Capítulo 689:

Alexis se encontró ligeramente desconcertada.

El cambio de actitud de Leonel era inesperado. Ella no había previsto tal cambio en su comportamiento de la noche a la mañana.

Sin embargo, la sinceridad de sus palabras era palpable.

A Alexis le resultó imposible rechazar la propuesta. Al fin y al cabo, deseaba crear un entorno familiar positivo para Evelyn.

La perspectiva de tener otro hijo en el futuro alimentaba aún más su contemplación.

Tras un prolongado silencio, Alexis accedió suavemente. Las lágrimas brotaron de sus ojos, traicionando la lucha interna que trataba de ocultar.

Leonel, observando sus ojos manchados de lágrimas, se inclinó hacia ella y le secó las lágrimas con ternura. «No llores, Alexis. No llores», murmuró tranquilizador.

«No lloro», replicó ella con obstinación, tapándose la cabeza con las sábanas en un débil intento de ocultar su vulnerabilidad.

Una sensación de tristeza la envolvía, y sólo ella era consciente del alcance de su renuencia a hacer concesiones.

Tal vez aquel era el precio que tenía que pagar por haberlo amado durante su juventud.

Leonel prácticamente había crecido junto a Alexis, comprendiéndola a la perfección. ¿Cómo podía no darse cuenta de su actual agitación emocional?

No la coaccionó. En cambio, la abrazó suavemente, incluso con la colcha envolviéndolos.

La abrazó con más fuerza, estrechándola contra sí. Se dio cuenta de que ella estaba realmente de vuelta en ese mismo momento, dispuesta a compartir su vida con él.

«Alexis, por fin has vuelto», le dijo con suavidad.

Alexis sintió un nudo en la garganta y un doloroso latido en el corazón.

Intentó hablar, pero las palabras le fallaron.

A Leonel no le importaba si hablaba o no.

Se limitó a abrazarla con fuerza. Abajo resonaba la alegre voz de Evelyn. Debía de estar jugando con el cachorro, lleno de vida, y no daba muestras de encontrarse mal.

Con delicadeza, Leonel apartó la colcha, dejando ver el rostro de Alexis.

Tenía el pelo largo revuelto y la nariz enrojecida.

Parecía que había llorado.

En voz baja y grave, Leonel comentó: «Has hecho un gran trabajo cuidando de Evelyn. Es adorable».

Reflexionando sobre el pasado, recordó su reticencia inicial hacia los niños. Entonces pensaba en adoptar. Sin embargo, con Evelyn ya crecida, si le dieran a elegir, optaría por ella.

La alegría de tener un hijo propio era algo que Leonel no podía comprender hasta que se hizo realidad.

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