Capítulo 808:

Melissa, apoyada en la puerta, se sentía debilitada. Había oído la conversación de Marcus con su madre, y admiraba enormemente el carácter despreocupado de la madre de Marcus.

Consciente de la formidable influencia que ejercía la familia de Marcus, sintió que las cosas se movían a un ritmo inesperadamente rápido.

Sin embargo, en ese mismo momento, Melissa sintió un verdadero deseo de casarse con Marcus.

Melissa se vio empujada contra la puerta, y Marcus pronunció palabras parecidas a una proposición.

Marcus declaró su intención de llevarla de vuelta a Duefron para que conociera a su familia.

Ella confiaba en la veracidad de sus palabras; él había meditado a fondo el asunto.

En medio del caos de sus pensamientos, Melissa cristalizó su deseo en una simple frase: quería casarse con Marcus.

A pesar de su ingenuidad, tenía un aire de reserva.

Acurrucada en su abrazo, Melissa se abstuvo de hacer ningún movimiento brusco. Evitó encontrarse con su intensa mirada y, en su lugar, alargó juguetonamente un delicado dedo para acariciarle la nariz. «En efecto, es bastante elevado».

A Marcus se le aceleró la respiración.

Acercándose más, susurró en tono ronco: «Estoy discutiendo algo importante, y aquí estás tú, flirteando conmigo. ¿No sientes ninguna incomodidad?»

Su actitud sugería un deseo de tener momentos íntimos con ella.

Melissa se abstuvo de burlarse más de él.

Acurrucándose descaradamente contra su hombro, le envolvió el cuello con los brazos y comentó juguetonamente: «Siempre me estás tomando el pelo».

«¿Qué? ¿Quieres que me vaya a buscar a otra mujer?».

Su proximidad permitió a Marcus besarla con ternura.

A continuación, la levantó y la colocó en la cama del dormitorio principal.

Preocupado por no incomodarla, se abstuvo de realizar actividades más íntimas, optando en su lugar por compartir besos reconfortantes.

Apoyada en la almohada, Melissa lo miró con afecto. Parecía que la excitación de Marcus había provocado una sutil distorsión en su rostro típicamente sereno, pero esta distorsión añadía un toque de ruda masculinidad a su aspecto.

Su corazón se aceleró.

Se retorció debajo de él, le agarró la cara e inició un apasionado beso.

Marcus permaneció inmóvil, con sus intensos ojos fijos en los de ella.

Sonrojada, Melissa confesó: «Quiero darte placer».

Él sonrió con ternura, teniendo en cuenta su juventud y su timidez habitual. ¿Poseía ella los conocimientos necesarios para complacer a un hombre?

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