salvaje y brusco.

A pesar de no encontrarse del todo bien, Melissa se rindió a él con ternura.

Tras múltiples encuentros íntimos, el reloj se acercaba a las tres y media de la madrugada.

Marcus soltó a la mujer entre sus brazos, se puso el albornoz y se dirigió a la ducha. Melissa se sentía casi agotada por sus avances.

Mientras escuchaba correr el agua en el cuarto de baño, percibió una pizca de descortesía y desatención hacia sus sentimientos. Sin embargo, pensó que podría deberse a su larga ausencia de intimidad.

Envuelta en una fina colcha, Melissa se levantó, con el rostro enrojecido que delataba un atisbo de alegría. Su mirada se posó en una caja de terciopelo situada en la cabecera de la cama: un pequeño y exquisito recipiente.

Melissa se abstenía de tocar las pertenencias de los demás en circunstancias normales.

Sin embargo, en aquel momento, impulsada por la curiosidad, dudó y la abrió. Dentro había un anillo de esmeralda con un diamante de seis quilates extraordinariamente bien diseñado. Sorprendentemente, el anillo tenía una pequeña inscripción dentro de la banda.

«MI AMOR».

Aquí descansaba el anillo de compromiso de Marcus.

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