Capítulo 820:

El odio podía disiparse con el tiempo, pero las repercusiones de echar de menos a alguien no arrojaban ningún resultado positivo, como el destino de su madre.

Melissa entró en el guardarropa, moviéndose como un cadáver andante.

Al abrir la maleta, descubrió los objetos que Marcus le había regalado. Entre ellos brillaba un reloj Patek Philippe de diamantes.

Agarrando el reloj, Melissa lo limpió meticulosamente, pidiendo disculpas una y otra vez. Las lágrimas resbalaban y caían una tras otra sobre el reloj.

La posesión más valiosa, el reloj, llegó a sus manos.

También dejó una nota con las siguientes palabras: «Lo siento, Marcus. Te he engañado una vez más».

Concluyó con una última palabra.

Mirando a su alrededor, lo asimiló todo.

En el breve lapso de dos días y dos noches, se había acumulado una gran cantidad de recuerdos. Estos recuerdos, suficientes para toda una vida, presagiaban ahora la inminente carga de la ira de Marcus.

Partir sin despedirse, recordaba a su anterior partida.

Era consciente de que Marcus la localizaría, desatando un torrente de furiosas represalias.

Cuando Marcus terminó su trabajo, regresó a la habitación del hotel.

Reinaba el silencio, pero el desorden caracterizaba el entorno. Alarmado por esta anomalía, gritó con urgencia: «¿Melissa? Melissa!»

Lamentablemente, no obtuvo respuesta.

Entró rápidamente en el guardarropa y encontró una maleta desordenada. La camisa impecablemente planchada que Melissa le había preparado la noche anterior estaba desordenada.

Una caja de reloj abierta reveló la ausencia del costoso reloj.

Marcus, embargado por una oleada de emoción, cerró los ojos.

Al salir precipitadamente, Marcus se fijó en un trozo de papel que había sobre la mesa.

Era una nota dejada por Melissa.

Marcus contempló la nota dejada por Melissa y sus ojos se detuvieron en ella durante lo que le pareció una eternidad.

En el mundo de los negocios, era conocido por su firmeza, nunca vacilaba ni se demoraba.

Sin embargo, esta nota parecía oprimirle el corazón.

Finalmente, se decidió a leerla.

La letra era apresurada, casi frenética.

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